El presidente venezolano, Hugo Chávez, afrontará el domingo su mayor desafío electoral en 14 años, cuando su polémica revolución socialista alimentada con petrodólares y un carisma incontestable se midan en las urnas a Henrique Capriles y sus promesas de más seguridad, mejor empleo y menos ideología.
Ambos candidatos han dibujado la elección como la «batalla definitiva» por el destino del polarizado país petrolero, que el 7 de octubre decidirá entre la vía socialista de no retorno que encarna el mandatario o el giro radical hacia una economía más amigable con el sector privado que propone el joven aspirante.
Por primera vez las encuestas, tema altamente controversial en la nación sudamericana, no arrojan un panorama claro. La mayoría de los principales sondeos dan ventaja a Chávez, pero dos reconocidos estudios dibujan un escenario de empate técnico con oportunidad para el candidato opositor.
Chávez llega a los comicios presidenciales tras escenificar una meteórica recuperación de un cáncer que lo obligó a pasar tres veces por el quirófano en apenas un año y a asumir el ritmo de campaña menos intenso de toda su carrera política.
«Lo que en Venezuela ocurra de aquí a 100 años dependerá de las elecciones. Nos estamos jugando la vida de la patria», clamó en unos de sus actos de campaña el locuaz militar retirado, de 58 años, cuyas raíces humildes siguen galvanizando apoyos en los sectores de menos recursos.
Su rival, tras ser elegido candidato único de la oposición en unas primarias en febrero, se lanzó a una frenética gira «casa por casa» a lo largo y ancho del país con la que ha entusiasmando a sus bases, durante años huérfanas de líder.
«No es una elección simplemente entre dos personas, se trata de una elección entre el futuro o el pasado», aseguró el gobernador del estratégico estado Miranda, de 40 años, quien ha sido atacado por el oficialismo por provenir de una acaudalada familia de empresarios.
Chávez y Capriles han logrado arrastrar a miles de seguidores en sus giras por Venezuela, midiendo fuerzas en las calles en los últimos días de campaña con la esperanza de convencer al remanente de indecisos que aún tiene peso para definir el resultado final de los comicios.
BLINDAR O CAMBIAR EL MODELO
Un triunfo del «Comandante» le abriría las puertas para blindar y profundizar su proyecto socialista en un tercer mandato de seis años, en el que incrementará el control sobre el sector privado y continuará con las nacionalizaciones que han convertido al Estado en el principal agente de la economía.
Sin embargo, la incertidumbre y principal riesgo para el chavismo seguiría siendo la espinosa sucesión del líder bolivariano, porque el cáncer podría reaparecer en el futuro pese a que se declaró completamente curado en el inicio de la campaña.
Un éxito del abogado opositor, en tanto, abriría un compás de incertidumbre, con todos los ojos puestos en la reacción de Chávez, quien tiene mayoría en el Parlamento y controla instituciones clave del Estado, como la petrolera estatal PDVSA, el sistema de justicia y los cuerpos de seguridad.
El «flaco», que se define de centro-izquierda, ha prometido un enfoque pragmático al estilo brasileño, con políticas de libre mercado con fuerte acento social, al tiempo que revisará los controles de precios y de cambio, las nacionalizaciones y los polémicos acuerdos energéticos de Chávez con países aliados.
Chávez dice que su revolución redujo la pobreza, impulsó multimillonarios planes sociales en educación, salud y alimentación y visibilizó a los excluidos del país sudamericano.
Capriles replica que es magro ese resultado tras la mayor bonanza petrolera en la historia para un país que sigue azotado por una criminalidad alarmante, una inflación desbocada y constantes fallas en servicios básicos como luz y agua.
Estos comicios presidenciales serán la decimocuarta vez que los venezolanos pasan por las urnas en 14 años, una vorágine electoral que ha alimentado una frontal división entre quienes ven a Chávez como el defensor de los pobres y quienes lo acusan de ser un autócrata peligroso.
Las pasiones se han relajado en los últimos años, pero ambos bandos se miran con recelo y tienen frescos en la memoria los violentos episodios que pusieron en jaque al país, como el golpe de Estado contra Chávez, el feroz paro petrolero que casi quiebra la nación y miles de turbulentas marchas que terminaron en enfrentamientos, a veces con muertos de lado y lado.
El agrio debate político ha dividido familias, roto amistades y enrarecido el ambiente en muchas empresas y organismos públicos, en un país cuyo principal tema de conversación desde 1998 es «Chávez» y donde permanecer neutral se ha tornado casi imposible.
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