Los margariteños pueden estar en desacuerdo en muchas cosas, pero cuando se trata de la Virgen del Valle, saben que nadie debe atreverse a dañarla o profanarla. Una prueba irrefutable se registró en noviembre de 2009, cuando seis sujetos portando armas de fuego ingresaron al Museo Diocesano en El Valle del Espíritu Santo y se llevaron todos los tesoros de la Patrona de Oriente.
Nunca se vio tanto repudio en la Isla de Margarita. Pero un primer milagro no tardó en materializarse, porque, ese mismo día, un operativo unió espontáneamente todos los cuerpos de seguridad de la región insular, sin importar filiación política, y capturó a los delincuentes en alta mar. Fue la primera demostración de que cuando se trata de la querida «Vallita», las diferencias quedan de lado.
La mala noticia en aquella oportunidad fue que los malhechores arrojaron los tesoros de la virgen al fondo del mar. Por unos meses parecía que todo estaba perdido. Pero los habitantes de Nueva Esparta jamás perdieron su fe y rezaron con esmero hasta presenciar, dos años después, un milagro aún mayor, casi imposible, que les tenía preparado la Virgen del Valle.
Un milagro impresionante
El jueves 8 de diciembre de 2011, 1500 joyas regresaron al camarín de la Basílica Menor de la virgen donde siempre habían estado, luego que en mayo de ese año un pescador las encontrara en el mar.
Johnny Jiménez, quien había viajado desde Araya, estado Sucre, hasta un lugar cercano a la isla de Coche, para buscar caracoles, decidió sumergirse en algún punto del inmenso mar.
A cuatro brazadas de profundidad, algo brillante llamó su atención. «Era un bolso estilo koala. No estaba bien cerrado y en una parte se veía algo que brillaba. Cuando lo subí al bote y se lo enseñé a mis compañeros, la impresión fue grande. Eran los tesoros de la Virgen», relató en aquel momento.
Es sólo una muestra de la enorme fe en «Vallita» que convierte en realidad lo que para la mayoría es irrealizable. Ya lo dijo el Obispo de Margarita, monseñor José Anibal Quintero: «Este hallazgo demuestra que no se puede jugar con las cosas santas. La aparición del tesoro es uno de los tantos milagros que concede la Virgen al pueblo».
La tradición de viajar y de cantar
Milagros aparte, el pueblo oriental y de muchos otros lugares ha convertido en tradición viajar a Nueva Esparta en septiembre. Pero tan bello como el fervor religioso que materializa milagros o la costumbre de viajar en familia a Margarita para peregrinar por «vallita» es la tradición cultural que rodea las festividades y que ha dado al país tantas obras musicales nacidas del talento de creadores como el recién fallecido Jesús «Chu» Ávila, José Elías «Chelías» Villarroel, Francisco «Chico» Mata o el incansable Alberto «Beto» Valderrama.
Es la música que suena en cada rincón de Nueva Esparta, sobre todo en septiembre. Son los sonidos que este año también animan las festividades en cada municipio neoespartano como el más sentido homenaje a una creencia, a un pueblo.
Jesús «El Pollo» Bellorín, Auricet Pérez (la Diosa Crepuscular) Corazón de Pueblo, Aurelia Ramos, Parranderos de Valparaíso y Parranderos de la Salina, han cantado en las jurisdicciones de Antolín del Campo y Marcano desde el primer día del mes.
A ellos se unieron los galeronistas Ernesto da Silva (el Ciclón), José Agreda (El Vengador), Maximiliano Villarroel (El Nuevo Huracán) y Luis Antonio Rodríguez (el Pintor Maravilloso) en el municipio García, para compartir su canto tradicional con los devotos.
Es la fiesta de la Virgen del Valle, una patrona que lleva más de un siglo concediendo milagros, cultura y tradición al pueblo margariteño y de toda Venezuela.