#Opinión: La derecha roja rojita. Por: Macario González

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Sin tregua

El programa de gobierno de la Mesa de la Unidad Democrática y de Capriles tiene acentuados valores de justicia social y de resguardo de las libertades públicas. De no ser así, uno que se considera militante de la izquierda democrática o de centro izquierda, no lo estaría refrendando. Esa bazofia que muestra el gobierno a través de unos pilluelos mercenarios fue escrita por ellos, un documento forjado que nada tiene que ver con el gobierno de la Unidad. Esto, palabras más palabras menos, fue lo que sostuve en la rueda de prensa de la MUD Lara el pasado lunes en mi condición de coordinador de este foro político en el que, ciertamente, convergen muchos dirigentes que tienen una trayectoria de militancia de por vida en varias organizaciones de la izquierda democrática venezolana.

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El acto de creadores culturales con Capriles, realizado en Caracas hace un par de semanas mostró muchos artistas, cantautores, escritores, gente del teatro y del cine, artistas plásticos, conocidos por muchos años en la actividad de la izquierda, pero más que por militancia partidista, por sus postulados como creadores que los hacen refractarios al régimen que nos desgobierna.

La gran mayoría de los intelectuales y los investigadores universitarios, de izquierda, se han pronunciado y trabajan por la candidatura de la Unidad. No puede ser de otro modo cuando se trata de escoger entre lo progresista, liderado por Capriles y lo reaccionario de un gobierno que ha hecho de todo por destrozar valores tan democráticos, tan progresistas, como la autonomía universitaria e imponer algo tan retrógrado y de extrema derecha como el pensamiento único. Aunque también es cierto que cierta vieja izquierda, la

stalinista o castrista, coincide con la extrema derecha en imponer por la fuerza policial y militar el sistema de gobierno de partido y pensamiento único. Sí, “los extremos se tocan”, como tantas veces lo advertimos en el proceso de ruptura con esa izquierda anclada en la década de los 60 y 70 del siglo pasado.

Igual ocurre con centenares de dirigentes sindicales y líderes del mundo laboral, incluyendo muchos que antes apoyaron al “proceso” esperanzados, hoy hartos del anti obrerismo del presidente saliente y de su falsa revolución contraria a los valores fundamentales para los trabajadores como la autonomía sindical, los contratos colectivos y el derecho a la protesta. El sello de este gobierno militarista-despótico es la criminalización de la lucha popular y social. Cada vez son menos los que se aferran a creer que por usar un lenguaje de “izquierda” y decir “soy obrerista”, este gobierno sea algo distinto a un régimen autoritario de derecha. Así vistan de rojo…

Y no es casual tampoco, que el chavismo pierda el 90% de las elecciones universitarias: estudiantiles, profesorales, de empleados y obreras, en un tradicional feudo izquierdista en el país. Ni que gremios siempre críticos como el de periodistas y comunicadores sociales, sean hoy adalides de la resistencia social. Finalmente está el ámbito de los partidos. Todos los matices de la izquierda democrática – con excepción de la vieja izquierda anclada en el pasado fracasado – es parte de la MUD. En el Psuv, donde hay unos cuantos militantes de izquierda de buena fe, deben lidiar con un gobierno básicamente militarista con marcado sesgo hacia la derecha rancia. Yo diría que hay más derechistas en el Psuv que en la MUD. Bastante más. Ellos mismos los llaman “derecha endógena”, está liderada por Diosdado Cabello y es mayoría en el seno de ese partido. En nuestro caso, incluso quienes en la Unidad se definen como de centroderecha, son mucho más progresistas que los de la “derecha endógena” psuvista.

Es ridícula pues, y cada vez menos gente se la traga, esa campaña de llamar a Capriles “el candidato de la derecha”. Mucho menos logra un efecto esa bazofia escrita por los laboratorios de guerra sucia del G-2 cubano instalado en Miraflores, de un supuesto “paquetazo neoliberal”. Capriles mismo, por joven, actualizado y por su gestión pública es lo que en la jerga política de siempre, se le llama hombre de avanzada. Con mucha sensibilidad social. No un traficante de la miseria, como el pinocho de Miraflores que usa la pobreza para explotarla políticamente y, por esa vía, tratar de ser vitalicio en el poder. Si eso es ser de izquierda, entonces este que está aquí, no es de izquierda. A mucha honra…

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