#Opinión:Competitividad y crisis personal Por: Alberto Mirabal Martinez

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Efectivamente no han sido pocas las crisis por las que nuestro país ha pasado a lo largo de su historia. Sin embargo, uno de los trances que en algún momento comenzó a ser persistente y poco internalizado a pesar de su alto impacto en la colectividad, es el referido a la competitividad de la nación, cuyos indicadores de rezago de acuerdo a los diferentes rankings en el contexto mundial, no deja de ser alarmante. Algunos de los criterios que privan en el análisis para establecer los puntajes, suelen hacer referencia a factores de corte estructural, político, industrial, tecnológico, jurídico, social, institucional y laboral.
Refiriéndonos exclusivamente a esta última apreciación, basta conversar con responsables del área de recursos humanos y saldrán a colación un cuerpo de debilidades presentes hoy día, cuando de búsqueda y selección apropiada de personal se trata. Anteriormente, el tema tenía un cariz diametralmente opuesto. Éramos muy bien valorados por nuestra idoneidad, no sólo localmente sino en el concurso foráneo.
No obstante y si bien en las actuales circunstancias hay notables excepciones de calidad profesional en el universo de trabajo, tales singularidades parecieran no representar la regla en la cotidianidad. Indague usted sobre el por qué de la persistente y moderada disposición hacia la excelencia en el trabajo y las argumentaciones estarán alimentadas por multiplicidad de variables, una de las cuales tiene que ver con la preparación académica. Haciendo acotación a ello y con los matices del caso, sugiero que si de academia se trata, el tema pasa tanto más por el funcionamiento del mismo sistema educativo superior, como por la presencia de algunos rasgos existentes en la cultura nacional. Estos dos elementos con incidencia en la vertiente laboral a la cual se hace puntual referencia, indefectiblemente impactan en el plano de la competitividad.
Estimo entonces, que en el plano curricular universitario se trata menos de fallas en contenidos y más de prioridades. Con algunas salvedades en centros de enseñanza superior, la presencia de excesivas asignaturas, la necesidad de actualización en tendencias que mutan continuamente en el plano operativo y gerencial, la débil exigencia en el plano de la investigación, el escaso énfasis en temáticas asociadas a la diversidad y globalización, la poca rigurosidad en manejo de idiomas y paquetes informáticos, y la aún más endeble conexión con la práctica como consecuencia de insuficientes pasantías, suelen atentar contra el futuro desempeño y ejercer su peso negativo en materia competitiva. Pero en paralelo, un sistema que no aporta los recursos requeridos para el cabal funcionamiento en materia formativa, que dificulta los trámites para la autogestión, que no mantiene severidad con el régimen de permanencia de quienes se forman, que demerita la labor docente y cuyos mecanismos de control hacia la gestión directiva y solvencia profesoral parecieran distar de lo justo y pertinente, terminan socavando aún más el proceso.
Paralelamente y en términos culturales, la parca presión por parte de la misma sociedad en la construcción de valores que premien la disciplina, compromiso e innovación, no invitan específicamente a la competitividad. Por el contrario, la presencia de rasgos que abrigan conformismo, indolencia, sentimientos de inferioridad y trabajo sobre una exigencia mínima, ralentiza y atenta contra la eficiencia.
¿Hay excepciones ante la crisis de personal que vive nuestro país? Indudablemente que sí. Las evidencias de competentes profesores, excelentes estudiantes, diligentes funcionarios públicos, innovadores empresarios y efectivos trabajadores engrosando las filas laborales y manteniendo a flote una sociedad con signos de conformismo, es más que una muestra de ello. Se requiere entonces abogar porque estas excepciones y la nueva dirigencia política puedan servir no sólo como patrón de referencia para hacer los ajustes requeridos, sino como efecto multiplicador ante las instancias pertinentes para recobrar más que prontamente nuestro nivel de eficiencia, repatriar el talento, ingresar a la élite mundial y proyectarnos como lo que siempre fuimos: competentes trabajadores.

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