Del Guaire al Turbio
En un principio los judíos celebraban una fiesta agrícola 50 días después de Pascua, pero luego le dieron un mayor fundamento histórico: era la fiesta de las semanas donde se conmemoraba el quincuagésimo día de la aparición de Dios en el Monte Sinaí. Ese era el día de Pentecostés. Se festejaba también la entrega de la Ley al pueblo de Israel.
Los cristianos comenzaron a celebrar esta fiesta a fines del siglo II y principios del III, puesto que a los 50 días de la Pascua, día de la resurrección de Cristo, justo el día de la Pente- costés judía, vino el Espíritu Santo. Los apóstoles recibieron sus carismas, estuvieron listos para salir a predicar el Evangelio y convertir tanto a judíos como a paganos a la nueva doctrina. Ese día quedó fundada la Iglesia Militante que ha mantenido su peregrinar durante 21 siglos. Ese día la humnidad venció la confusión de Babel. Los apóstoles hablaron al pueblo y a todos lo visitantes de Jerusalén que habían venido de muchas partes para celebrar la fiesta y los escucharon en sus propias lenguas.
La Pentecostés cristiana es la tercera fiesta en importancia tras la Resurrección y el Nacimiento de Cristo. Es una fiesta móvil, puesto que depende de la Pascua, que también lo es, no sigue el calendario civil, sino el lunar. A veces esta fiesta, común para católicos y protestantes dentro de la misma fecha, pero corrida para ortodoxos y judíos, de acuerdo a sus calendarios, ciertos años suele coincidir en el mismo día para todos. Lo que sí es fijo, dentro de su movilidad, es que sólo puede caer un domingo entre los meses de mayo y junio.
Pentecostés significa para nosotros entendimiento, perdón, conversión, fraternidad, unión, solidaridad, expansión, alegría, paz, amor, porque así inauguró su llegada el Espíritu Santo aquel día festivo en el primer tercio del siglo I. Ante la predicación de los apóstoles, muchos se arrepintieron de haber propiciado la crucifixión de Cristo. Miles de personas manifestaron la felicidad de la conversión por las calles de Jerusalén.
El próximo domingo es el aniversario del triunfo de la batalla naval de Lepanto (1571), ganada por la cristiandad milagrosmente, puesto que la flota turca era superior. Antes del difícil choque, el papa San Pío V pidió al mundo creyente que reza- ra el santo rosario para obtener la victoria. Desde entonces el 7 de octubre es el día de la Fiesta de la Virgen del Rosario.
Los venezolanos tenemos nuestra propia batalla de Lepanto en la inminente fiesta dominical. Nadie puede dejar de votar sino no quiere ser reo de culpa. Tampoco nadie debe dejar de rezar, especialmente el rosario. La Santísima Virgen nos protege en su día. Dejemos atrás todo lo negativo. Es la hora de estar firmes en la fe, la esperanza y anegarse en el amor. La hora del perdón.
Todo lo que significa la fiesta del Espíritu Santo lo vengo implorando al Señor desde hace meses: ¡danos una Pentecotés el 7 de octubre! Pues bien, hemos llegado: ¡a votar y “paso de vencedores…!”