TPL rememoró al inmortal Pedro Páramo

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El caudillo Pedro Páramo estremeció el pasado fin de semana el hecho teatral de Barquisimeto. Como es costumbre, el elenco del Teatro Profesional de Lara (TPL), bajo la batuta del metódico Giuseppe Grasso, se deshizo del telón para dejar al descubierto, con magistral hechura, un clásico de la literatura latinoamericana. Pedro Páramo, inolvidable novela del escritor mexicano Juan Rulfo, cobró vida en la pluma de Nelson Pérez, director del TPL. La dupla Pérez-Grasso es sinónimo de un acontecimiento extraordinario. Así lo ratificaron con esta fantástica producción que se construyó a partir de improvisaciones dramáticas y el estudio de los personajes, palabras, imágenes, ideas y pasajes de la novela. Como en el relato concebido por Rulfo, la obra develó el sentir de un pueblo latinoamericano, impregnado por el fatalismo, la negación y la ausencia, además de esas características señas que nos definen: valores religiosos, metafísicos y poéticos. En Páramo, coproducción de la Compañía Nacional de Teatro, se desbordan esas enigmáticas y místicas relaciones humanas, cinceladas por el amor, el desamor, el pecado, la traición, la resignación, el encuentro y el desencuentro.

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Esta propuesta cargada de simbolismos, hizo suya la escena, mantuvo absorta a la audiencia que se entregó a cada personaje y circunstancia. Las ánimas del fantasmagórico y olvidado pueblo de Comala invadieron los cuerpos de Nelson Pérez (Pedro Páramo), Leonardo Goncalves (Juan Preciado), Eliéser González (Abundio Martínez), Lenin Gámez (Miguel Páramo y Bartolomé San Juan), Mary Carmen Briceño (Doña Eduviges), Edy Jiménez (Susana San Juan), Erick Aldao (Fulgor Sedano), Manuel Devíes (Padre Rentería), Josibell Sivira (Damiana Cisneros) y María Laura Velásquez (Dolores Preciado).  Con los recursos precisos, el cuerpo de actores desempolvó el lenguaje de Rulfo y el periplo surrealista de Juan Preciado, quien le prometió a su madre (Dolores Preciado) en el lecho de muerte, que visitaría Comala, el pueblo donde se crió, para buscar a su padre (Pedro Páramo). Es así como Preciado se adentra en ese mítico lugar que, según sus muertos vivientes, “huele a miel derramada”. A lo largo del viaje, Juan Preciado se encuentra con personajes que le hablan del poder, la soberbia y los abusos de su padre, el caudillo que sembró el terror en Comala. A su paso, Juan Preciado es asaltado por la incertidumbre. Duda de la existencia real de sus interlocutores, llevando a cuestas una pregunta que lo inquieta: ¿quién mató a Pedro Páramo?

Un impecable trabajo del TPL, caracterizado por el elevado histrionismo de sus primeras figuras, el apoyo de recursos audiovisuales, la proyección del guión y demás elementos en escena: vestuario, maquillaje, música y contexto. Una obra totalmente blindada y armoniosa en su composición. Sin duda alguna se apoderó del peculiar realismo mágico gestado por Rulfo.

 

El contexto

Imposible pasar por alto los apuntes del director, plasmados en el programa de mano y en el que se devela el mágico escenario. “Siempre son las tres de la madruga. El reloj del campanario sólo sabe anunciar esa hora feroz… es la hora inversa, la hora del aquelarre, es la hora de los muertos, de la resurrección malhabida… blanca es la mortaja porque blanca es la luz al final del túnel. La neblina se hace a voluntad. Es túnica para que las ánimas se escondan mejor. Rulfo nos presta su cuerda para saltar por los tiempos. “Poesía en voz alta” para el lienzo tridimensional que es la escena, en una Latinoamérica “unida con lazos” de yute y luto, abusada por los caudillos”.

 

Fotos: Billy Castro

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