Evidentemente, el sistema enseñanza-aprendizaje ha experimentado importantes y vertiginosos progresos tecnológicos en todas las disciplinas y para todas las edades del individuo. Pero, particularmente, en la edad juvenil y específicamente durante la niñez, estos progresos nos obligan a analizar y discutir algunos aspectos. Uno de estos es el hábito inusual de la buena lectura, es decir, de leer libros, para poder escribir correctamente y para adquirir la cultura básica, necesaria para el mejor desempeño en el desarrollo del individuo, no necesariamente para ser expertos en literatura o escritores.
Observo en un lugar hogareño a varios niños con cónsolas manuales de videojuegos, cada uno en silencio absoluto. Los niños han tenido clase en la mañana y están absortos en sus juegos computarizados. Situación similar se observa cotidianamente en los adultos con sus celulares que han incomunicado la conversación. Al mismo tiempo hay una niña de 7 años, mi nieta Valeria, leyendo un libro, “El libro mágico de Pombo” y me dice que la maestra le puso de tarea leer este libro durante las vacaciones, ya que su salón de clase se llama “Pombo”.
Hoy más que antes, nuestros niños y jóvenes deben ser estimulados a dedicar un mínimo de tiempo a la lectura de libros útiles. Esta responsabilidad está a cargo de los padres y profesores. Enseñar el hábito de leer pero no libros con ideas obsoletas, atrasadas y políticas trasnochadas que hacen idolatrar a un dictador egocéntrico, como sucedió con Hitler, deformantes de la mente del niño. “El libro editado seguirá siendo útil, se puede releer y es como un encuentro con su autor”, anotó alguien. Leer un libro no es igual a que se lo lean al niño y es más suculento leerlo.
El poeta colombiano Rafael Pombo (1833-1912), conocido como “el poeta de los niños”, acaba de cumplir el primer centenario de su muerte, celebrado con la edición del libro “El libro mágico de Pombo”. Es un hermoso libro de fábulas y poemas tales como: El modelo alfabético, El renacuajo paseador, El gato bandido, entre muchos otros, que son una grata enseñanza de la escritura del español, especialmente editado para niños pero que también deleita a los adultos, como lo pude constatar.
También, las costumbres de las personas que habitan la ciudad en que el niño crece influyen en el hábito de la lectura; en mi viaje a Londres en 1988, pregunté a mi guía el Dr. Yates (quien fue profesor invitado de Medicina de la UCLA) por qué habían colas hasta de dos cuadras en varios sitios del centro de la ciudad?; él me respondió que por ser final de quincena (día de pago), los londinenses lo primero que hacían era dirigirse a las librerías para comprar los libros de su interés editados en la última quincena; evidentemente, las personas salían no con un libro sino con varios, los cuales devoran en sus viajes diarios en los trenes; un buen ejemplo del hábito de la lectura asidua.
En Venezuela hay importantes obras de literatura y poesía para niños escritas por connotados escritores tales como Manuel Felipe Rugeles, Eugenio Montejo, Beatriz Mendoza Sagarzasu, entre muchas mujeres, para citar solo una muestra representativa. Estas obras debieran ser dadas a conocer por los profesores y padres a los niños y jóvenes.
Los libros son esa aventura fantástica que nos lleva por paraísos inimaginables, especialmente a los niños. Son la base de la cultura y de la educación. James Russell Lowell 1819-1891, escribió, “Los libros son las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra”.