Las muchedumbres son mayores, sus discursos están más pulidos, y el líder de la oposición venezolana, Henrique Capriles, avanza en un intento final y frenético por terminar con el mandato socialista del presidente Hugo Chávez.
Cuando sólo quedan nueve días para las elecciones presidenciales, el gobernador estatal de 40 años está atrayendo a multitudes como nunca antes, acercándose más en las encuestas y tornando su discurso cada vez más agresivo contra las políticas de Chávez.
El candidato de la oposición logró tender algunos puentes con la clase trabajadora, desde hace años potestad exclusiva de Chávez, pero no ha conseguido sacarse de encima las sospechas -que aviva el Gobierno- de que va a eliminar los populares planes sociales del mandatario y de que, básicamente, es un chico rico.
Chávez, de 58 años, sigue probando que es un formidable candidato y hasta sus más enconados oponentes admiten que tiene una conexión emocional genuina con millones de venezolanos, sobre todo con los más pobres del país miembro de la OPEP.
Pese a todo, y aunque la mayoría de las principales encuestadoras tiene a Chávez a la cabeza de las preferencias electorales, dos de ellas -Consultores 21 y Varianzas- ubican a Capriles adelante por un tris. Y en otros sondeos sus números han mejorado.
Los seguidores de Capriles insisten en que las cifras de las encuestas subestiman su popularidad real y están distorsionadas por el «factor miedo», que según describen, incluye el temor de empleados públicos a eventuales represalias si hacen explícito su apoyo al candidato opositor.
En cualquier caso, Capriles parece tener la mejor oportunidad de inclinar la balanza frente a Chávez de la que nadie tuvo antes en los 14 años de mandato del presidente socialista.
«Jamás hemos tenido a un candidato como él», dijo Andrea Gómez, una encargada de una tienda de 42 años, mientras gritaba como una adolescente en un concierto al ver pasar a Capriles tirando besos desde una camioneta con el techo abierto por la costa del Caribe, al norte de Caracas.
«Me recuerda a Chávez mismo en 1998, cuando ganó la presidencia por primera vez. Pero Henrique lo ha superado. Está más cerca al pueblo», añadió.
LA APUESTA DE LA OPOSICION
Cruzando de punta a punta el país durante gran parte del año, este abogado y político de carrera triunfó en las primarias opositoras con facilidad y ha venido ganando fuerza desde que comenzó su campaña para los comicios del 7 de octubre.
Un devoto católico, que siempre usa una cruz y frecuenta las iglesias, el incansable Capriles ha basado su estrategia en una gira «casa por casa» a nivel nacional.
Eso llevó a que su rostro fuera conocido para los votantes, desde los remotos pueblos amazónicos o las sierras andinas hasta las planicies ganaderas y los suburbios urbanos.
Viajando a las corridas en autobús y avión, Capriles recorre el país visitando hasta tres o cuatro lugares en el mismo día, y no deja pasar ocasión para dar muestras de su juventud y energía, como jugar partidos de baloncesto con los locales durante sus recorridos proselitistas.
El contraste con Chávez, cuya inagotable energía lo convirtió en uno de los políticos más activos de América Latina, pero que ahora luce más apagado en campaña luego de tres operaciones por un cáncer, es deliberado.
A sabiendas de que tiene el apoyo garantizado de las clases más altas de Venezuela, donde Chávez genera aversión, Capriles se ha enfocado en las zonas más pobres del país.
En la ciudad portuaria de La Guaira, algunos grupos de seguidores del presidente lo abuchearon y le arrojaron botellas de plástico, pero miles de residentes celebraron su visita.
El enjuto líder opositor, apodado «El Flaquito» por sus simpatizantes, luce rasguños de admiradoras que intentan agarrarlo entre la multitud y bebe Red Bull para mantener su dinamismo.
Chávez se refiere despectivamente a él como «el majunche» (mediocre), el «candidato de la derecha», y ocasionalmente «fascista», un término particularmente ofensivo para Capriles ya que sus abuelos maternos sufrieron la persecución de los Nazis en Polonia.
En sus últimas apariciones, ha dejado de lado su estilo moderado y ataca a Chávez en cada oportunidad que tiene.
«El candidato del Gobierno tiene 14 años en el poder y Barinas es el estado más pobre de toda Venezuela», dijo en un acto esta semana en la zona agrícola donde nació Chávez, tras arribar en vuelo directo desde La Guaira, en el estado Vargas.
«Quien se olvida de su tierra natal, no tiene derecho a seguir gobernando», apuntó Capriles, usando palabras que lucieron escogidas para irritar al presidente, siempre afecto a invocar sus humildes raíces del llano venezolano.
Cuando Chávez comienza uno de sus largos discursos, no es extraño que Capriles envíe tuits donde busca contrastar problemas cotidianos del país con las recurrentes menciones del líder socialista a problemáticas globales.
BURLANDOSE DE CHAVEZ
Al igual que otras veces, la semana pasada Capriles agitó un volante que tenía en su mano con las propuestas de Chávez y se burló de las promesas de «salvar a la especie humana» y contribuir a «una nueva geopolítica internacional».
«Quiere llevar su revolución por el mundo. ¿Y quién se ocupa de los cortes eléctricos, apagones, desempleo y de la falta de oportunidades?», se preguntó, abordando uno de los temas que más preocupan a los electores junto a la alta tasa de delincuencia, la inflación y la falta de empleos.
Capriles desafía constantemente a Chávez a debatir por TV.
Y recientemente ha intentado capitalizar una racha de malas noticias para el Gobierno, que incluyó dos incendios en refinerías, el colapso de un importante puente y motines carcelarios, asegurando que obedecen a una mala administración.
Aunque la campaña de Capriles ha ganado impulso, nadie subestima a Chávez.
Puede que esté menos activo que antes, pero mantiene su retórica carismática y campechana que le ha dado tan buenos resultados. Los medios estatales se aseguran de que sus apariciones se cubran de punta a punta y sean repetidas frecuentemente.
Y está, claro, la cuestión del dinero. Un incremento del gasto del Estado en programas sociales -desde la construcción de viviendas hasta subsidios para madres solteras- aporta votos.
Algunas dependencias del Estado no han sido muy discretas en el uso de recursos oficiales para apoyar la campaña de Chávez.
«Esta es la lucha de David contra Goliat. David ganó. Y aquí está David con ustedes», rugió Capriles en el acto de La Guaira el lunes.
Su campaña más acotada en presupuesto, oficialmente descansa en donaciones y eventos para recaudar dinero de sus seguidores, muchos de ellos bien acomodados. Pero es evasivo a la hora de aclarar exactamente quién lo financia y se estima que recibe ayuda de empresarios locales y de exiliados ricos.
Capriles dice que confía en la disposición del presidente de entregar el poder si pierde. Pero opositores más radicales creen que un resultado ajustado podría abrir un escenario diferente.
Aunque no habrá veedores internacionales oficiales para las elecciones, la asociación de naciones sudamericanas Unasur está mandando un grupo de observadores, y también habrá numerosas organizaciones no gubernamentales siguiendo de cerca la votación.
La coalición Mesa de la Unidad Democrática de Capriles enviará testigos a casi todas las estaciones donde se sufrague, igual que el Gobierno. Muchos analistas dicen que el uso desproporcionado de los recursos durante la campaña -específicamente la utilización por parte de Chávez de las instituciones de Gobierno- probablemente sea un factor más grande que cualquier tipo de fraude. Chávez ha dicho que aceptaría la derrota, aunque él cree que esa posibilidad es menor a «un camello pasando por el ojo de un aguja», un pasaje bíblico que le encanta citar.