#opinión: Ventana abierta – El primer gobernante de la Tierra por: Eduardo I. González

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Para recordar: “Porque su Dios lo instruye y le enseña lo recto” (Isaías 28:26)

Es innegable lo delicado, extremo y hasta contagioso, que resultan algunas elecciones de gobernantes de un estado o una nación. Es como todo: Una transición o un cambió; o una continuación del mismo gobierno.
Dada esta situación planteada, se nos acercó una señora cristiana y algo preocupada, nos dice: “¡Esto no lo arregla nadie!”. Tal vez, su solución, la estaba fijando en el evento de la Segunda Venida de Cristo. Y rápidamente pensamos: ¿Y cuándo es que la condición del deterioro nacional o mundial, lo haya arreglado alguien? Por ello, esperamos que Cristo vuelva. De todas formas, le contestamos: “Si mucha gente hubiese pensado así, en la época del Libertador Simón Bolívar, todavía estuviéramos oprimidos por los españoles.” Notemos: Este tipo de inquietud, puede haber ocurrido, desde la fundación del mundo.
Cuando indagamos, quién pudo haber sido el primer gobernante de la tierra, encontramos que fue Adán. Bien lo dice White, Elena: “Era el plan de Dios que el hombre labrase la tierra; que al primer hombre, gobernante de todo el mundo, le fue dado un jardín para que lo cultivara…” (Conducción del Niño, cap.59).
Seguramente, por lo importante de labrar la tierra y lo que representa para la seguridad personal o nacional, Salomón dijo: “…el provecho de la tierra es para todos, el rey mismo está sujeto a los campos (Ecleciastés 5:9). Pero, la Biblia, instruye al agricultor y señala: “Porque su Dios le instruye, y le enseña lo recto… Esto también procede del Eterno Todopoderoso, un plan maravilloso en consejo y magnífico en sabiduría.” (Isaías 28:26,29). Por eso dice que Dios instruyo a Adán en todo.
También, mencionaremos otros gobernantes terrenales, entre ellos: Melquisedec (Génesis 14:18), Abimelec (Génesis 20:2). En Sodoma y Gomorra, había gobernantes (Isaías 1:10). Más tarde, Moisés formó parte del gobierno de los egipcios y fue quien usó el término capitán, que en un sentido era jefe o líder (Éxodo 18:21). Según el Diccionario Bíblico Adventista, mencionan que en Hebreo se utilizaba la palabra: pâhatu, “ministerio” que se refería a uno o varios gobernadores, como al época de los persas (ver: Esdras 9:2).
Desde la creación, hasta Babilonia, se habla que Dios está al frente del destino político terrenal, hasta hoy; eso indica que nada escapa del “ojo visor de Dios”; que no hay gobernante que se gobierne solo; que Dios está dispuesto a instruir a todo hombre o mujer, tal como lo hizo con Adán, con Salomón, o con cualquier rey. Pero, el dirigente que se opone a Dios, a sus designios, está sujeto a que sea Dios quien lo retire del puesto; algunas veces con una “ayudadita” humana.
El apóstol Pablo escribió que debemos “sujetarnos” a las autoridades (Romanos 13:1), siempre y cuando, éstos o éstas, se sujeten a Dios y no dejen a un lado los principios divinos.
En tal sentido White, E., dice: “El poder ejercido por todo gobernante de la tierra es impartido del Cielo; y del uso que hace de este poder tal gobernante, depende su éxito…” (Profetas y Reyes, págs. 363, 364, 366-368).
Dios desea tratar al cualquier gobernante, como lo hizo con el primer hombre creado, pero recuerda a las naciones, que el Dios que fundó la tierra (Amós 4:13; 9:6) es Aquel que controla su destino, el es quien “quita reyes y pone reyes” (ver Salmos 83:18; Daniel 2:21; 4:17; 5:18-19). Lo anterior, no significa que le dejemos todo el trabajo a Dios para elegir a los presidentes de esta tierra, ya que de lo contrario no habría elecciones en ninguna parte del mundo, esperando que Dios lo haga por nosotros.
Repetimos, no siempre la conducta de los gobernantes civiles está en concordancia con las leyes de Dios, de lo contrario le aplicamos Hechos 5:29. Entonces, todo el mundo tiene que entender, que “el poder de los gobiernos humanos es confiado por Dios a los hombres, y su propósito es para beneficiar al ser humano” (Comentario Bíblico Adventista, tomo 6, p.622). Por ello, está en las manos de Dios, primariamente, que las autoridades continúen en el poder o caigan, y a la humanidad, especialmente donde se celebren elecciones, le toca velar porque todo se haga de acuerdo a los principios divinos.
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