#opinión: Visita a la Casa de Nariño por: Francisco Cañizález Verde

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Regía los destinos políticos de Venezuela, el bonancible Presidente Isaías Medina Angaríta, cuando ocurre el gesto caballeroso y de civilizada convivencia, de la primera visita de Estado de un Presidente de Colombia a nuestro país. Suceso revelador y de extraordinaria significación en la historia de nuestras relaciones internacionales, que después, adquirió categoría de usual y corriente.
Presidente constitucional del vecino y hermano país era el doctor Alfonso López Pumarejo, jefe natural y descollante figura del liberalismo colombiano, que ejercía, en medio de embarazosas circunstancias, su segundo periodo constitucional y fue tan agobiante esta magistratura, que se vio obligado a resignarla, antes del término de ley.
Para dar continuidad a una cadena de encuentros auspiciosos, signo propicio de buenas relaciones, entre países de historia común y de una misma tradición, en reciprocidad de similares propósitos, el Presidente Medina Angaríta, visitó a Bogotá, repitiendo a su vez, iguales sentimientos de cordialidad y de solidaridad bolivariana, su visita de Estado a Bogotá la predilecta del Libertador. Hombre adicto a la amistad y a la concordia, galas que se exhibieron como prenda de este encuentro. Nuestro Jefe de Estado, tuvo el buen tacto y amplitud de hacerse acompañar de tres valores fundamentales del gentilicio patrio: Andrés Eloy Blanco, Arturo Uslar Pietri y el laureado pintor Tito Salas. En el buen sentir presidencial, se honraba y distinguía la flor y nata de la cultura y el arte venezolano.
Un detalle que llamó la atención, comentó la prensa de esos días y fue objeto de comentarios en la espuma de la noticia. El poeta Andrés Eloy Blanco, dada su categoría de uno de los más notables aedas del continente y del mundo hispano, fue agasajado, por un grupo de sus amigos y admiradores. Por una nota discordante que se hizo sentir, la policía, de manera inesperada, rodeó el sitio del agasajo y sometió a interrogatorio la comitiva que rendía homenaje a nuestro ilustre y laureado bardo.
Dado lo inusual de este caso, Andrés Eloy observó mucha serenidad. Al requerir su nombre, con su característico buen humor, respondió sin ambages: en mi país me llaman el poeta del pueblo Andrés Eloy Blanco.
Escuchar este nombre y compararlo con el que aparecía en la comitiva del Presidente Medina, hizo estallar al azorado comisario, que en el acto reconoció que había una rotunda equivocación, por varias veces presentó formales manifestaciones de excusas y autorizó la reanudación del agasajo. Andrés Eloy, sonriente, se le oye decir, vean ustedes, las cosas que hacen los poetas. Se tiene a Bogotá como la Atenas de América, siguió después, una selecta declamación de versos y discursos y al final, Andrés Eloy los complació recitando Canto a España y no obstante lo largo del poema, los aplausos trascendieron a la calle y una recepción multánime copó la ciudad dormida y silente.
Con diáfana pupila el abanderado presidencial de la MUD, aspira continuar esas cordiales relacione, en tono franco y recíproco, entendidas en mira futurista, dentro de una absoluto respeto a la soberanía y a nuestra irrenunciable independencia y autodeterminación internacional. Como este encuentro está revestido de mesura y de prudencia, lo miramos sí en aras de lo positivo y lo fundamental y de su mayor augurio, como la confianza que naciones del hemisferio depositan en Henrique Capriles Randonski, por su trayectoria y relevante personalidad y por estar consciente que bajo su mandato la Republica rescatará su estado de derecho, la independencia de sus poderes constitucionales y su institucionalidad democrática.
Una plena seguridad para el logro de estas transformaciones radica en el proceso electoral en su etapa culminante, el respaldo de las mayorías venezolanas tanto al programa de gobierno como a esta candidatura de la unidad democrática, la gastada política del aspirante a la reelección y su desastrosa administración, son signos convincentes que esa opción es rechazada por las mayorías nacionales, que han dado demostraciones elocuentes y evidentes signos de respaldo a la democracia y un rotundo triunfo a la opción de Capriles Randonski, que encarna el querer soberano del pueblo y así lo comprobará de manera irrebatible la hazaña cívica del próximo siete de octubre, día decisivo para el rescate de nuestras libertades reprimidas, de nuestros derechos conculcados y punto de partida de nuestra institucionalidad democrática, obra del querer soberano del pueblo, manifestada a través del voto única fuente de poder legitimo.

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