#Opinión: SOLO LA CIUDAD SALVA Por: Claudio Beuvrin

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LA CIUDAD COMO TEMA
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Existe una larga tradición de rechazo a la ciudad, a sus modos de vida; a su ruido, caos, a su suciedad pero sobre todo a un supuesto deterioro moral. Según el decir de la Biblia, Dios destruyó a las ciudades de Sodoma y Gomorra por su perversión irremediable. Al contrario, el campo es visto como asiento de la virtud, el trabajo y la templanza. A pesar de esa negativa tradición, la ciudad no ha dejado de recibir gente que sale del campo. También, de vez en cuando, ocurría el movimiento contrario: gente huyendo de la ciudad para salvarse de epidemias como la peste negra, epidemias que se propagaban por el contacto físico, la suciedad, las ratas y el agua contaminada.
A pesar de las maldiciones bíblicas, el triunfo de la ciudad sobre el campo ha sido total. La ciudad es un centro de oportunidades y servicios pues es más fácil y barato proveerlos a una población concentrada que a una dispersa. Imagine, por ejemplo, la extensión del cableado para dotar de electricidad a los muchos caseríos dispersos en el campo. En el campo solo suele haber servicios médicos muy básicos, en cambio, mientras mas grande es la ciudad mas variados y amplios son los servicios médicos que ofrece a toda su área de influencia. En el campo solo hay pequeñas escuelas mientras que en la ciudad están todos los niveles educativos, incluyendo los centros de postgrados muy avanzados. Y si de empleo se trata, el campesino siempre es peor pagado que el obrero urbano.
Una de las grandes acusaciones que se hace contra la ciudad es la de estar llena de individuos que se ignoran unos a otros, que se sienten solos en medio de una multitud de solitarios indiferentes unos a otros. Es probablemente causa del numero, somos muchos como para conocernos personalmente, algo que los sociólogos han estimado como posible solo en pequeñísimas comunidades que no pasan de mas de 5.000 personas. Pero ese defecto puede ser visto como la contracara de una virtud ciudadana esencial: la libertad. El individuo deja de estar sujeto a la mirada moralista y a la censura de sus vecinos, quebrando aquello de pueblo pequeño infierno grande. El citadino puede hacer lo que quiera y como lo quiera, sujeto solo a su conciencia y firmeza ética, pues nadie le va a decir nada, a menos que sea algo ilegal, y más aun, la ciudad ofrece un escondite para quien tenga razones para esconderse. Además, en la ciudad hay gran diversidad de intereses y se forman muchos grupos para compartir los intereses comunes, algo impensable en la monótona uniformidad del campo y esto permite el desarrollo de cada individuo según su preferencia. Todos los grandes descubrimientos, los movimientos artísticos, los desarrollos tecnológicos, las iniciativas empresariales, etc. se concentran en las ciudades. Para el que busca empleo, ser rechazado por el único empleador que hay en el pueblo es una tragedia, pero en la ciudad se pueden tocar muchas puertas, que alguna se abrirá.
También los movimientos políticos se materializan en la ciudad pues ellos requieren de número y concentración para la divulgación de sus mensajes y la lucha política. El espacio de la ciudad es el espacio natural de la política. En la ciudad están los símbolos de los poderes y sus calles y plazas son los espacios donde se los confirma o cuestiona. La toma del palacio donde reside algún poder político es, con frecuencia, la toma del control sobre el espacio de influencia de la ciudad, muchísimo mas vasto que el de la ciudad misma y puede implicar la caída de todo un país. La democracia, uno de los valores más importantes de occidente, surgió en las ciudades griegas, no en sus campos. El poder de los grandes imperios es impensable sin una gran ciudad.
Está por culminar la primera ola de urbanización, la que en el transcurso de unos 7.000 años nos llevó a pasar de ser cazadores y recolectores errantes a agricultores asentados en pequeñas villas que, eventualmente, se convirtieron en las ciudades tal y como las tenemos hoy, pero ya las tendencias demográficas indican claramente que, como ya está ocurriendo en toda Europa, el crecimiento poblacional se frenará y eventualmente, se revertirá. Esto permitirá que en vez de correr para satisfacer las crecientes necesidades de viviendas y todo tipo de servicios, habrá oportunidad para repensar las ciudades, disminuir sus tamaños, corregir sus defectos y reconstruirlas según otros criterios, revertiendo también los daños que se le están haciendo a la naturaleza y donde el hombre combine su derecho a la libertad con su derecho a ser parte de una comunidad en la que sentirse menos solitario, mas solidario y mas integrado.
Aunque muchos siguen añorando un pequeño prado arbolado donde descansar del caos urbano, esto será posible en la ciudad futura, reurbanizada de una nueva manera.

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