El fuego cerrado contra el ingreso de Venezuela a Mercosur es difícil de comprender. Sobre todo, porque proviene de académicos y políticos que han pregonado, durante años, las virtudes de la globalización y del libre comercio. Las objeciones a la decisión son de todo tipo y, si se ponen juntas en un recuadro, lucen dispares e incoherentes, como de quién resuella por la herida. Que vamos “a poner el dinero de la factura petrolera”, que “el significado del ingreso es sólo político”, que se “atenta contra el libre comercio”, que “entramos por la ventana”, que a partir de ahora “se va a importar todo”, que “no cumplimos los requisitos”, que “será inevitable la disminución de la competitividad de los productos nacionales”, que en Venezuela hay una dictadura y “no se le ha debido permitir entrar”, etc.
Por supuesto, es comprensible que en período electoral se busque, frente a cualquier acontecimiento, explotar los puntos débiles de las decisiones en las que el contrincante aparezca como protagonista, mucho más en el esquema de polarización que vive el país. Sin embargo, al ingreso de Venezuela a Mercosur no se le puede dar el tratamiento ligero que pudiera ser válido para muchos otros temas, dada su trascendencia e importancia para el interés nacional.
El ingreso de Venezuela al Mercosur es, ante todo y obviamente, un hecho político, tanto como lo hubiese sido la decisión contraria de no ingresar. Lo son siempre las decisiones económicas y las alianzas geopolíticas. Y eso tiene un gran valor. No es lo mismo haber ingresado al ALCA que ingresar al Mercosur, que es un espacio más armónico y equilibrado y, por lo tanto, más propicio para la complementación de sus partes. El caso es que las élites de Venezuela, por lo general, se han moldeado al dispositivo estadounidense. Por eso nunca objetaron el ALCA y más bien lo favorecieron, pese a las inmensas asimetrías que existían. Estaban motivadas por razones ideológicas, y hoy se resienten más por razones ideológicas que por las expectativas comerciales.
En lo que se refiere a los partidos de Paraguay que durante años bloquearon a Venezuela, también lo hicieron por razones ideológicas, puesto que representan el pensamiento conservador de las clases altas de ese país, contrarias no tanto a Chávez, como al progreso en la región de proyectos de carácter popular. Una suerte de internacional conectada con los grupos retrógrados de la política estadounidense y de otros países del continente.
La actitud de la oposición venezolana frente a Mercosur ha sido, en unos casos ambigua, en otros ha prevalecido el cuestionamiento indirecto, y los sectores empresariales, mediáticos y políticos que se oponen abiertamente a la integración de los países suramericanos han adoptado una crítica borrascosa e inclemente, pues se deshacen los planes de integración con Estados Unidos.
La oposición venezolana lo que ha debido hacer, en lugar de oponerse al ingreso al Mercosur, o mostrarse reticente y contrariada, es saludar y valorar la decisión y, al mismo tiempo, presentar un programa de medidas que facilite nuestra inserción en los nuevos mercados y que le brinden a la nueva institucionalidad los elementos necesarios para una integración más profunda, desde el ángulo social y cultural.
#Opinión: Los adversarios del Mercosur Por: Leopoldo Puchi
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