El Consejo Nacional Electoral (CNE) debiera ser siempre el órgano verdaderamente rector de nuestros procesos electorales, y bajo ningún respecto un apéndice del Presidente de la República, como en buena parte lo es, sin desconocer los méritos y capacidades de sus integrantes directivos y el esfuerzo tecnológico hecho realidad. Su capacidad decisoria está objetivamente limitada, por encontrarse realmente supeditada en ocasiones especiales a los hilos conductores, visibles e invisibles, de Miraflores. Es una verdad dura pero real, comenzada a darse desde la designación mirafloreña de la holgada mayoría de la directiva del cuerpo (4×1). Sin embargo, ése es el árbitro electoral y como tal hay que considerarlo y tratarlo, sin perder la vigilia permanente de todo su desenvolvimiento, con las consiguientes acciones de oportunas denuncias.
Hechos y realidades se le presentan al CNE en su escenario electoral que ponen a prueba, obviamente, su capacidad autonómica y decisoria, para ser capaz de regular y orientar debidamente esos hechos y realidades, sin dar ninguna muestra de debilidad alguna, habiendo expresos mandatos constitucionales, legales y reglamentarios vigentes, tanto en lo electoral como en lo relacionado con la corrupción. Están a la vista, por ejemplo, el multiventajismo gubernamental e institucional no regulado en sus distintas expresiones, como el abusivo uso de los recursos públicos (humanos, físicos, económicos…) y de las ya famosas cadenas nacionales, aprovechadas indebidamente por el Presidente y sempiterno candidato, con el CNE haciéndose el ciego, sordo y mudo.
El mismo Acuerdo ya recientemente firmado por los dos candidatos presidenciales (Chávez y Capriles) es otra muestra de las potenciales y reales debilidades del CNE, reconociendo lógicamente como el único árbitro electoral, sujeto, como todo poder público, a la obvia vigilancia. Ha habido en esto de la firma del Acuerdo, por parte de la oposición, especulaciones y posiciones que racionalmente no vienen al caso. Porque han quedado suficientemente claros los planteamientos críticos y reclamos formales del Comando Venezuela, en representación del candidato Capriles, con precisiones puntuales, como las de los recursos públicos y las cadenas nacionales.
En cualquier situación obviamente todo concurrente electoral debe al árbitro la consideración y el tratamiento debidos como cuerpo electoral rector, según la legislación existente. Recordar que el mismo Presidente Chávez ganó electoralmente el Gobierno con un árbitro ajeno a él.
#Opinion: Obligante papel del CNE Por: Adelso González Urdaneta
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