Hay signos inequívocos en el país de una toma de conciencia de los ciudadanos en relación al momento político que vivimos. Las cartas electorales están sobre la mesa. Y por primera vez en casi tres lustros, las de la oposición son muy poderosas. El peso institucional, el discurso político agresivo y la grandeza del poder asumida en términos absolutos ya no tienen la misma gravitación sobre los “pequeños seres” en que se habían convertido los venezolanos en la última década.
El domingo próximo, 7 de octubre, los votos y la decisión mayoritaria del pueblo venezolano llevaran a Henrique Capriles Radonski a la primera magistratura de la nación. Los venezolanos tenemos ahora la opción democrática cierta y concreta al autoritarismo; la decisión de aprobar por votación el regreso del gobierno civil; de recuperar en sí las libertades esenciales. Vamos a decidir no entre dos hombres, ni entre dos ideologías, sino entre dos opciones de vida: un presente estancado y un futuro de progreso, claro y promisorio. No es poco. Hay que lograrlo ejerciendo nuestro derecho cívico. Las consecuencias serán favorables para Venezuela. Y seguramente se extenderán por la región, más allá de nuestro país.
Se trata de la transición de un régimen de fuerza a otro democrático por el camino normal de una consulta al electorado, al que están convocados más de 18 millones de venezolanos. Henrique Capriles con sus jóvenes 40 años, es la opción de progreso para la presidencia de la república; es la expresión de una nueva generación. Ha surgido del contacto con el país, al calor de una lucha difícil. Representa no sólo el orden democrático que nacerá bajo el signo de la moralidad, sino también, la libertad. Y una razón para la esperanza.
Las credenciales para aspirar a conducir el país están avaladas por su hoja de servicio y su comportamiento de luchador social. Su identificación es total con respecto al orden que ha de sustituir al de injusticias y corruptelas. Ha atendido en serio y a fondo, con métodos normales y pacíficos las necesidades de la gente de carne y hueso.
El camino es largo y recién empieza. Capriles lo sabe, fue preso político de Hugo Chávez. Hay que estar claro en que se enfrenta a un personaje que no sólo aspira a quedarse en el poder, sino que se cree
predestinado; que no ha vacilado en gastar los recursos del Estado para su propio beneficio político. Que ha dominado a su antojo el poder político. Que lo ha utilizado para intimidar. Que lastima y demoniza, sin cesar. Que todo lo distorsiona en su propio beneficio.
Que ha desquiciado a la economía (pese a la inmensa riqueza petrolera), con la inflación más alta de la región. Y que en grado sumo ha elevado la pobreza y la inseguridad personal.
Una nación en tales circunstancias, se cansa y busca una salida. Cuando el Estado no tiene respuesta para los problemas, se forja en el seno de la sociedad un criterio sustitutivo o de reemplazo. El país ha
venido madurando. Ha venido experimentando un proceso de superación.
Las cosas empiezan a definirse. El agua turbia, agitada por la decisión de impresionar, comienza a aclararse. La respuesta que los venezolanos están dando es la más lúcida, la más democrática y la más impecable.
#Opinión: Capriles, la opción democrática Por: Sixto Medina
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