Menos de dos semanas nos separan de la elección presidencial. Dudo que existan indecisos. Si hay son muy pocos, de poca influencia. Lo cierto es que quienes están satisfechos, contentos con la Venezuela de estos catorce años, votarán por Chávez aunque algunos tengan serias preocupaciones por su salud física y mental. Las últimas presentaciones han sido penosas, tristes, con un toque de despedida fácilmente perceptible. Por el contrario, quienes viven en el descontento por la ineficacia del régimen, la corrupción generalizada de sus funcionarios, la inseguridad de las personas y de los bienes, la destrucción del estado de derecho y del aparato productivo, el desempleo, el alto costo de la vida, el deterioro de la planta física de la nación, la entrega al gobierno cubano de áreas importantes para la seguridad, las alianzas con gobiernos forajidos y organizaciones vinculadas al narcoterrorismo, así como la concentración absurda y amoral de todo el poder público en las manos presidenciales, votarán por la alternativa democrática que representa Henrique Capriles Radonsky.
El miedo se ha revertido. El abuso y la prepotencia oficial, el vergonzoso uso del aparato represivo, incluidos los órganos de administración de justicia, la exclusión laboral y el sectarismo lograron paralizar a la población por temor. Pero se les pasó la mano. Ha sido dicho que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Llegó el momento de revertir hacia lo positivo las infames tendencias del presente. La gente se acostumbró a vivir con miedo, pero desarrolló una indignación como nunca antes. Para el día de hoy a esta hora, la rabia es superior al miedo. Quiere un cambio para avanzar. Está en la calle. Millones de compatriotas, a lo largo y ancho de la geografía nacional, acompañan emocionadamente a Henrique Capriles y se incorporan a las tareas que se cumplen para ganar las elecciones, asegurar el triunfo y respaldar tanto la transición como la reconstrucción nacional. En el mundo no oficialista hay alegría, entusiasmo, fe y decisión inquebrantable de enfrentar cualquier maniobra continuista de última hora.
El miedo ahora estremece al alto gobierno en la hora de prepararse para rendir cuentas. Ellos saben que la reconciliación y el perdón no pueden excluir la justicia.
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