La famosa gastronomía torrense no es traída de ningún sitio, ni producto del azar, ni de sofisticados “chefs” foráneos, sino de la creatividad de nuestras abuelas –lomo prensado, pate grillo, pimpinetas, mouse o paté de caraotas, longanizas, chanfaina, olleta, mute, gel de paticas de chivo, entre muchísimas otras. Todas ellas son el producto de una evolución a largo plazo de la cocina regional, no solo de Carora, sino de todos sus confines –Curarigua, El Empedrado, San Francisco, Arenales, Aregue.
¿Quiénes de los que no temen que se les caiga la cédula podrían olvidar esos íconos del fogón local?: María Andara, o más bien María de Curarigua, Doña Mercedes de Sisirucá, esposa de Adelis, en La Palmita, La Chicha en Quebrada Arriba, Doña Romelia en San Francisco o Matías Riera en Sabaneta, así como tantas otras deidades de la cocina criolla, distribuidas a todo lo largo y ancho del Municipio.
Todo ello sin dejar de considerar esa tendencia del torrense de extenderse hacia el mundo exterior y llevar con nosotros nuestros hábitos y costumbres. Recuerdo cuando por ¿primera vez? Probé el yogurt, en Caracas, siendo un adolescente, mis primos Pereira Véliz, me lo dieron a probar a partir de un elegante frasco bocón, que valía la importante suma de tres lochas; cual no sería mi sorpresa al comprobar que era la misma sustancia que cotidianamente consumíamos cuando niños, llamada “boruga” preparada como el mismo suero, en taparas donde, en lugar de sal, se les ponía papelón; en todas las casas había dos taparas: una con suero y otra con “boruga” a las cuales tuve oportunidad de observa nuevamente en aquel célebre restaurante caroreño sito en Maripérez, Caracas conocido como el ¡Ah! Caramba!! de Don Ramón Sierralta.
A partir de tanta y útl información nos preguntamos ¿Dónde perdimos el rumbo? ¿Cuándo dejamos de ser autónomos para transformarnos en dependientes? ¿Dónde fueron a dar la imaginación, creatividad e iniciativa tan propias de nuestro pueblo? En lo personal, no creo que se hayan perdido, supongo que está adormecida por las circunstancias actuales, por la inversión de los valores tradicionales, del mal balance entre el poder del dinero y la condición humana; imaginación, creatividad e iniciativa siguen estando latentes en cada torrense; tras esa densa venda de petróleo entrelazada con la pereza mental. Esos genes no pueden haberse perdido, ya que están soldados a nuestra estructura genética, nuestra memoria genética, desde donde van a brotar algún día o vamos a extraerlos y utilizarlos para todo cuanto lo necesitemos, para dinamizar ese recurso natural, exclusivamente dinamizable por el recurso humano, que es el Hombre en u sentido lato.
Solo tenemos que sacudirnos esa pátina de la poca confianza en nosotros mismos y sacar a la superficie todas esas capacidades y habilidades adormecidas por ese narcótico insidioso que nos han metido en la cabeza los grandes y falsos gurúes del mercado capitalista, de que lo foráneo es mejor que lo local, que es mejor un producto enlatado que uno al natural. Ese mercado que nos llenó, no solamente de productos manufacturados, en desmedro de las economías locales, sino que tambien nos colmó la mente de figuras ilusorias, sabiendo que quien vive de ilusiones, se muere de desengaño. Cierto que antes había poco circulante, pero el dinero era real, con poder adquisitivo -¡ni siquiera habían Bancos, porque eran innecesarios!!- todos producíamos y consumíamos alimentos y productos reales, hoy, solo se consume basura. Lo que producimos es sólo dinero, en la peor aceptación del término, sujeto a lo que los banqueros quieran hacer con él. El dinero en nuestras manos-poco o mucho es igual, da lo mismo- Se va, huye, se diluye –rápida o lentamente, pero seguro- hasta las manos de quienes menos producen y solo se dedican a manipularlo para su provecho. Pienso que las relaciones entre el Hombre y la tierra, si aún no se han perdido, están en entredicho, ya no producimos nada de cuanto consumimos; solo producimos un poco de dinero –que casi no vemos- para movernos dentro del sacrosanto mercado y en lo que este le da la gana de ofrecernos.
Los “cash crops” son los que activan lo que la tierra produce –caña de azúcar, granos, café, uvas- en áreas donde se podrían producir productos frescos para el consumo directo. Pero eso no le conviene al mercado, quien requiere de productos masivos con los cuales manipular las bolsas internacionales -¡viva wall street! En aquellos tiempos no había economistas –profesión relativamente nueva pero ya desprestigiada- no eran necesarios y enos hoy, cuando solo sirven a los intereses del mercado y no de la gente, a cuyo género deberían pertenecer.
#Opinion: Alternativa de Torres (2 / 2) Por: Edilberto Ferrer-Véliz
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