#Opinión: Presos y exiliados Por: Juan Páez Avila

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El Presidente Chávez no tiene justificación política para mantener en prisión y en el exilio a centenares de venezolanos que piensan distinto a él, salvo que las encuestas que ha mandado a realizar desde Miraflores y se han filtrado al público, le hayan ratificado y él esté consciente, que su estabilidad no depende de los votos, porque es seguro que pierda las próximas elecciones, sino de la armas, mediante cuyo uso pretenda desconocer los resultados electorales, olvidándose que el 4F de 1992 la mayoría de la Fuerza Armada no lo acompañó, sino que lo derrotó.
En la tradición política latinoamericana y venezolana en particular, en momentos críticos o difíciles de nuestras naciones, la amnistía y la reconciliación en el mundo político han estado presentes como símbolos de grandeza humana y de espíritu americanista de gobernantes y gobernados, que buscan crear un clima de paz y sosiego sin dejar de pensar distinto. La iniciativa generalmente la toman los gobernantes victoriosos, cuando consideran que sus regímenes gozan de estabilidad debido a la fortaleza de las instituciones y a la legitimidad de sus mandatos.
Cuando el Presidente Caldera en su primer mandato pacificó al país, garantizándole a los guerrilleros que podían ejercer sus derechos constitucionales, sin dejar de pensar distinto a él, si abandonaban la violencia; y en su segundo ejercicio presidencial liberó al actual Presidente y a los oficiales y suboficiales presos por golpistas, lo hizo no sólo como buen cristiano, sino también seguro de que la democracia estaba firme y en vez de debilitarse se fortalecería.
En el caso venezolano de hoy, el Presidente Chávez después de ser sometido a una operación delicada y antes de viajar a Cuba a continuar su tratamiento insinuó públicamente que el Poder Judicial podría o debería revisar algunos casos de presos políticos que sufren de serios quebrantos de salud. De allí que obedientes algunos jueces decidieron dejar en libertad condicional a los enfermos que desde hace tiempo han estado, según sus familiares, en peligro de muerte.
La orden presidencial sólo produjo la liberación condicionada de 3 ó 4 presos políticos, la mayoría sigue ente rejas y en el exilio, en espera del triunfo de Henrique Capriles Radonski, quien ha prometido fortalecer las instituciones de la democracia y gobernar sin perseguidos ni perseguidores. Una razón más para que los demócratas sufraguen por el candidato de la Alternativa Democrática.
Y aunque todo el mundo democrático desea la recuperación del Presidente Hugo Chávez, y a pesar de que ha sido su discurso virulento el que ha contribuido a dividir la sociedad venezolana, ni su convalecencia ha sido momento oportuno para una reflexión cristiana, de acuerdo con sus invocaciones al Ser Supremo, y política, de acuerdo a los intereses del país que merece encontrar un rumbo de paz y reconciliación. De lo contrario, ya todo indica los venezolanos tendrían que esperar el triunfo de Henrique Capriles Radonski en las elecciones del 7 de octubre de este mismo año, para comenzar a transitar caminos de entendimiento y progreso de la mayoría, hoy seriamente afectada, descompuesta, por la aplicación desde el poder de una política sectaria, discriminatoria e irresponsable, de un gobernante que se considera eterno, pero cuyo mandato no pasará del 2012, según todas las encuestas realizadas en los últimos meses.
La decisión presidencial de liberar a los presos políticos y permitir el regreso de los exiliados, no sólo será una de las más sencillas y magnánimas a tomar, sino también la demostración de la creencia y confianza de Capriles Radonski, en la estabilidad de su gobierno, apoyado por una amplia mayoría de venezolanos, civiles y militares, que en avalancha se pronunciarán por su triunfo el 7 de octubre. Únicamente lo amenazará por una minoría de resentidos y cómplices de irregularidades en el manejo de los fondos públicos durante los 14 años del mandato del Comandante, convertido en autócrata, contrario a Guzmán Blanco, incivilizado. Porque es de esperar que una mayoría de chavistas no comprometidos en delitos de lesa humanidad, se acoja a la política de Henrique Capriles de paz y reconciliación de los venezolanos, para poder avanzar hacia un país de progreso, desarrollo sostenido y bienestar de la población.

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