Capitalismo Lunar
La expectativa es hoy un vacío en el estómago del país, es un nudo de ansiedad y esperanza en cada garganta que encierra un grito en ciernes a escasos 3 días del 7 de Octubre: Hay que ir a votar.
Vivimos los venezolanos desde hace 14 años un estado de guerra. Además del avance y florecimiento de la praxis delincuencial y hamponil, que ha convertido a la vida de cada “corazón de mi patria” más en un mero azar que una voluntad, ante la inacción y desidia criminal de un gobierno ensimismado en su jurásica perorata pseudo-ideológica, hemos transitado años de bombardeo a la propiedad, de acribillamiento al emprendimiento y a la libre iniciativa de cualquier cosa, al ajusticiamiento de un clima de paz, tranquilidad y sobre todo de garantía de que las leyes existen para cumplirlas, y no para ignorarlas.
La aparente obviedad que encuentra uno en los múltiples y reiterados llamados a votar el 7 de Octubre, como ejercicio democrático, se conjuga con un aire de gran urgencia, con un sentido de emergencia e imperativo que cada sufragio tiene y tendrá el próximo domingo. Lo que ha sido resistencia y contención ciudadana a un proyecto hegemónico, puede convertirse en una mayoría que permita iniciar no sólo la restitución y reconstrucción de una institucionalidad destruida y puesta al servicio de una facción política y personal, sino la recuperación económica, social, y sobre todo moral del país.
Quien criticó la corrupción de los gobiernos anteriores, permitió y alentó robos, corruptelas y pillajes como jamás se ha visto en Venezuela. Quien se cansó de proclamar nuestra “independencia” política y agroalimentaria, despotricando contra el “imperio” y sus “lacayos”, ha promovido paradójicamente un sometimiento neocolonialista hacia Cuba, permitiendo su intromisión en áreas claves de gestión interna, alentando además niveles de importación de alimentos y bienes a proporciones elevadamente preocupantes, destruyendo el ánimo y el potencial de agricultores, productores y empresarios venezolanos. Quien se quejó de la pobreza olvidada y desatendida por gobiernos anteriores, asumió una pretendida defensa y atención hacia sectores excluidos a través de un aumento del gasto social y con misiones, que sin embrago perdieron su efecto y objetivo al convertirlas en instrumentos de amedrentamiento, coacción y manipulación clientelar, reforzador estructural de la pobreza.
Quien surgió como una figura que podía unir y crear consensos en torno a un proyecto democrático e inclusivo de país, se convirtió en el principal atizador de la llama del resentimiento, la división, el odio y el enfrentamiento entre venezolanos, gracias a un espejismo ideológico devenido excusa para la diatriba y victimización perenne.
Luego de 14 años, es triste evidencia el fracaso de un modelo político intolerante, y el deterioro de la nación. La mayor bonanza petrolera de nuestra historia despilfarrada en corrupción, regalos foráneos, en demagogia y en una ineficiencia e incapacidad instauradas como improntas absolutas de una gestión.
La reciente confesión patética, descarada e insólita del aspirante a Vitalicio: No importa que haya calles con huecos, no importa que no te llegue el agua o la luz, no importa que te maten al salir a la calle, no importa que no haya trabajo u hospitales dotados, en síntesis, no importa que tu y tu familia vivan mal; lo único que importa es la patria, y claro está, la patria es él. Eso aspira. Eso piensa.
El poder y el delirio, lo llamó en su momento el intelectual mexicano Enrique Krauze. Un delirio que nos ha arrastrado a los estadios más atrasados de acciones, políticas y vínculos en plena era global y abierta. Un soberbio autismo político para ignorar la realidad de nuestros problemas y urgencias. La desmesura en el gasto y endeudamiento irresponsable.
Por ello, el voto de este domingo 7 de Octubre, por la opción de Henrique Capriles Radonski, como nunca antes, tiene un objetivo claro, una finalidad angustiosa, un apremio cívico inexorable: Votar para callar al que no escucha. Votar para un cambio. Votar para impedir eternizaciones en el poder. Votar para detener la destrucción demencial de lo que somos y de lo que aspiramos a ser como país, democráticos, libres y plurales. Votar por el regreso de la prudencia en el manejo de la cosa pública. Votar por el retorno del buen seso y el buen juicio. Si, votar, para volver a la cordura.
@alexeiguerra
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