Discrepar en democracia es positivo, porque expresa la diversidad y la distinción de opiniones en el juego de las ideas. Mucho más entre personas probadamente democráticas, obviamente dentro de marcos necesarios de respeto mutuo y de comprensión de ideas diferentes.
Con Rafael Poleo he mantenido por muchos años una seria y sana relación de amistad. Ha habido en ella diferencias y hasta contrariedades, que ambos hemos sabido canalizar y superar, él desde su revista (Zeta) y su periódico (El Nuevo País) y yo, como dirigente político y magisterial y desde mis artículos, escritos con espíritu libre y democrático, en constante afán de un sincero servicio social. Lo he hecho en su diario, del que soy desde hace largos años uno de sus permanentes y puntuales colaboradores, y de vez en cuando con su revista, con un consiguiente trato de respeto y consideración.
Hace poco escribí en discrepancia con él, y ahora lo hago con su línea editorial en la presente situación política de vientos frescos y esperanzados cambios. Reitero que las diferencias y discrepancias son propias de un buen ejercicio democrático y resultan fundamentales en toda relación humana. Particularmente yo celebro que en mis relaciones, de antes y de ahora, con Rafael Poleo siempre los dos hemos actuado debidamente, por encima de cuánto nos ha diferenciado en el escenario político, estando hoy ambos envueltos en una unidad nacional cada vez más comprometida. Yo en ningún caso lo califico indebidamente. Lo que hace y cómo escribe sus ideas y planteamientos es porque así lo piensa y eso es respetable porque es su posición democrática en un momento tan complejo como el actual y en un exilio tan apretado, esté o no esté definitivamente equivocado. Aunque es su absoluta y sabida obligación no prestarse en nada ni para nada al juego del contrario, regla de sabiduría política que la conoce bien.
Más exigente aún es el cuadro de la actual competencia electoral, teniendo los venezolanos como árbitro un CNE no equilibrado políticamente y hecho el ciego, sordo y mudo ante realidades concretas de abuso e irrespeto presidencial, como las cadenas nacionales, el uso indebido de los recursos públicos y otras manifestaciones de descarado ventajismo, con la consiguiente burla a los mismos mandatos constitucionales, legales y reglamentarios. Asuntos que el mismo CNE debió haber incluido en su propuesto acuerdo, firmado por la Unidad Democrática bajo protesta y condiciones expresamente planteadas.
Mientras tanto, votemos todos con seguridad y confianza, sin dejarnos invadir por la amenaza y el miedo. Borremos de nuestra mente las palabras “fraude”, “crisis”, “violencia”…
El voto es de verdad secreto.
#Opinión: No hagamos el juego al contrario Por: Adelso González Urdaneta
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