La cruzada de Hugo Chávez para transformar a Venezuela en un estado socialista, que ha dividido a la nación, se sometió a la prueba electoral más dura en casi 14 años de gobierno.
Pero salió más que airoso. El mandatario ganó por un margen de 54%, 7,4 millones de votos frente a 6,15 millones del candidato opositor Henrique Capriles, que fue el primer candidato que logró aglutinar a su alrededor las fuerzas de oposición como ningún otro contrincante que haya tenido Chávez al superar la barrera de los 4,5 millones de votos.
Para Chávez vencer retos que parecen imposibles no es nuevo. Fue encarcelado en 1992 tras fracasar en un intento de derrocar al gobierno en un sangriento golpe de estado. En esos años, nadie imaginó que el teniente coronel alcanzaría el poder en las urnas siete años después. Luego fue derrocado en un golpe de estado pero 24 horas después retornó al poder ante revueltas populares.
Desde entonces, ha ganado elección tras elección, incluyendo la de esta noche por el estrecho margen que jamás haya logrado, lo que arroja interrogantes sobre cómo se verá afectada su gobernabilidad con una oposición vigorosa.
«No obtuvimos la Presidencia, pero obtuvimos el compromiso, el cariño, el amor, de más de seis millones de venezolanos, y no los voy a dejar solos», dijo un sereno Capriles. «Dejé el alma y estoy orgulloso de lo que hemos construido».
De todas maneras, el hombre que habló de gobernar hasta 2031 sigue siendo el líder indiscutido de la organización política más grande del país compuesta por un ejército de seguidores que ha marcado y se ha arraigado en el ejército, la burocracia estatal y en barriadas a lo largo y ancho de la nación.
Tras el anuncio de los resultados electorales, cientos de seguidores chavistas se lanzaron a las calles, saltando, bailando y portando banderas nacionales y retratos de Chávez para celebrar su triunfo.
Aún con la vitoria chavista y su apoyo popular, resulta incierto el destino de un país que está en gran parte creado a semejanza del caudillo en los últimos 14 años. Sólo otro venezolano ha estado en el poder más tiempo: el general Juan Vicente Gómez, dictador que rigió el país con mano de hierro por 27 años hasta 1936, cuando murió.
Funcionarios estadounidenses también los han acusado a altos funcionarios de su gobierno de ayudar a traficantes de drogas y dar refugio a los rebeldes colombianos de las FARC. Chávez niega esas afirmaciones.
Las elecciones de esta noche se caracterizaron por una lucha contra el cáncer del caudillo y una victoria pese al fracaso en la gestión de su gobierno en temas de elemental cuidado: el control de una desbocada criminalidad, el mantenimiento de la infraestructura petrolera y el estimulo del crecimiento económico del país en medio de una jugosa bonanza petrolera, cuyos cientos de miles de millones de dólares fueron invertidos con poca supervisión de parte de la Asamblea General.
Grandes proyectos de infraestructura fueron anunciados pero nunca terminados, como insistentemente lo recordó Capriles en la campaña. La afluencia de petrodólares impulsó la inflación en el país lo que, a su vez, erosionó las ganancias. La escasez de productos sometidos a un régimen de control de precios hizo que productos como la leche en polvo escasearan. El crimen se disparó y Caracas se convirtió en una de las ciudades más peligrosas del mundo.
En Venezuela, un país de 29 millones de habitantes, la tasa de homicidios se ubicó en 50 por cada 100.000 habitantes en 2011, según datos del propio gobierno. La inflación en los últimos 12 meses fue de 18,1%, la más alta de la región.
El propio Chávez lo reconoció en una entrevista televisiva del año pasado que una de las mayores debilidades de su gobierno fue la falta de eficiencia. Dijo que ha sido un gran error que muchas veces ha puesto en peligro las políticas de su gobierno.
Sus críticos más ácidos describen a Chávez como el típico caudillo latinoamericano: un hombre fuerte que ha gobernado a fuerza de su personalidad y que ha despreciado la democracia. Los opositores de Chávez fueron más propensos a enfrentar investigaciones por corrupción que los aliados de Chávez y las milicias populares pro-chavistas siguen operando en impunidad y controlando barriadas como la del 23 de Enero.
Al menos un canal de televisión nacional y varios periódicos todavía lo critican. Globovisión, por ejemplo, tuvo que pagar una multa de varios millones de dólares impuesta por las autoridades por su cobertura de un motín en la cárcel. Otro canal crítico, RCTV, se vio obligado a salir del aire cuando el gobierno se negó a renovar su licencia.
A mediados de julio, Chávez dijo que está «totalmente libre» de cáncer tras una recaída que sufrió a comienzo de año por un tumor canceroso en la región pélvica. La enfermedad le impidió retomar, como en antaño, el contacto directo con la población, lo que constituye una de sus grandes fortalezas políticas. Pero no se conocen detalles de su padecimiento.
Semanas antes de las elecciones, no obstante, ha sido notable su esfuerzo por rencontrarse en las calles con sus seguidores para asombro de muchos y, casi a diario, apareció en actos de campaña en distintas localidades del país.
«Es admirable su espíritu de lucha», dijo María Guerrero, ama de casa de 46 años en Caracas. «Yo voté por él varias veces, ya no le creo cuando dice que va a ser un mejor presidente si le damos seis años más; pero lo que si no se le puede quitar es que es un tipo con la habilidad de sobreponerse y seguir adelante. Es una fuerza de la naturaleza».
«Chávez va a luchar hasta su último aliento, no sabe otra cosa. La pelea está dura, nunca la oposición estuvo más fuerte, yo de todos modo creo que va seguir con nosotros por mucho tiempo más», dijo Antonio Padrón, un empleado bancario de 29 años que vive en Caracas, que dijo que votará por el mandatario.
Chávez, divorciado en dos ocasiones, no se le conoce más compañía que el de sus tres hijas, Rosa Virginia, María Gabriela y Rosinés y, en ocasiones, de su único hijo varón también llamado Hugo.
De la mano de los ingentes recursos petroleros el mandatario logró, según cifras oficiales, una reducción de la pobreza de 50% en 1999 a 32% en el segundo semestre de 2011.
Muchos piensan que las políticas de Chávez podrían condenar a Venezuela a generaciones de división y muchos dudan que el gobernante represente un punto de inflexión importante en la historia de Venezuela como lo fue la instalación de la democracia en 1958.
El politólogo Ricardo Sucre dijo a The Associated Press que a diferencia de los líderes de 1958, cuando se quiso construir una institucionalidad moderna, centrada en la alternabilidad en el poder, Chávez ha intentado «retrotraer al país a situaciones que parecían superadas como revivir toda una retórica de la Guerra Fría y el modelo político centralizado».
Debido a polarización, las tensiones políticas han estallado periódicamente en sangrientos enfrentamientos callejeros como sucedió en abril de 2002, que provocó decenas de asesinatos, aunque oficialmente nunca se ha mencionado una cifra.
Indicó que profundizar las divisiones entre ricos y pobres, patriotas y apátridas «le sirvió a Chávez para ganar (elecciones). Siempre eso ha funcionado, el error está en pretender hacer de esto una política, cuando la motivación inicial para llevar a Chávez era reducir la brecha entre unos y otros, no para ahondarlas».
La utilidad de dividir la sociedad venezolana «es cada vez menor», solo le sirve para «mantener la identidad y amalgamar» a sus seguidores, «pero siento que ya no le suma gente que ya no forma parte de su público», agregó.
Eso se reflejó en las elecciones primarias de la oposición y en las que su rival Capriles se impuso frente a sus pares con un discurso mucho más moderado y de unión.
Huracán
El cuatro de febrero de 1992, cuando el gobierno de entonces presidente Carlos Andrés Perez (1989-1993) se tambaleaba en medio de protestas callejeras en contra de medidas económicas y denuncias de corrupción en contra del mandatario, el carismático teniente coronel del Ejército, desconocido para los venezolanos, encabezó un intento de golpe de estado y fracasó.
Fue capturado y llevado al Ministerio de Defensa donde, frente las cámaras de las televisoras locales, anunció que para él y sus seguidores vendrían «nuevas y mejores oportunidades» y pidió a sus colegas que entregaran las armas porque «por ahora» no habían logrado sus objetivos de tomarse el poder.
Incluso desde prisión, Chávez apoyó una segunda intentona militar en noviembre de 1992. Su proceso penal por rebelión le fue archivado en 1994 por el presidente socialcristiano Rafael Caldera (1994-1999).
Tras abandonar prisión, Chávez empezó a viajar por todo el país buscando apoyo para un naciente proyecto político «Bolivariano», una mezcla de ideas que oscilan entre el comunismo y la propiedad de los medios de producción en manos del Estado y las proclamas del prócer de la independencia Simón Bolívar, hasta principios cristianos como el amor al prójimo.
Sigue prometiendo poner fin a la corrupción e instaurar un gobierno basado en la justicia social.
Entre las divergencias de los partidos tradicionales y una clase media hastiada de la violencia criminal y la corrupción, Chávez ganó la presidencia en los comicios de diciembre de 1998 con 3,6 millones de votos el 56,20% de los votos, un número mayor que cualquiera de sus predecesores en la jefatura de Estado desde la llegada de la democracia en 1958.
Uno de sus primeros actos oficiales fue convocar una Asamblea Constituyente que redactó una nueva Constitución, a fin de introducir la relección inmediata del presidente, que hasta entonces no existía.
Chávez y sus aliados rápidamente dominaron la política del país con un discurso revolucionario y que quienes se opusieran a ellas eran burgueses.
Los «chavistas» lograron mayorías en la legislatura, en las gobernaciones y en el sistema judicial.
Su presencia masiva en los medios oficiales, en discursos que deben ser obligatoriamente reproducidos en vivos por el resto de las televisoras, sumado a por lo menos una decena de programas de subsidios directos para los venezolanos –desde ayuda en dinero a las madres solteras hasta el plan de asistencia con médicos cubanos en los barrios– lo hicieron imbatibles en las urnas.
Pero también poco a poco y sobre todo por la radicalización de sus acciones, como la expropiación de tierras, o de las industrias que caían en manos del Estado comenzó un escozor entre la clase media primero e incluso entre sectores militares, que se disgustaban desde su cercanía con Cuba hasta verlo en traje militar.
Convocó a elecciones nuevamente en 2000 a fin de refrendar la nueva constitución de 1999 y en 2004 sobrevivió a un referendo que buscaba sacarlo del poder.
En 2006 logró otra relección por un período adicional que concluiría en febrero de 2013.
En 2009 logró aprobar otra reforma constitucional que le permitía postularse a la relección indefinidamente. Entonces tenía ya asegurado 14 años en el poder. Lo hizo argumentando que debe permanecer en el gobierno al menos hasta el 2031 para consolidar su «revolución» y lo que él llamó el «socialismo del siglo XXI».
Chávez, quien se autoproclamaba «revolucionario y socialista», insiste en que es «un demócrata» por excelencia, pero muchos venezolanos temen que está llevando al país a un sistema político semejante al de su amigo íntimo y mentor, el líder cubano Fidel Castro.
Pese a la amarga relación que mantiene con Washington, Chávez mantiene la venta de la mayor parte de la producción de petróleo venezolano a los Estados Unidos.
Se siente como pez en el agua cuando emplea el léxico militar para describir su acción de gobierno, una imagen que es reforzada por su preferencia en vestir uniforme o chaquetas verde oliva y la boina roja de una unidad elite del ejército a la que perteneció, en lugar de traje y corbata en sus numerosas apariciones públicas.
Héroe
Para millones de pobres es un héroe. En las barriadas marginales de campos y ciudades, donde vive más de la mitad de los casi 29 millones de habitantes del país, Chávez logró cautivar una base de fieles seguidores debido a su carisma y programas sociales llamados «Misiones», que ofrecen desde alimentos a bajos precios hasta ayuda en efectivo para madres solteras sin empleos. Como parte de la aplicación de un férreo control estatal la nómina del gobierno se disparó. A finales de los 90 se componía de un millón de personas. Ahora supera tres millones de empleados públicos pero pese a sus constantes promesas de convertir a Venezuela en un Estado socialista, el equilibrio entre los sectores público y privado de la economía no ha cambiado mucho durante su mandato.
En 2010, el Banco Central estimó que el sector privado representaba alrededor del 69,3% del producto interno bruto. Esa es casi una proporción semejante que cuando Chávez fue elegido en 1998.