Planteamientos
El pasado 25 de agosto el mundo entero recibió la noticia del fallecimiento de Neil Armstrong, a los ochenta y dos años de edad, recordado como el primer hombre que dejó plantada su huella en la Luna, tras lo cual se convirtió, según las palabras del presidente Barack Obama, “en el mayor héroe que ha dado Estados Unidos”. El trascendental suceso ocurrió el 20 de julio de 1969, en el marco de la Misión Apolo 11, programa creado por la NASA, en un contexto en el cual la decisión del gobierno norteamericano, presidido por John F. Kennedy, formó parte de la carrera por ganar el espacio sideral ante la desaparecida URSS, en medio de la denominada guerra fría y la conquista de la hegemonía mundial. Ese capítulo de la confrontación había comenzado en 1957, con el lanzamiento del satélite artificial ruso, Sputnik1.
El desarrollo de la ciencia y tecnología, ya presente en los medios de comunicación audiovisuales, posibilitó en gran medida contemplar y seguir muy de cerca la fascinación que envolvía un hecho sin precedentes en la historia, a través de las imágenes en blanco y negro, enviadas desde 400.000 kilómetros de distancia. Luego de anunciar el aterrizaje del “Águila”, e iniciar su descenso al Mar de la Tranquilidad, el comandante de la nave pronunciaría su feliz, breve y contundente frase: “Un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”. Se estima que más de seiscientos millones de espectadores contemplaron el espectáculo.
Como suele ocurrir frente a acontecimientos cargados por el tiempo con una elevada dosis de incredibilidad, no faltó quienes dudaron y llegaron a calificarlo como un montaje fílmico propio de Hollywood, con fines políticos y propagandísticos; aparte de servir como referencia para tratar de discernir, desde el punto de vista filosófico entre la verdad y la realidad y la influencia de los medios.
El reputado profesor Juan Nuño, representante de la Escuela de la Sospecha, y, además crítico de cine, en un ensayo recogido en Etica y Cibernética (Monte Avila Editores Latinoamericana. 1994), argumentaba lo siguiente: “Se ha visto al hombre caminar por la superficie lunar. ¿Se ha visto? ¿Era eso la realidad verdadera? Si en un estudio de televisión se prepara un paisaje desierto y desolado, “lunar”, y se filma luego una caminata sobre ese suelo esponjoso y yerto para terminar proyectándola ralentizada, ¿quién podría notar la diferencia con la filmación supuesta, in situ? ¿Cómo saber que realmente el hombre fue a la luna? En puridad habría un solo medio: ir en efecto allí, a la Luna, y fotografiar directamente aquellas famosas pisadas, que allí deben seguir. Error: porque para hacerlo tal, habría que llevar un equipo de filmación y luego proceder otra vez a proyectarlo, reproduciendo el problema original al infinito. ¿Cómo saber que la segunda vez sí fue la verdadera? ¿Con una tercera? ¿Dónde detener el proceso y aceptar finalmente la “verdad”?
El 17 de abril de 1970, la Misión Apolo 13 lanzada igualmente con el objetivo de llegar a la Luna, fue abortada por la explosión de un tanque de oxígeno, pero su tripulación pudo ser rescatada. Neil Armstrong estuvo entre los miembros de la Junta de Investigación de las causas del accidente. La última de estas Misiones se llevó a cabo en 1972. Con el Programa Apolo, 12 astronautas en total visitaron el espacio selenita.
En 1995, se estrenó la película basada en ese accidente aeroespacial (con el mismo nombre), adaptada al guión de la novela Last Moon, escrita por Jim Lovell, comandante de la misión, y Jeffrey Kingler, dirigida por Ron Howard, con la actuación estelar de Tom Hanks, Kevin Bacon y Ed Harris. De referencia didáctica válida para el tema: Formulación, evaluación y control de proyectos, al poner de relieve la importancia de la coordinación del trabajo en equipo y la necesidad del cambio de rumbo en su ejecución, por muy complicada que sea la situación inesperada que se presente.
Hoy, se advierte que probablemente el grado de desarrollo tecnológico alcanzado, de las películas filmadas por computadoras y efectos especiales incorporados, además del monitoreo por video en tiempo real, entre otros factores, haya llevado al término la fascinación de EEUU por la conquista de nuestro satélite. La nueva ilusión estaría representada por Marte.
En una de las pocas comparecencias públicas, hace dos años, Neil Armstrong formuló severas críticas al gobierno de Obama por abandonar el programa espacial Constellation que contemplaba volver al satélite. Se comprende esa posición desde su irresistible e irrenunciable fascinación o romance con la Luna.