Buena parte de las nuevas generaciones preguntarán no sólo sobre Fedora Alemán, sino de lo que suele llamarse el canto lírico. Hay un doble aprendizaje de todos estos años que impide reconocerla como la venezolana excepcional que es, cuya vocación artística es tan ajena al gusto de las mayorías que aplaude y delira por Dudamel y el consabido sistema de orquestas, aunque preferiblemente deban escucharlos otros.
Excepto que tenga alguna familiaridad ideológica con el régimen, el Estado no promueve el esfuerzo de aquellas personalidades que hicieron posible este país pretendidamente (re) fundado poco más de una década atrás. Sobrarán los méritos, dirán de una comprobada vocación y perseverancia, pero deben amoldarse al prototipo que, por cierto, importandoles poco la realidad que prohíben escudriñar, sirva a los fines propagandísticos y publicitarios del socialismo petrolero que los anima y enloquece.
Salvo que se integre al gusto cabillero predominante, incapaz de aventurarse en la excelencia posible de cada género, los prejuicios musicales inmediatamente impiden otras alternativas que, inevitables, tardíamente descubriremos en la vida cotidiana. Estamos socialmente preparados para determinadas tendencias y artistas que, efímeros, reciclan el basurero estético inadvertidamente impuesto.
Lo cierto es que nuestra Fedora Alemán nació el 11 de Octubre de 1912, y – aún entre nosotros – merece un cabal reconocimiento nacional como venezolana y como mujer que aportó muchísimo al país que somos, cuya hondura y consistencia precisamente exponen esa inmensa contribución que lo hace capaz de sobrevivir a los más variados desmanes éticos. Su vida y su obra se encuentra reflejada en la red, fundamentalmente un portal (http://www.fedoraaleman.com/) que explica las inmensas ventajas de una herramienta que puede competir frente a nuestros tan convencionales olvidos.
A sabiendas de nuestra predilección por la bahiana nr. 5 de Villa-Lobos, María Sigillo la ejemplificó con tal entusiasmo por Fedora que nos llevó a comentar el necesarísimo reconocimiento hacia una mujer de trabajo y de enorme sensibilidad, que toda Venezuela está a tiempo de reconocerle en vida. Escucharla bajo la temprana y meritoria batuta del talentoso Rodolfo Saglimbeni, nos adentró en la estupenda biografía de la soprano que ha de integrarse al gigantesco esfuerzo de pedagogía cívica inherente a la transición democrática en la que nos empeñamos.
Poco importa que no gustemos del béisbol o de la literatura, pero los recientes centenarios de Alejandro Carrasquel y Gloria Stolk pudieron convocar al país que merece de las otras dimensiones espirituales tan indispensables. Ahora, en vida, Fedora Alemán puede invitarnos al reencuentro, con absoluta independencia de la politiquería que anida en el gobierno y, ¿por qué no decirlo?, en un significativo porcentaje de la oposición.
Por lo pronto, empleando en lo posible la herramienta que tenemos a la mano, plantearemos en la Comisión de Cultura de la Asamblea Nacional un acuerdo asumido más allá de la nefasta polarización, en torno al centenario de Fedora. Ella lo merece y, muy modestamente, le rendimos homenaje.
@luisbarraganj