Tal como se venía alertando desde hace más de año y medio, la conflictividad laboral que se ha venido presentando en los últimos días, no es más que el reflejo de un malestar que se viene acumulando a lo largo de más de 13 años, ante la enorme cantidad de promesas incumplidas, lo que en estos momentos ha dejado al candidato oficialista sin nada nuevo que ofrecer, porque no ha satisfecho la gran mayoría de las promesas que antes hizo.
En estos momentos debe ser motivo de profunda preocupación en las filas del PSUV y en la sala situacional de Miraflores, que mientras con bombos y platillos se anuncia en cadena la inauguración de un nuevo supermercado de la red Bicentanario, sin que haya pasado una semana, cientos de trabajadores de esta empresa, procedentes de distintas regiones del país, se reúnen en la capital de la República, para protestar porque no les han dado respuesta a sus reivindicaciones salariales.
Tampoco debe ser de mucho agrado del Ejecutivo, que el mismo jueves 23, en horas del mediodía, los trabajadores de Fontur con sede en la Av. Francisco de Miranda en el este de la capital, se lanzaran a la calle porque tampoco les han cumplido con lo establecido en la contratación colectiva, la cual ahora el Gobierno se niega a negociar sin dar ninguna explicación.
El llamado a paro que vienen haciendo los trabajadores de las cementeras estatizadas, por cuanto tienen con ellos cuantiosas deudas, según los propios dirigentes sindicales y obreros, viene cogiendo fuerza en la medida en que pasan los días, también le debe estar quitando el sueño a mucha gente en el alto gobierno.
Las luchas que han mantenido los gremios docentes, por la falta de pagos e incumplimiento de numerosas cláusulas contractuales; las universidades nacionales por las deficiencias presupuestarias, homologaciones salariales y violaciones contractuales, también han estado a la orden del día en los últimos meses, sin que hasta el momento hayan obtenido respuestas, sino simplemente promesas y alguno que otro “paño de agua tibia”, para calmar los ánimos.
Sin embargo, en estos últimos días la gota que derramó el vaso, fue cuando el Jefe de Estado se presentó en el estado Bolívar, en plan de campaña electoral, donde hace más de dos años está una contratación colectiva sin discutir, en una zona en la cual cientos de trabajadores tercerizados están esperando para que se les incorpore a las nóminas de las empresas básicas, la mayoría de ellas a punto de quebrar, lugar en el cual se ha impuesto el sicariato para sacar del medio a todo aquel que no esté dispuesto a aceptar.
Lo que más angustia debe generar entre el oficialismo, es que para este acto del candidato a la reelección, solo se había permitido el ingreso de gente especialmente “escogida” del PSUV, allí no entró todo el mundo; sin embargo, los intereses laborales y las reivindicaciones sin cumplir, ya no se pudieron contener y tanto José “Acarigua” Rodríguez como José Meléndez, dejaron a un lado sus temores y las críticas que sabían que se les vendrían encima y expusieron con una gran voluntad el problema que se estaba viviendo en la zona y que la dirigencia regional del partido rojo, se guarda muy bien de no informar debidamente a la dirigencia nacional.
La lamentable tragedia de Amuay, crónica de una muerte anunciada, por cuanto era algo que venían denunciando los trabajadores y las declaraciones de la dirigencia sindical, advirtiendo que la “industria petrolera se ha convertido en una bomba de tiempo” constituyen una realidad demoledora.
El clima en los días por venir, en la medida en que se acerque el proceso de elecciones, y el oficialismo comience a percibir más de cerca la posibilidad real de una derrota, se continuará enrareciendo y no debe sorprender a nadie, que estos 400 contratos colectivos con cuatro, cinco y seis años de vencimiento sigan generando protestas en todo el territorio nacional, además el gobierno no quisiera que llegara el 7-O.
Descubriendo el agua tibia
Lo que más sorpresa ha causado, en los distintos sectores de la vida nacional, es escuchar ahora al candidato a la reelección, descubriendo que en el país hay inseguridad, que todos los meses pierden la vida en la capital de la República entre 450 y 500 venezolanos; asimismo, en estos últimos día se ha dado cuenta que el 80% de la infraestructura vial del país está en el más completo deterioro, como lo ha señalado en varias oportunidades el Colegio de Ingenieros de Venezuela, sin que nunca le hayan hecho caso a sus observaciones.
Ahora regaña a los gobernadores de estado, porque no se ocupan de las reparaciones de las calles, tema del cual nunca antes se ocupó, ya que su tiempo se dedicaba fundamentalmente a construir su liderazgo continental, que en estos momentos no vale medio.
Sorprevisamente acaba de enterarse de que la mayoría de los hospitales del país carecen de los insumos y materiales médico quirúrgicos para operar decentemente y que la mayoría de los centros de asistencia de Barrio Adentro, están cerrados porque los médicos cubanos los han abandonado; que los puertos colapsan, porque la infraestructura portuaria está en el suelo y así pasa el tiempo descubriendo lo que no hizo en 14 años.