#opinión: Voto seguro para el cambio por: Adelso González Urdaneta

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Son muy pocos días los que faltan para la elección presidencial del 7 de octubre próximo. Los electores cada vez más están convencidos de una verdad: el voto es realmente secreto y nadie sabe por quién se vota. Esto, por la maniobra gubernamental de hacer creer, especialmente en los ámbitos de los servidores públicos de su dependencia, que habrá cómo saberlo, al lado de la política de servicios interesados. Así las cosas el panorama electoral aparece a estas alturas suficientemente claro para el votante: o hacerlo a favor del necesario cambio democrático que unitariamente representa Henrique Capriles Radonski, o apoyar a un Presidente que ya lleva casi 14 años en el poder y aún se empeña en mantenerlo para completar sus 20 años de gobierno, a pesar de lo dicho por Simón Bolívar, con la gran mayoría de sus promesas incumplidas y con una nación completa y radicalmente dividida y en viva confrontación, estimulado esto desde Miraflores.
En los contados días que faltan para cerrar la campaña electoral habrá nuevas muestras de la guerra sucia ya desatada, con muchas amenazas y provocaciones, mezcladas con asomos de violencia, todo dirigido hacia un propósito: asustar e inspirar miedo y estimular la resignación o conformidad con lo que se tiene. Lo uno y lo otro van dirigidos a un fin político-electoral: estimular la abstención donde haya dudas e inconformidades.
Felizmente para la democracia venezolana la voluntad del elector es cada vez más propensa a ejercer su sagrado derecho con entera libertad y seguridad, y así lo hará en el momento de la elección presidencial (07-10-12), sin duda ni vacilación, convencido en toda su profundidad, por experiencia y por reflexión.
Es una gran oportunidad que tiene el ciudadano venezolano para poner fin a la presente situación de vida insegura y conflictiva. Situación colmada de promesas e incumplimientos, engaños y mentiras, provocaciones y situaciones de violencia, insultos y descalificaciones… Con la gravedad de que todo o casi todo ello viene del mismísimo Presidente, quien debiera comportarse en su exigente responsabilidad pública como si se sintiera de verdad el primer padre de familia, y siendo nada menos que el primer servidor público de nuestra república. De no estar todavía el Presidente convencido de su obligante doble condición se convierte este hecho en una dura y negativa realidad que requiere la debida atención de los actuales dirigentes políticos y sociales de Venezuela.
Así, pues, ¡a votar todo el mundo con seguridad y convencimiento!

 

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