“Los gobiernos son velas; el pueblo, el viento; el Estado, la nave, y el tiempo, el mar.”
Ludwig Börne
“Yo soy el dueño de mi destino; yo soy el capitán de mi alma”
William Ernest Henley
I. Derivando
Para bien o para mal, todos en el país vamos montando la misma barca que por mala estrella y una dosis descomunal de piratería del capitán de navío abordamos contracorriente todo pronóstico reservado. Hay problemas en el timón de mando. Enrumba pero no dirige. Arremete contra el oleaje en mar picado. Quiere pasar por camarada del marinero, pero en el fondo lo aborrece por ser simplemente otro incauto argonauta a la víbora de la mar.
El capitán disimula su propia deriva espiritual. Ha olvidado las cartas de navegación y las ha sustituido por un viraje a las estrellas valga decir a la estrellada. No usa catalejo y el sextante no sabe emplearlo. Confunde cala con rada, lago con laguna, río con ría, y mar con océano, y debido a que maniobra muy ceñido al litoral coralino, encalla con meridiana frecuencia.
El infinito aturde. Su sueño de inmortalidad libertadora es esa rara alucinación que aumenta la vigilia. Cuatro horas de inquieto dormir es demasiado pa’l que no sabe cómo se enfila norte franco. La brújula magnetizada, con la que viene apuntando a la meridional, tiene la polaridad invertida, mientras calumnia el septentrión que se gasta entre tanto fulgor adulterado y utopía astral.
II. Columbrado
La calina juega mala pasada cuando viene Bruna, que es la mayoría de las veces. El comandante nunca despliega su velamen a los alisios. Luego se extraña que la proa parezca la popa pero al revés. Sigue perplejo al panorama, y platica con el dios trueno maldiciendo al poderío yanqui y a la crisis mundial. Dios libre al marinero que contraríe una orden por tocada que venga. Los marineritos aplauden la torpeza y el engreído cree que son loas para su bitácora de regente de la regresión de riquezas y por tanto de la ahogante subsistencia.
Esas, sus credenciales. Aún así son muchos las balsas que se acoplan en esa chalana al desvío de Gulliver y sus viajes a Liliput. El gigante por fuera es enano por dentro. Teme al agua clara. No nada bien y le horroriza la mar de fondo. Le falta el salvavidas cultural, la serenidad estándar y la audacia del lobo de mar. Lobo que aúlla no muerde. No le gustan los enérgicos, los capaces, él es el único que puede con eso de jefe de mareo; le da antipatía la paridad; o está por arriba del resto o su perfil se sofoca en un océano de insignificancia.
III. Sin Derrotero y Derrotable
Desesperado anda desde que le disputan el timón de mando. Sabe que no cuenta con la moral como baremo, ni con su pliego de pilotaje. Su fuerte es la trácala, la engañifa y la apariencia que juega garrote. Ni hablar de la habladera de paja. La revolución es la carabela fantasma. El Triángulo de Las Bermudas. La Ciudad Perdida de la Atlántida. Una isla misteriosa a la que acaso llegas desde la antípoda de un remo zurdo. Los céfiros limpian a favor del cielo y El capitán futuronsky le aguarda con su contra demócrata a mar abierto.
IV. Soltar Amarras
El 7 de octubre, zarpa un nuevo navío. La gente decidirá si es a estribor republicano o insurgente babor. El sensato optará por un mejorado rumbo para el país y no una nación embarcada en el naufragio de la gabarra socialista. Navegante, si hay camino, y se hace camino a estribor, siempre franco, a toda máquina viento en popa…vamos todos unidos por una renovada Venecia, que no se hunda sobre sí misma que navegue sobre aguas de libertad y horizonte abierto… bitácora del capitán: cielo cero octavos, aires limpios, al triunfo de un país innovador… El Sereno no se conduela de esta turbulencia sin gracia y desgraciados…
#opinion: ¿Babor o Estribor? por: Marcantonio Faillace Carreño
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