La alternativa es el comunismo, puro y duro

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A quienes profesan el credo comunista y se proponen ratificar su confianza en el Presidente saliente, a pesar de su envejecimiento y desgaste político, les respeto como demócrata; no los alabo al ser enemigos de la democracia, sobre todo por cuanto, en la versión light y contemporánea de dicha militancia, a ésta cabe usarla y manipularla hasta su agotamiento y hacerla fracazar desde adentro. Ello lo merece el paraíso terrenal comunista y al efecto valen todos los medios en beneficio de cuyos fines se justifica hasta la pérdida de vidas y el peculado o el robo de los bienes ajenos, ya que son «expropiaciones revolucionarias».

Una parte de los venezolanos quienes acompañan a la mal llamada revolución “bolivariana” – que hasta en eso acude a la impostura para hacerles digerir el credo comunista extraño a nuestro gentilicio – lo hacen por creyentes en símbolos o cosas que confunden con el mismo o halagados por promesas que de bueno sólo tienen sus nombres, mas no los esultados. De modo que, en procura de tal paraíso y para que al votar por el Comandante Presidente lo hagan en  conciencia, sabedores del daño que se irrogan tras el culto de este nonatoPadre o corazón de la Patria, cabe sepan que su oferta electoral nada oculta ni es engañosa. Promete lo que antes experimenta Rusia desde 1917 y la dictadura totalitaria de los Castro en Cuba, a partir de 1959.

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Leo, pues, el programa político electoral del candidato a ex presidente para su «Gestión Bolivariano Socialista2013- 2019» y observo que es la réplica a profundidad de su anterior documento sobre La Nueva Etapa o El Nuevo Mapa Estratégico, que vende en 2004 una vez como se alza, fraudulentamente y bajo protección del ex presidente norteamericano Jimmy Carter, con el referendo revocatorio de su mandato.

El pórtico del programa, haciéndole honor a la doblez discursiva característica de los comunistas – quienes anuncian venturas para meter de contrabando sus desventuras – el candidato de marras ofrece una «democracia participativa y protagónica», muy «cristiana», «independiente», con «justicia y dignidad», en fin, afirma que seremos una gran potencia en el mundo y salvaremos a la especial humana. Entiende a la «democracia popular», eso sí, como una promesa de futuro, realizable a muy largo plazo, y previene que, hasta tanto ello ocurra, caben sacrificios y pérdidas de libertad en los individuos. Cabe al pueblo «mandar obedeciendo», reza el programa, siguiendo las máximas del orden castrense.

A diferencia de la democracia a secas, occidental y de origen greco-romano, pero que el candidato tacha por capitalista y por creer ella en la dignidad de la persona humana como superior y anterior al Estado y al poder revolucionario; democracia de presente y con fallas, hecha de libertad y realizaciones inmediatas no perfectas y sí perfectibles, el programa ofrece como alternativa la suya, que es «protagónica». Dado ello es esperanza permanente que cuesta y vale sangre. No por azar, los comunistas de antes y los del siglo XXI usan como emblema el rojo de esa sangre que vierten sus pueblos mientras esperan. El futuro, para quienes profesan lademocracia de siempre, y equivocada según los  comunistas, queda en manos de Dios y su Ciudad, la eterna, ladel más allá.

¿Cuáles son, entonces, según el programa de «radicalización» que propone el Comandante Presidente para extender, por lo pronto y en lo inmediato, su actual mandato hasta 19 años, de los cuales ya gasta 13 años en una transición llena de agonías y carencias, explicables por esa misma promesa del paraíso que nunca les llega a los soviéticos durante 70 años y tampoco a nuestros hermanos cubanos en medio siglo de padecimientos?

El texto del documento programático «socialista», una vez como deja atrás sus primeras páginas de encantamiento, es claro y preciso. En lo político prescribe la hegemonía, en otras palabras, todo cabe dentro del socialismo y nada fuera de él ni de su actual dirigencia; y quienes aspiran deben, como en la milicia y repitiéndolo, aprender a «mandar bedeciendo». Quienes obedezcan ciegamente al Comandante tienen destino, que sólo viene de sus manos providenciales. Consolidar «la hegemonía y el control de la orientación política…de la nación», en fin, es el desiderátum. Nadie debe pensar de modo distinto al Comandante, quien  encarna el todo y a todos.

En lo propiamiente militar y policial, el candidato anuncia la transformación del ciudadano en soldado y también en espía o informante, quien ha de participar de la «guerra popular prolongada» e integrarse ala «masificación» de la búsqueda de «información útil» para la defensa de la patria, léase de la revolución socialista. Todo vecino tiene la obligación de denunciar e informar al Estado lo que hace su otro vecino y cuando afecte a los intereses del Comandante Presidente.

En cuanto a lo económico, la propuesta electoral vuelve por los fueros de la reforma constitucional comunista derrotada en referéndum por el mismo pueblo. Llega a su final la propiedad privada. Todo medio de producción se considera de propiedad social y colectiva; ya no se trata de la propiedad estatal sobre los recursos estratégicos de la Nación. Toda forma de producción o trabajo pertenece a la sociedad y no al productor o trabajador. Propiedades tiene, sí, la «boliburguesía», tal y como ocurre con la burocracia soviética y la familia cubana de los Castro. Los demás, el pueblo, ha de compartir lo poco que tiene con los demás, como justo sacrificio, para beneficio de la revolución.

En materia internacional el programa no es inédito, salvo en lo atinente a nuestra soberanía fronteriza.Textualmente sostiene que habrá alianzas con todo Estado o gobierno que tenga identidad con nuestro modelo político revolucionario. Los demás no cuentan. Y la defensa territorial se limita a asegurar la explotación compartida de nuestros recursos con los países vecinos. Las delimitaciones quedan como piezas de museo.

En conclusión, pensando en el hombre y la mujer venezolanos, y en sus derechos humanos, ellos quedan sujetos a la prisión del Estado socialista. Nunca más podrán defenderse o esgrimirse tales derechos ante los Sistemas Internacionales de Derechos Humanos con detrimento de la soberanía revolucionaria. La medida de la libertad y de los derechos la fija el Comandante. No por casualidad su programa electoral concluye prescribiendo, precisamente, que la cuestión se rige por el principio de la «No ingerencia». Como ocurre con el régimen soviético y el actual cubano, nadie desde afuera puede criticar las violaciones de derechos que ocurran puertas adentro. Lo importante es el «futuro», no el presente. Y en la búsqueda de éste, si cabe renunciar a la libertadello es una virtud. Es parte del credo comunista.

El comunismo a secas es la alternativa. Y quien adhiera a dicho pensamiento único y considere que no tiene derecho a creer en algo distinto, debe votar por el Presidente en despedida, el venidero 7 de octubre. Luego, queno se queje.

 

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