La principal causa de nuestro endémico subdesarrollo no son las malas gestiones de nuestros gobernantes, sino nuestra sumisión para con ellos. Mientras que las naciones que experimentan altos niveles de calidad de vida, producto de servicios públicos eficientes tras gestiones públicas altamente presionadas por los ciudadanos, aquí en nuestro país los venezolanos guardamos energía solo para el carnaval electoral, la comparsa politiquera, para inscribirnos en organizaciones políticas y alabar a supuestos líderes, obedeciendo servilmente sus designios cómo si fueran voluntad divina. El venezolano es todo un caso digno de estudio en el campo de la sicología social, es realmente sorprendente apreciar cómo éste se convierte en un obediente servil de los políticos, tal cual como lo hicieran los plebeyos en la época feudal para con sus reyes y demás élites nobiliarias. Venezuela está plagada de personas que aceptan vivir de la compasión de sus gobernantes, en cuanto se ha naturalizado el hecho de hacer largas colas o esperar prolongados lapsos de tiempo para que un gobernante se tome la molestia de atenderlos o dar respuestas, sí es que lo hace. Al mismo tiempo, es el único ciudadano capaz de asumir las campañas electorales como una festividad carnestolenda y desvivirse por sus candidatos a pesar que en los últimos 30 años difícilmente se pueda encontrar en el mundo entero un país con mayor acelerado deterioro de calidad de vida que el nuestro ¡algo tan único como ilógico! Por si fuera poco, el venezolano en vez de exigir gestiones públicas eficientes se da el tupé de aceptar los errores y demás desaciertos de sus gobernantes como si se tratase de un simple y trivial juego. Para colmo, el venezolano no le importa el factor cualitativo de sus candidatos, es irrelevante si éste tiene experiencia comprobada, suficiente carga moral ni que la oferta electoral sea factible o ajustada a nuestra necesidades. Amiga, amigo lector, Venezuela jamás cambiará hasta que sus habitantes comprendan que este país no es un circo barato, los venezolanos deben asimilar que un gobernante, sea concejal, alcalde, gobernador o presidente, es un empleado público y como tal está obligado a generar resultados positivos, resultados palpables en el día a día no sólo en cifras ni en vallas publicitarias. Venezuela jamás cambiará sí sus habitantes aceptan la delincuencia, la inflación y los servicios públicos deficientes como algo natural ¡NO! Venezuela necesita más ciudadanos.
@leandrotango