Este 24 de julio será recordado por la historia de Venezuela, como el día en que Hugo Chávez terminó de profanar los restos mortales del Padre de la Patria, completando así el trabajo que se inició hace 2 años, sustituyendo el rostro caucásico y blanco del mediterráneo, por uno africano y prognático muy parecido al “iluminado” de Sabaneta.
Jurungar los huesos del Libertador para cerciorarse si eran de él y de paso averiguar si había sido envenenado con arsénico, por una conspiración de sus enemigos capitaneados por el odiado Francisco de Paula Santander, cobrándole la afrenta al expresidente Álvaro Uribe, como representante de tan rancia oligarquía en el presente. Como nada de eso pudo ser comprobado, y más bien se reforzaron los juicios emitidos por grandes figura como José María Vargas, quien exhumó y organizó uniendo con alambre de oro su sistema óseo, así como el informe que presentó una comisión de la Academia Nacional de la Historia, presidida por el Dr. Blas Bruni Celli, donde se confirma la autenticidad de sus huesos y la tuberculosis como la enfermedad que condujo a Bolívar al sueño eterno.
El interés ideológico por banalizar a un héroe conservador y oligarca, entusiasta seguidor de los ilustrados franceses de primera generación, busca sacarle proventos políticos a este culto oficial con el fin de eternizarse en el poder, falsificando de paso su imagen. Sus aportes teóricos los cuales ayudaron a cimentar el concepto de americanidad, es soslayado y lo presentan s{olo como jefe de un ejército, que al terminar la guerra se abalanzan sobre el poder político y los bienes materiales, como pago a una deuda contraída en los campos de batalla, cobrada hasta el cansancio por esta casta a lo largo de dos siglos.
Con la mutación del rostro de Bolívar de nariz aguileña como todo europeo, su tez blanca y su rostro refinado; se pretende influir en el colectivo y borrar de su imaginario el rostro vascuence, sustituido por un mestizo salido de un decreto oficial donde se especula de un supuesto origen africano y nacido en Capaya en la Miranda negra, a poca distancia en donde nació ese otro prócer negro Aristóbulo Istúriz: Birongo.
La obsesión por apropiarse de las grandes acciones llevadas a cabo por una generación en Latinoamérica no es nuevo ni será la última: José Martí en Cuba; la gesta llevada a cabo por los forajidos en el México del año 10: Doroteo Arango (Pancho Villa) y Emiliano Zapata, su momificación emprendida por la inteligencia Azteca: Vasconcelos, Alfonso Reyes, José Gaos, Lázaro Cárdenas gobernante que nacionalizó el petróleo. También los fundadores del Frente Sandinista de Liberación, al inicio de la Revolución nicaragüense con el general de hombres libres: Augusto César Sandino; a Simón Bolívar tratan de asociarlo a un partido leninista , cabeza de una futura dictadura: el PSUV.
Para los fundadores de la religión civil con Simón Bolívar como dios tutelar, Antonio Leocadio Guzmán, Fermín Toro, Juan Vicente González; buscaban frenar la disolución de una patria que seguía montada en el tío vivo del caos, señalamiento positivista de integración y desintegración; patria que se agota con los vestigios de Páez y sus socios; el culto a Bolívar pondría termino a la reacción antibolivariana, aplacaría los sentimientos de rebelión de las masas venezolanas, olvidadas y engañadas. En ese cálculo entran las prédicas demagógicas de los próceres liberales del 41: Lander, Toro, Guzmán el viejo, González y Acosta; los verdaderos triunfadores en la apoteosis a Bolívar el 24 de julio de 1842.
El rostro prognático y de nariz de embustero como pinocho, afrodescendiente como Hugo Chávez quien manipuló con fotoshop y no las mitocondrias de la línea femenina de los ascendientes y descendientes, María Concepción Palacios (madre); María Antonia Bolívar (hermana mayor) y Juanita Bolívar (sobrina). Este golem tiene patas cortas, como toda tramposería de los autócratas; después de las elecciones del 7-0, estoy seguro nadie se ocupará de esa aberración. La presentación de este Chávez con arreos de oficial al servicio de Bolívar, solo llamó la atención de un cenáculo de historiadores, esto constituye una muestra del agotamiento de los artilugios y embelecos para engañar que padecen los regímenes que son como eternos.