En más de 48 pueblos del país, la pesca se concibe como un modo de subsistencia; la razón de vida y la fuente de ingresos para más de 100 mil familias venezolanas, según un grupo de científicos, técnicos y pescadores venezolanos que elaboraron este año un amplio análisis de la historia, los antecedentes, lo sucedido en los últimos diez años y una propuesta sobre qué hacer frente a los problemas que enfrenta la tradición pesquera del país.
La información está compilada en un folleto ilustrativo que está siendo distribuido en el país, con la intención de invitar a la reflexión sobre la necesidad de propiciar el desarrollo de una pesca sostenible en el tiempo, según explica Juan José Cárdenas, oceanógrafo, quien participa en el curso sobre el ambiente como fuente periodística, dictado por la Fundación Aguaclara.
“Venezuela merece una buena pesca”, es el nombre de la iniciativa que deja en evidencia el problema de producción registrado en los últimos años y motivado, entre otras cosas por un descenso general de las capturas totales.
En su introducción detallan que Venezuela es un país costero con más de 600 mil kilómetros cuadrados de mar que le son propios y con cuencas hidrográficas de primera magnitud. La pesca y más recientemente la acuicultura han sido piezas fundamentales del aparato productivo y lo deben seguir siendo en nuestro propósito de alcanzar niveles estratégicos para la soberanía y seguridad alimentaria.
Pero, “con relación a los niveles de la década de los 80, la caída es de más del 50 %, según la FAO: de 600 mil toneladas en 2004 se pasó a 290 mil en 2010”.
En los rubros emblemáticos de atún y sardina, los descensos son del orden del 63 % y del 80 % respectivamente, situación que afecta a todos los habitantes de esta nación, aunque no habiten en estados costeros.
A esto se suma la contracción de la producción derivada de la pesca continental cuyo decline es del orden del 42%. El estancamiento de la producción derivada de la acuicultura, con tendencia a la reducción; la pérdida del 65% de la capacidad instalada para el cultivo del camarón (cierre de por lo menos 30 granjas camaroneras).
En el estudio, se evidenció de igual forma la existencia de políticas erróneas de subsidio y de apoyo a la pesca, aunado al envejecimiento de la flota artesanal y a “la ausencia de la representación formal de Venezuela en las comisiones multilaterales de negociación de acuerdos pesqueros”.
También es notable la “desprofesionalización de la gente de mar: infraestructura y capacidad académicas desatendidas, relegadas y subutilizadas; la insuficiencia y obsolescencia de la flota científica de investigación pesquera; y el incremento de precios de rubros pesqueros, hasta en más de 2.000 %, a pesar de créditos preferenciales y subsidio a los insumos, combustibles y lubricantes”.
Cae la oferta y la ingesta
El manejo inadecuado de la pesca y la sobreexplotación de los recursos pesqueros del mar Caribe, traen como consecuencia una afectación en la provisión de alimentos y calidad nutricional de la población.
En las cifras se evidencia una “caída de la oferta per cápita de sardina, con la consecuente disminución del consumo cultural per cápita, que desciende de 2,5 kilogramos por año (kg/año), a 0,5 kg/año y descenso general del suministro por habitante, que pasó de 18,1 kg/año en 2001, a 8,0 kg/año en 2011”.
Hay también regulaciones desacertadas sobre los recursos pesqueros y sus hábitats, debido a un uso de los recursos bajo regulaciones no avaladas con estudios biológicos pesqueros recientes, o en ausencia total de tales estudios; proliferación de embarcaciones arrastreras artesanales, operando en ecosistemas costeros de alta vulnerabilidad; ausencia de programas permanentes de seguimiento de variables de estatus poblacional de especies de interés pesquero y de sus hábitats; ausencia de integración en el diseño y manejo de Áreas Marinas Protegidas y pesquerías asociadas; y ausencia de estudios y previsiones sobre el impacto del cambio climático sobre ecosistemas acuáticos, sus componentes biológicos, infraestructura costera y sus habitantes.
Lo relatado también trae un impacto social:
-Existe una debilidad e informalidad laboral del gremio de pescadores artesanales, compuesto por más de 40 mil personas.
-Pérdida de más de 20 mil empleos directos, con la eliminación de la pesca industrial de arrastre, medida que fue acompañada con pautas compensatorias improvisadas e insuficientes.
-Cierre de plantas enlatadoras: nivel de ociosidad cercano al 90 % en la capacidad instalada para el procesamiento de sardina.
¿Qué hacer entonces?
En función de la realidad descrita y de los principios básicos que establece el Código FAO de Conducta para la Pesca Responsable, código que compromete con la conservación de los ecosistemas acuáticos y de su diversidad. Que invita a la prevención de la sobrepesca y la rehabilitación de poblaciones de especies objetivo; el uso de artes y aparejos y prácticas conformes; la transparencia en el diseño de regulaciones y toma de decisiones; la aplicación de enfoques precautelares de ordenamiento; la educación, entrenamiento y participación de los pescadores y resguardo de sus derechos, es urgente detener y revertir la caída sostenida de la producción.
Con estas premisas, los autores de Buena Pesca indican que:
-Es apremiante remediar la marginalidad crónica del pescador artesanal.
-Es obligatorio poner el mejor alimento al alcance de aquellos con mayores carencias.
-Es inaplazable procurar la sostenibilidad que debe signar el uso de los recursos acuáticos vivos.
Y añaden que “la buena pesca solo es posible en manos de artesanos que combinen sabiduría ancestral y conocimiento técnico complementario, de allí que también resulte necesaria la profesionalización del pescador”.
“Dada esta complejidad, la promoción y desarrollo de la pesca y de la acuicultura deben ser abordados de manera sistémica y en procura de un equilibrio eficiente entre los aspectos sociales, productivos, alimentarios, económicos y ambientales”, apuntan.
En tal sentido, plantearon una realidad, elementos de juicio y propuestas que pretenden servir de referencia para la elaboración y puesta en marcha de planes, políticas de consolidación que procuren beneficios inmediatos y a largo plazo.
Del diagnóstico de los problemas que enfrenta la actividad pesquera venezolana, “luego de más de una década de desaciertos en su gestión”, concluyen que la magnitud de la tarea pendiente es alta y que debe comenzar a resolverse con una convocatoria abierta a los talentos de toda índole en aras de construir ese equilibrio eficiente tanto se necesita.
Fotos: Archivo