La Costa es un caserío de la parroquia Tintorero, a poca distancia de la carretera hacia San Miguel, donde sus habitantes, en su mayoría dedicados a la artesanía del barro, han perdido las esperanzas de que les resuelvan las dificultades que en materia de servicios públicos vienen confrontando desde hace unos cuantos años.
En primer lugar está el problema de las aguas negras que corren o se empozan en plena calle, especialmente en la principal.
“Este es un problema de salud pues esas aguas son causantes de enfermedades, además de que cuando pasan los carros las esparcen hacia las casas vecinas”, dijo Miguel Mendoza, uno de los vecinos.
Afirmó que los consejos comunales elaboraron un proyecto que fue introducido en algunos organismos pero aún se desconocen si lo aprobaron o no.
Igualmente dijo que el gobernador Henri Falcón, durante una reciente visita, ofreció solucionar el problema pero hasta ahora no han hecho nada y las aguas con muy malos olores siguen contaminando el ambiente.
La solución está en la construcción de una red cloacal y de una laguna de oxidación en las afueras del poblado, pero ni desde la Alcaldía ni Gobernación se deciden a hacerlo.
A la contaminación ambiental de las aguas se agrega el de la basura, que como no la recogen, los habitantes de La Costa han establecido un basurero público en las cercanías, en la vía hacia Rincón de Guardia.
Miguel Mendoza, comerciante del lugar, es uno de los más afectados por las aguas servidas en la calle pues corren frente a su negocio.
Otra muestra de la indolencia municipal hacia La Costa lo constituye la única plaza del caserío, frente a la iglesia, que se mantiene completamente abandonada.
La maleza lo cubre todo, las lámparas han sido destrozadas por los antisociales, igual que las bancas, por lo que las familias no pueden reunirse en ese espacio construido especialmente para ellos.
En algunas oportunidades los mismos vecinos le han hecho limpieza esperando que desde la Alcaldía le hagan las mejoras necesarias pero siguen esperando.
Pero ni siquiera la iglesia recibe mantenimiento para que las familias dispongan de un sitio digno donde comunicarse con Dios.
Muy cerca de allí está el campo de béisbol y fútbol, construido en 1988, la sede del equipo Los Turpiales, constituido en el 2004.
El campo lleva el nombre del recordado deportista Simeón Mendoza, y hace mucho tiempo no le hacen mantenimiento, lo que puede observarse en la tribuna, completamente destruida, así como la cerca perimetral y hasta los dugouts.
Pero Judith Querales, otra vecina, exige la canalización del buco que cruza la vía principal, pues cuando llueve en sus cabeceras se desborda e inunda las casas inmediatas.
Ya se han dado ocasiones en que familias han estado a punto de ser arrastradas por la corriente y lo único que han hecho es construir una especie de muro para impedir la salida de las aguas.
Por otra parte, las familias de La Costa dedicadas a la elaboración de piezas de barro esperan que algún día les den alguna ayuda para acondicionar sus talleres y de esa manera poder ampliar sus producciones.
“De aquí se envían artesanías a todas partes, como Caracas, Valencia, Maracaibo y por supuesto Barquisimeto, y necesitamos más atención porque representamos al estado Lara”, dijo uno de los artesanos.
Fotos: Luis Salazar