Buena Nueva
Cuando Jesús habló a los discípulos sobre la indisolubilidad del Matrimonio, éstos le respondieron: “Si ésa es la condición del hombre con la mujer, más vale no casarse” (Mt. 19, 1-12; Mc. 10, 2-12). Así que los problemas matrimoniales no son de nuestra época solamente.
“Lo que Dios unió no lo separe el hombre”, nos dice el Señor. Pero la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la discordia, el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que pueden conducir hasta el odio y la ruptura” (CIC #1606).
Entonces “puede parecer difícil, incluso imposible, atarse para toda la vida a un ser humano. Por ello … los esposos que, con la gracia de Dios, dan este testimonio (de fidelidad), con frecuencia en condiciones muy difíciles, merecen la gratitud y el apoyo de la comunidad eclesial” (CIC #1648).
“Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no cesan de ser marido y mujer delante de Dios, ni son libres para contraer una nueva unión” (CICI #1649).
“Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro comete adulterio” (Mc. 10, 11-12). “La Iglesia mantiene, por fidelidad a la palabra de Jesucristo, que no puede reconocer como válida una nueva unión, si era válido el primer matrimonio. Si los divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esta situación … La reconciliación mediante el sacramento de la Penitencia no puede ser concedida mas que a aquéllos … que se comprometan a vivir en total continencia” (CIC #1650).
Ante situaciones conflictivas, la Iglesia afirma que “es preciso hacer todo lo posible para llegar a una reconciliación … Conviene ayudarles a tomar en cuenta la posible nulidad de su matrimonio … La Iglesia, fiel a la enseñanza de nuestro Señor (ver Mc. 10, 2-9), no puede expresar signo alguno, ni público, ni privado, que significara una especie de legitimación de la nueva unión.” Entre las sugerencias del Vaticano a los Obispos: “Exhortar y ayudar a los divorciados que han quedado solos a ser fieles al Sacramento de su Matrimonio … Invitar a los divorciados que han pasado a una nueva unión a reconocer su situación irregular, que implica un estado de pecado y a pedir a Dios la gracia de una verdadera conversión … para comenzar a poner fin a esa situación: mediante un diálogo de fe con la persona con quien convive, para un progreso común hacia la conversión, exigido por el Bautismo, y sobre todo mediante la oración y la participación en las celebraciones litúrgicas, pero sin olvidar que, por ser divorciados vueltos a casar, no pueden recibir los sacramentos de la penitencia y de la Eucaristía” (ver “La Pastoral de los Divorciados”, Recomendaciones del Pontificio Consejo para la Familia (14-3-1997) en www.buenanueva.net y www.homilia.org click en Matrimonio y Divorcio.
Recordemos que el Matrimonio es un camino de santidad y, como tal, tiene sus exigencias y cruces. De allí que el Papa Juan Pablo II, aconsejando a los jóvenes sobre la elección de su futura pareja matrimonial, les dijo así: Toda persona humana es inevitablemente limitada: incluso en el matrimonio más avenido suele darse una cierta medida de desilusión … Sólo Dios puede colmar las aspiraciones más profundas del corazón humano”. (JP II, 20-agoto-2000)
http://www.homilia.org
#Opinión: Matrimonios y divorcios Por: Isabel Vidal de Tenreiro
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