Hermanos, actualmente con mucho pesar vemos pasar una y otra vez, hombres y mujeres separándose el uno del otro, y en ese vaivén observamos en unos dolor, en otros resignación, arrepentimiento o lamentablemente mucho de ese rencor que daña nuestros corazones y amarga sin contemplación nuestra existencia y de quienes nos rodean también; entonces es cuando nos damos cuenta de que hay un gran desconocimiento acerca de la necesidad del “perdón”, “tolerancia o comprensión”, “del verdadero significado del Amor”, mas aun, de lo que el Santo Sacramento del Matrimonio significa. Recordemos que la célula principal de toda sociedad es la familia, y ante los ojos dulce de mi Señor, es la primera Iglesia doméstica de Dios; es la escuela principal de valores y de esa fe, que todos sabemos que necesitamos, para peregrinar con verdadero éxito en este camino terrenal pasajero, decisiva, para la estabilidad emocional futura de nuestros hijos. Ahora preguntémonos todos “¿Desearíamos realmente, tener un mundo prostituido de hombres y mujeres, donde las reglas de sus actuaciones son sus bajas pasiones y obscenos deseos carnales, que permanente ofenden la memoria de sus progenitores, que destruyen y ensucian esa hermosa morada interior y deshonran esa condición tan misericorde que Dios deseó para nosotros, al convertirnos en templos de su Santo Espíritu de Luz (¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,[o] el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?, 1Co 6,19 )? No lo creo…
Este bendecido regalo de la unión sacramental, concedida por la Madre Iglesia Católica instituida por Cristo Jesús, es un don preciado (“Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades (infierno) no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” Mt 16,18-19, Jesús le dio autoridad a ellos y a sus sucesores, los sacerdotes para unir y desunir en su nombre) y debe ser valorado en cuanto a que, debe existir en el corazón del hombre y de la mujer que lo recibe, la convicción de que con las cosas santas de Dios no se juega, no se reprochan, no se tientan (“No tentarás al Señor tu Dios”,Mateo 4:7).
Nuestro Dios conoce sólo el bien y el mal, no conoce matices entre estos (“Pero por cuanto eres tibio,y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca, Ap 3,15.), recibimos su bendición cumpliendo su orden y mandatos o nos condenamos nosotros mismos, haciendo el pecado o pasando por encima de El, quien lo único que desea es el bien permanentemente para nosotros (“Dios dispone de todo, para el bien de los que lo aman»Ro 8,28-29). Cuando nos unimos debemos ser fieles en nuestro compromiso con Dios e igualmente, fieles en amor y respeto para con nuestro conyugue, ¿Y de donde sacar la fortaleza, y mantener siempre rozagante ese amor hasta que la muerte nos separe? En el manantial inagotable de gracias y bendiciones, poderoso y santo de “la Oración”, en la “comunión diaria con Dios”. Matrimonios, fortalezcan sus lazos caminando junto a Dios, no se separen ni un sólo instante de El, oren juntos, decidan juntos y sobre todo luchen por mantener un ambiente de comunicación donde reine la Paz, para que así la gracia del Espíritu Santo sople sobre ustedes su sabiduría, necesaria para conducirse con prudencia y santidad, y no según nuestra pobre inteligencia y viveza que se ve totalmente opacada, ante la voluntan gloriosa, recta y perfecta de Dios. El demonio existe y acecha mucho más los matrimonios donde no hay oración, donde los insultos le dan la bienvenida para continuar haciendo sus fechorías a los hijos sacramentados de Dios. Oremos pues si mas miramientos, y como decía el Padre Pío de Pietrelcina: toma tu arma: “El Rosario” y en familia nada ni nadie, ninguna fuerza maligna, y en la compañía de la gloriosa Maria, Reina y Madre de nuestro salvador Jesús, podrá vencernos o atemorizarnos. Dios les bendiga a todos.