El calor de la hornilla en todo el cuerpo, las manos con olor a aliños y un menú por preparar para casi 100 personas, comienza la jornada en la casa de Suleima de Pacheo, dirigente vecinal, al noreste de Barquisimeto.
Belkis Pineda, Petra Meza, Silvia Suárez y Miriam Rodríguez, forman el equipo de cocina de la Casa de Alimentación que funciona en Tierra Negra. Desde hace ocho años, cuando el Ministerio (pp) para la Alimentación creó la Fundación Programa de Alimentos Estratégicos (Fundaproal), laboran entre las 6.30 de la mañana y las 3.00 de la tarde, después que han lavado y organizado todos los utensilios.
Cuentan que a través de un censo socio-económico dieron con los beneficiarios, en su caso, 85 personas entre adultos mayores, discapacitados, mujeres embarazadas y niños en pobreza extrema.
No todo es color de rosa
No obstante, para las Madres Procesadoras o Elaboradoras que participan de las Casas de Alimentación, promovidas por el Gobierno nacional y que funcionan en los sectores populares, el esfuerzo con el cual trabajan a diario, apenas equivale a un bono que no alcanza ni siquiera el salario mínimo.
De esta realidad, conversó Francis Arrieta, una de las trabajadoras de la casa que funciona en el barrio El Carmen, de la parroquia Unión. Una joven que madruga para cumplir con los abuelos, como ella misma los llama, y así puedan comer a tiempo.
A su parecer el programa es una ayuda importante para las familias de escasos recursos económicos, en especial, los de tercera edad y discapacitados, sólo que resultaría igual de meritorio ofrecer una mejor estabilidad a quienes tienen la responsabilidad de cocinar.
“Nos gustaría contar con, al menos, un sueldo mínimo y también una póliza para Hospitalización, Cirugía y Maternidad (HCM) porque es la única forma de trabajar más tranquilos, sabiendo que en situaciones de emergencia, contamos con algo para salir adelante”, expuso.
Y es que buena parte del personal femenino que labora en las Casas de Alimentación, se encuentra en edad fértil y es una preocupación planificar una familia cuando no tienen los suficientes ingresos monetarios para el hogar.
Otras tantas damas de las comunidades, procesadoras de alimentos, coinciden con la joven Francis Arrieta, sólo que por temor a represalias, a perder la beca- ayuda, prefirieron reservar sus nombres.
De acuerdo a la dirección regional de Fundaproal, en Lara funcionan 330 Casas de Alimentación, más ocho albergues para personas afectadas por las lluvias y a quienes igualmente surten de comidas a diario.
Los módulos de suplemento alimentario entregados mensualmente, equivalen a 200 bolsas de comidas, de 16 kilos cada una, ofrecidas a las familias con severas carencias económicas.
Entre dos y tres toneladas de alimentos, estarían siendo repartidas semanalmente, entre carnes, víveres y hortalizas, a lo largo de los nueve municipios de la región, dependiendo de la cantidad de comensales.
Serán sustituídas
Jorge Montero, coordinador regional de Fundaproal, declaró que la ayuda asistencial de las Casas de Alimentación, donde ofrecen comida gratuita a las personas en pobreza extrema, serán sustituidas por unidades de producción a fin de ir mejorando la calidad de vida de esos ciudadanos.
En panaderías y dulcerías, citó ejemplos, se han convertido los centros familiares donde “madres procesadoras y beneficiarios, ahora cuentan con un ingreso sustentable; somos un puente para que busquen sus propios medios de supervivencia”.
Con respecto al personal de las Casas de Alimentación, explicó que reciben una beca-ayuda que consiste en 670 bolívares correspondiente al bono; 300 bolívares para compra de utensilios y 60 bolívares para pagar el gas. En total, 1.030 bolívares mensuales devengan las trabajadoras.
“Las madres procesadoras cuentan con la comida para ellas y sus familiares”, acotó. Finalmente, informó que ya fueron entregados 770 equipos para el funcionamiento del programa entre congeladores, tanques y neveras.
Fotos: Jairo Nieto
