Este es un domingo diametralmente distinto a los demás.
Mientras otros domingos de bochorno, vulgares y grises, significan ocio, descanso, recogimiento, un alto en las precarias rutinas de la vida, el de hoy nos prohíbe a gritos la indiferencia, el fastidio, el egoísmo. Lleva implícita la emoción de conectarnos con nuestro destino. Es una de esas pocas ocasiones en que el hecho de ser ciudadanos hace fluir adrenalina. Porque este domingo nos empuja hacia la toma de una decisión elemental, grave. Nos recuerda el compromiso que implica vivir en sociedad.
Cada una de las 24 horas de este domingo habrá de susurrar en nuestros oídos un tic tac que no puede ser medido con un reloj convencional. Esta vez ser venezolano entraña una responsabilidad capital. Hoy tenemos asegurada la palabra, un discurso que será irrevocable, en una tribuna colectiva, soberana. Esta mañana cada uno de nosotros amaneció dotado de un poder que nadie, por sí solo, posee.
Y votar, en las circunstancias actuales, más que un derecho, es un deber. Es una eventualidad que nos trasciende. La democracia venezolana se desgarra, durante largo tiempo ya, en una confrontación brutal, estéril, cruenta. El país se exhibe partido en dos toletes irreconciliables. Construir el futuro en terreno tan inestable y minado, es tarea incierta, y el daño de esta aberración será una herencia monstruosa que dejaremos, en atraso y tinieblas, a las generaciones por venir. En la historia de la humanidad, ninguna nación ha salido adelante con una de las mitades de sus habitantes obsesionada por aplastar a la otra. Por eso la decisión que hoy se tome deberá estar vinculada a la paz, al progreso, a la reconciliación, al reconocimiento del otro, por encima de las naturales diferencias. No es, por tanto, una opción que podemos darnos el lujo de postergar, o despreciar. En un país incendiado por las llamas de la intolerancia, de la violencia autorizada, del terror decretado por la ausencia absoluta de justicia, lo prudente, en verdad, lo urgente, es localizar la salida de emergencia.
Nada, ni nadie, pueden interferir en acto tan íntimo, tan trascendente. Olvídate en el momento de depositar el voto, del rumor de las encuestas. Colócate al margen de la propaganda. Despójate de toda presión. En ese instante supremo apenas cuentas tú, y el honesto dictado de tu voz interior. Al cabo de tanto escuchar, y asentir, o discrepar en silencio, deja que hoy hable tu conciencia con claridad y aliento inequívocos. Es simple. Si te complace, así, tal cual, el país que tenemos; si percibes con optimismo y confianza las oportunidades que se abren a tu paso, y a favor de los tuyos; si lo que observas en derredor es copia de lo que has soñado siempre; si el estado de las carreteras, escuelas y hospitales, es el que estimas merecer; si el porvenir que ahora mismo sospechas te permite dormir con tranquilidad, noche tras noche; si todo eso es así, ya sabes qué hacer. No tendrás remordimiento. Pero si por lo contrario estás inconforme. Si ansías un cambio sustancial. Si estás de acuerdo en que 14 años son suficientes y 20, demasiado. Si aceptas que las imperfecciones de la democracia sólo se remedian con más democracia. Si adviertes que desde el poder se ha agitado la división, el resentimiento social, la crueldad. Si convienes en que primero deben atenderse las ingentes necesidades y la seguridad del pueblo venezolano, antes de emprender una necia cruzada por la paz planetaria. Si consideras prudente un oportuno golpe de timón en medio de tanta incertidumbre, entonces allí, en el tarjetón, encontrarás la manera de expresarte. No tendrás excusa.
Cuando en una sociedad existen peligros inminentes y violaciones abiertas, y con nuestra decisión podemos prolongar ese estado de cosas o, en su defecto, imponer un derrotero de inclusión, ascenso social, y entendimiento, entonces votar se convierte en acto de solidaridad, uno de los más hermosos valores que adornan al género humano. Se manifiesta sobre todo en los trances difíciles, en las calamidades: terremotos, epidemias, guerras. La solidaridad nos hace fuertes, grandes, dignos. Es por eso que el ejercicio de elegir y abrazar una causa asume una dimensión moral. No puede desconocer el bien común. Escoger entre dos candidatos con ofertas tan alejadas una de la otra, con valores, mensajes y trayectorias que no podrían ser más contrapuestas, deja de ser un acto personal. Nuestra decisión afectará a tantos, para bien o para mal, quién sabe por cuánto tiempo, y con cuáles consecuencias.
No temas. Encomienda a Dios tu proceder. Vota a conciencia. Escucha los latidos de tu corazón. El secreto del voto está plenamente garantizado. No hay forma de que se sepa por quién votaste. No te dejes arrastrar por rumores fraguados con el perverso propósito de acobardarte y torcer tu voluntad. Además, sobre la Tierra no habrá fuerza, ni amenaza, ni fusiles, capaces de desconocer una intrépida decisión ya acogida por las mayorías. Vota por tus principios. Vota por quien sientes que nos une y convoca a causas generosas, nobles.
Esta noche de promisión y esperanza nos reivindicará. Horas más tarde, asistiremos a un luminoso amanecer, de decencia y verdad. Este lunes habrá fiesta. Fiesta de reconciliación. Fiesta de libertad. Esplendorosa y gloriosa fiesta democrática. Retumbarán poderosos y entusiastas los multicolores cohetes del reencuentro. La procacidad cerrará su boca dañina, insoportable. El mal habrá de ceder. Derrumbaremos, juntos, los ensangrentados pilares de todo cuanto nos enfrenta, envenena y aniquila. Ésta es también tu fiesta. No faltes a esta cita. No le faltes, por nada del mundo, a una Venezuela escarnecida y anhelante.
Repiques
La presencia de Tibisay Lucena, presidenta del CNE, antenoche, en Globovisión, generó mil lecturas. Recalentó las redes sociales de inmediato. Es que nos hemos vuelto suspicaces, aprensivos. Creo que es una muestra de madurez democrática. Debemos acostumbrarnos. En un país civilizado, eso debe tomarse como algo normal, no como un suceso extraordinario. De todas formas fue un acto de gallardía por parte de la rectora.
Mientras Tibisay Lucena hacía un gesto público cargado de tanto sentido democrático, de amplitud, amparada en la nocturnidad la Guardia Nacional entraba con sus tanquetas a la policía de Lara. Un postrer acto de barbaridad merecedor de la más enérgica condena. Afortunadamente no toda la Fuerza Armada participa en festín tan grotesco.
«Hay una manera de vencer el miedo, y es cultivando la paz interior». Lama Gangchen
Leído en Twitter:
@cheche1975: «Si no han resuelto el caso Anderson, si no saben dónde está Rosita ni por qué se incendió Amuay, ¿van a saber por quién votaste?»
@yoanisanchez: «Para tener internet en casa en Cuba, hay que ser extranjero, confiable políticamente o arriesgarse con una conexión ilegal»
@porlagoma: «Uno no puede ganar ningún juego a menos que esté preparado para ganar». Connie Mack, manager
@EmigdioCA: «Se conoce mucho mejor el fondo del valle, cuando se está en la cumbre de las montañas». Napoleón
@doctordevries: «Tome consciencia de para qué votará, cómo lo hará. Esto da serenidad, aunque la situación sea intensa».
La solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno, para que todos seamos realmente responsables de todos». Juan Pablo II
Durante el proceso de votación, cuando nos encontremos ya frente al tarjetón electoral se debe tener cuidado con lo siguiente: Una vez escogido el candidato (seleccionar) debe esperarse a que aparezca la cara del mismo en la pantalla. Esta imagen debe mostrarse completa. Una vez ocurrido esto es cuando se debe proceder a pulsar el botón para formalizar el acto (votar). Si se pulsa «votar» sin que la cara del candidato esté completa, el voto será considerado nulo. Eso ya pasó en el simulacro.
«Nunca había visto tanta emoción en una campaña electoral», me dice un amigo muy querido por teléfono, mientras intento concluir estas líneas. No sé, pero esto me emocionó más aún. La abstención no será tabla de salvamento.
Confío plenamente en que la Fuerza Armada actuará este domingo con un robusto sentido institucional. Tengo entendido que aparte de las proclamaciones ante los medios de comunicación social, en privado han sido dadas plenas garantías en ese sentido. No habrá madrugonazo ni juego de manos.
En su Editorial de ayer, el diario El País de Madrid, titulado Más que un voto, dice que «por encima de Chávez y Capriles, los venezolanos escogen entre modelos sociales antagónicos». Y agrega: «Si Chávez renueva mañana su mandato, poco cambiará en Venezuela. Asumiendo la curación total de su enfermedad, podría gobernar durante 20 años consecutivos. Su derrota, sin embargo, abriría escenarios inéditos».
Hasta el próximo domingo. Quisiera adelantarles el título de la próxima Campana, pero mejor no, podría ser tomado como propaganda electoral. Sin ser brujo, no tengo dudas de lo que pasará hoy. Lo adivino en la proverbial bondad de este pueblo. Estoy cargado de fe. Triunfarán, al unísono, la verdad, la paz, la justicia, la reconciliación. Ha llegado una hora crucial, que una nación amante de la libertad y practicante de la solidaridad, no dejará perder. Es la hora que tanto hemos aguardado. No sé que dicen ustedes, pero quizá en adelante esta Campana dejará de sonar en el desierto.
Foto: Archivo