Aunque desde hace dos años y ocho meses el Hospital Central Antonio María Pineda cuenta con una amplia sala se espera, los familiares de los pacientes siguen durmiendo a la intemperie.
La mayoría de los larenses que llegan allí para acompañar alguna persona, prefieren pernoctar a las afueras de la Emergencia del Hospital, donde se acomodan sobre cartones para dormir en el suelo.
Las consecuencias son múltiples: pasan frío, se ensucian y a veces hasta se mojan como en los últimos días cuando ha estado lloviendo en Barquisimeto. Cada familia busca un lugar para atrincherarse. Los que llegan más tempranos toman los “mejores espacios” y se muestran indiferentes ante la edificación.
“Una vez fui a esa nueva sala de espera y la verdad todo es muy bonito, espacioso y limpio, pero está muy lejos de la emergencia; por eso prefiero estar aquí afuera porque me parece que estoy más cerca de mi hermano”, comentó Ediluz Castillo, quien vive en El Garabatal.
Multitud a la intemperie
Cada noche unas 600 personas pernoctan en las afueras de la emergencia. Los que llegan más temprano logran hacerse con los lugares adyacentes a la entrada de la emergencia (al lado y al enfrente de la emergencia). Los que van llegando después se acomodan a las afueras de la capilla, segundo espacio de interés para los usuarios.
“Aquí es mejor estar, porque tienes más cerca a tu familiar. Hace poco cayó un palo de agua y todos tuvimos que correr a la capilla y meternos todos allí. Estaba full y había mucho calor. Estuvimos allí como una hora hasta que el invierno cesó, relató Gladys Rojas, quien vive en la Villa Crepuscular y tiene un hijo en traumatología.
Gladys también ha pasado su susto, por no usar la sala de emergencia. “Un día por poco me atracan, me pidieron un medicamento y salí a la calle a comprarlo, cuando regresaba noté que dos hombres me perseguían afortunadamente ya estaba llegando, pero pudieron haberme atracado o secuestrado. Lo peor es que ahí en la sala Divina Pastora hay una farmacia que vende a precios económicos, pero casi nunca voy”.
En un tercer plano están los lugares más lejanos, como los alrededores de la sala de espera y sus jardines. “Ellos prefieren pasar frío acostándose en las caminerías que están justo a lado de la sala de espera, pero no entran a la sala. Allí van a encontrar sillas, baños limpios, camas y hasta agua caliente. Pero Prefieren tirar la sábanas al suelo y enrollarse a la intemperie”, comentó Yaneth Aguilar, operadora de sistema de la sala.
Están en tinieblas
Pero cuando cae la noche las tinieblas se apoderan de las cercanías de la emergencia y en ocasiones el lugar hasta se torna peligroso. “Hay personas que llegan aquí a ver qué tiene uno, normalmente no son violentos, pero si ven algo mal parao se lo llevan sin ninguna contemplación”, comentó un familiar que no quiso identificarse.
En un recorrido nocturno, se pudo observar que el alumbrado en la zona es deficiente y en algunos sitios es casi nulo, pero las personas se muestran indiferentes a esta problemática. Dicen que ya están adaptados a la situación, y aseguran que han aprendido a realizar ciertas cosas en tinieblas, como contar dinero, buscar una cosa, al tanteo, dentro de un bolso o maleta y hasta sortear de memoria los obstáculos que hay en el sitio.
Las pocas personas que usan la sala de espera de la Emergencia son procedentes de otros estados del país, como el caso de Gloria Guanipa quien desde hace 15 días tienen a un familiar en Traumatología tras sufrir un accidente en la carretera Lara-Zulia. “La verdad es que esto está muy bonito, ni en Maracaibo había visto algo así. Hay mucha comodidad, parece una clínica, ya he pasado 12 noches aquí .Por el altavoz me avisan todo lo que necesita mi hermano. Estoy al tanto de todo”.
Pero los larenses, quienes deberían ser los primeros beneficiados con la obra, se muestran indiferentes y siguen a la intemperie.
La indigencia galopa
Sonia Triana, empleada de mantenimiento, dice que cada día se meten a dormir en el lugar unos siete indigentes en promedio. “Ellos dicen que van al baño a orinar y se quedan allí. Nadie los puede sacar porque se tornan violentos.
La mayor preocupación para Triana es que estas personas han destruido partes de las instalaciones. “Ellos se meten a los baños y hacen estragos. La grifería la destruyeron, al principio había con sensores, pero las dañaron y se sustituyeron por la convencionales, que también dañaron”.
Dice que es necesaria la presencia policial, que hasta ahora no la tienen, para que los controlen. La mayoría de estas personas es agresiva. Nosotros no podemos controlarlos, aquí trabajamos cinco personas en el área de mantenimiento, tres en jardinería y siete en sistema, y no podemos controlarlos”.
En el piso de las tres salas se observó a algunas de estas personas durmiendo. “Cuando se les dice que por favor salgan ellos responden que no se van porque son familiares de las autoridades, pero es mentira. El problema no es que permanezcan aquí; lo triste es que dañan los espacios, porque lamentablemente no tienen una cultura de cuidar”.
La comodidad no aisla al familiar
La edificación cuenta con tres salas de espera, cada una de unos 100 metros al cuadrado y con 50 butacas para que las personas puedan sentarse a esperar noticias de sus allegados. Tienen también aire acondicionado, un restaurante o cafetín que ofrece comida a precios solidarios y una farmacia social.
Hay cuatro salas de baños para damas y caballeros, con sus duchas para que los usuarios puedan bañarse. Existen diversos tomacorrientes en donde las personas pueden poner a cargar sus celulares. En la segunda planta del edificio hay una sala para dormir. Hay 36 butacas reclinables tipo cama, en las cuales las personas pueden descansar durante la noche.
Pero la comodidad no aísla a los usuarios de realidad quienes viven, porque existe un equipo de sonido por el que llaman a los familiares cuando los pacientes requieren un medicamento, prendas de vestir o simplemente para dar a conocer el estado de salud. Pero también hay un monitor de 42 pulgadas en el cual sale escrita la información que se da a través del altavoz. Es decir que pueden enterarse de todo lo que necesita el paciente.
Fotos: Emanuele Sorge