#Opinión: El simulacro electoral Por: Leopoldo Puchi

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Resulta extraño que la oposición no haya participado masivamente en el simulacro organizado por el Consejo Nacional Electoral. Por supuesto, no era una votación propiamente dicha, ni tiene el valor de una encuesta,  pero sí era  un momento de la competencia electoral en el que, de alguna manera, se medían fuerzas. Como se ha señalado, era una suerte de partido amistoso, en el que nadie puede atribuirse una victoria desde el punto de vista jurídico, pero sus resultados sí influyen en el ánimo de los contendores y se ponen a prueba las tácticas y capacidades de las fuerzas en pugna.
No había razón para eludir el desafío y mostrar la capacidad de acometida de los diversos grupos y organizaciones que respaldan la candidatura de Henrique Capriles, tal como lo hicieron los seguidores de Hugo Chávez. Y, sobre todo, era la ocasión, muy útil, para ejercitar la movilización de de la gente, práctica que hace parte sustancial de nuestros procesos electorales desde hace mucho tiempo, que garantiza una base mínima de participación, crea un efecto psicológico de arrastre y superioridad y se realiza por medio  del trasladados en autobuses o a través del contacto personal en operativos organizados por los partidos y del voluntariado.
Al parecer, lo que hizo la MUD fue garantizar parcialmente la maquinaria en las mesas, la presencia de testigos, y al mismo tiempo detectar dónde están las fallas para corregirlas. Todavía no se conoce el informe, pero ya se conoce que la maquinaria opositora ha mejorado en relación a otros procesos electorales. De la misma manera se certificó el mecanismo tecnológico empleado por el Consejo Nacional Electoral.
Sin embargo, en el simulacro estaba previsto que también se ejercitaran los operativos de movilización, para verificar, entre otros puntos, cómo está funcionando el programa que se anunció con el nombre de “Tu voto y dos más”. Esto hubiera permitido ver si está funcionando, quién  ha cumplido y quién no.
En las elecciones de gobernadores de 2008 y en la de diputados de 2010, la oposición participó activamente en el simulacro  y quedó muy bien parada, incluso en algunas regiones y municipios superó al Psuv. Pero en esta oportunidad se enfrió la maquinaria. Al inhibirse, la oposición ha  cometido un grave error, que no puede enmendarse con justificaciones sin fundamento o con espejismos, como el de quienes dicen “sacamos votos aun sin movilización”.
¿Qué pasó? Todo indica que hay serios problemas en el campo opositor. Una parte de ellos puede atribuirse a las divisiones internas, a las rivalidades entre los partidos. Pero hay otros elementos que perjudican fuertemente, como la baja incorporación de los gobernadores y alcaldes, lo que contrasta con la participación en los simulacros anteriores, cuando ellos eran candidatos.  Tal vez guardan energías y recursos para diciembre.
Al mismo tiempo, hay problemas de fondo, de naturaleza política, que seguramente serán evaluados luego de las elecciones. Pero resulta incomprensible que la dirigencia opositora se descuide en un proceso electoral tan importante, porque, gane o pierda, tiene una base electoral muy amplia, que debe preservar para el futuro. A nadie le conviene una debacle del campo opositor.

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