Sobre sus hombros está una carga familiar muy grande, pero se vuelve ligera cuando deposita la confianza en Dios, como reza el Evangelio según San Mateo, en el capítulo 11, versículo 28. Se trata de una mujer totalmente realizada, con una vocación admirada por muchos y practicada por pocos: servir a los más necesitados.
Cerca de 500 niños, entre seis albergues que llevan el sello la Ciudad de Los Muchachos, el primer centro de atención creado por esta asociación civil sin fines de lucro, para los chicos sin escolaridad y de escasos recursos económicos de nuestra ciudad, municipios foráneos y hasta provenientes de otros estados del país, son bendecidos con los cuidados de la dulce italiana.
Elena “Paquita” Ravasio es un pedazo de Dios en la humanidad. Su hospitalidad y entrega desinteresada, la han hecho merecedora del mejor de los premios, de una gran bendición: la familia. Sólo que son justamente los niños, adolescentes y jóvenes, en pobreza extrema, la parentela que guarda en su corazón y vela por ellos como la mejor de las madres.
Desde los dos años, incluso menos, reciben a niños en sitios de refugio como Chiquilladas, mientras que en la sede principal, ubicada en la carrera 13, con calles 43 y 44, la acompañan pequeños entre 12 ó 14 años, hasta jóvenes que han cumplido su mayoría de edad.
“Dios nos da la capacidad de obtener conocimientos, pero no todos cuentan con las oportunidades de estudios, por esa razón, surgió la Ciudad de los Muchachos; ningún niño puede quedarse sin educación, es un derecho incuestionable. No es fácil familiarizar a un chico de 12 ó 15 años con la lectura, enseñarlo a escribir, pero no es imposible y trabajamos a diario por ayudarlos”, dijo.
Nuevos espacios, más caridad
Para Paquita Ravasio, como es llamada por cariño, la pobreza debe ser vivida con dignidad. La asociación civil sin fines de lucro que preside sirve de modelo a la sociedad, exhorta al apoyo entre unos y otros, a fin de practicar la caridad y alcanzar una mejor calidad de vida. Hacer respetar la dignidad de los niños es la misión que cumple en la tierra.
La educación, formación en principios y valores cristianos, así como enseñarlos a trabajar, ganar el sustento para sí mismos y sus familiares, es la labor que procuran inculcar en los infantes, adolescentes y jóvenes. En la sede de la carrera 13, fueron inauguradas dos nuevas aulas de estudios, que complementan los espacios de enseñanza para los participantes de esta obra de amor.
“Ellos (los niños sin escolaridad) deben descubrir que son capaces de lograrlo, de superarse a través de los estudios. Una persona sin educación, siempre será esclava: seguirá instrucciones, preguntará qué debe hacer, cuando en él están todas las respuestas. Nos esforzamos en avivar las capacidades del ser humano, regalo divino y que hacen más justa a nuestra sociedad”, expuso Ravasio.
Más del 60 % de la población escolar, pertenece a la tribu Yukpa, de la serranía de Perijá, al sur del estado Zulia y, apenas dos veces al año, en vacaciones de agosto y diciembre, comparten con sus familiares ante las imposibilidades económicas: “Una madre Yukpa me dijo en una oportunidad: yo no pude prepararme pero quiero que mi hijo sea alguien y estudie; desde entonces vive con nosotros”.
Otra anécdota es la de un joven indígena que recientemente se graduó de bachiller en la Casa de Los Muchachos y en la actualidad estudia Medicina en la Universidad del Zulia, dedicando sus horas libres al trabajo y así cubrir los gastos personales: “Ves que sí se puede”, dijo risueña durante la entrevista.
Fotos: Luis Salazar
