Tenía varios meses sin ver a Jacinta y hace poco la encontré frente al mostrador de una carnicería en la zona comercial de Cabudare. Luego del saludo de rigor me dijo que ahora estaba a dieta de pollo y atún de Pdeval porque por ninguna parte se conseguía carne regulada (cuando el venezolano habla de carne se refiere a bovina).
Los carniceros son unos pícaros, agregó, no puede ser que las vacas solamente tengan cortes liberados, mas bien lo que tengo entendido es que los regulados por el gobierno son los cortes más abundantes. Pero que vamos a hacer, la carne la venden al precio que les da la gana a los comerciantes y el gobierno entretenido con el carrito chocón de Pastor Maldonado.
Guardé silencio porque en ese momento estaba pensando en cómo entrarle al tema de la inseguridad colectiva como una consecuencia de elementos anômicos que se han instalado dentro de la institucionalidad venezolana, tema que ha venido abordando la vicerrectora Nelly Velásquez en las reuniones de la Red de Instituciones Larenses. Por ello lo que dije entre dientes fue Que Broma, cuando no es una cosa es otra. Pero Jacinta no soltó el tema y gradualmente convirtió su comentario en una protesta de unas ocho personas frente al expendedor, quien alegaba que él solamente era un empleado y que llamaran al dueño para que explicara el asunto de los precios.
Ante el bururú que se formó la cajera optó por escabullirse por una puerta trasera, justo en el momento que me tocaba cancelar mi pedido. No me quedó otro camino que intentar poner orden dentro de la revuelta que había armado mi amiga Jacinta y exponer: Esos precios no son culpa de los carniceros, no sé en verdad cuál es su margen de ganancias pero lo cierto es que no pueden vender carne a precios regulados porque ellos la compran caro. Fíjense, el kilo de carne de una res en pie, viva, es en los llanos de doce cincuenta y en el Sur del Lago de catorce.
Cuando estas reses son beneficiadas en matadero se pierde aproximadamente el cincuenta por ciento entre sangre, huesos, tripas, cachos, cuero y otras cosas. Quiere decir que el kilo de carne en canal se coloca por el orden de los 25 bolívares, para el mayorista. Pero de este canal hay también pérdidas por sebo y pellejos. Para que el mayorista pueda tener ganancias, por el almacenamiento y transporte, tiene que vender este canal por encima de los treinta bolívares. Como pueden ver no hay forma que los carniceros puedan vender a precios regulados ningún corte.
Pero es que venden el kilo de bistec por encima de los 50 bolívares. Si respondí, pero la carne de sopa, la molida, y la guisar la venden más barata y recuerden que él compra el canal a eso de treinta bolívares todo por parejo, metiendo huesos, grasas y todo lo que trae. Además tiene que pagar local, servicios y empleados. Pero entonces –insistió-porque el gobierno no quita esas regulaciones de mentira para que uno tenga a qué atenerse y no ande peleando con los carniceros. Allí terciô un señor de lentes con cara de profesor de Física y manifestó. Muy sencillo, el gobierno no quita las regulaciones pero deja que la carne se venda más cara para dar a entender que ellos (el gobierno) son buenos y los ganaderos, dueños de mataderos, mayoristas y carniceros son unos malvados que explotan inmisericordemente al pueblo. Ellos saben que es imposible sostener esas regulaciones y por ello se hacen la vista gorda pero no rectifican para colocar al sector privado como unos ladrones o especuladores. Mientras tanto ellos venden carne subsidiada en Mercal, no siempre, pero cuando lo hacen le sacan provecho propagandístico.
Las cosas se calmaron pero el ambiente se mantuvo intenso debido a la explicación doctoral que dio el señor de los lentes. Otra señora de pelo canoso agregó: Lo malo de todo esto es que nadie puede calcular el costo de la comida que uno debe comprar semanalmente y por eso cuando uno sale al abasto con una lista deja varios productos sin comprar. Epa hija salga y venga a cobrarme que estoy apurado, grite para salir del tema y poner la mente en otra cosa…Ya va señor que estoy haciendo pipi me respondieron del fondo. A todos nos dio como firulera el asociar comida con pipi y sin ponernos de acuerdo dejamos inmediatamente el lugar. Qué cosa con Jacinta, me dije al verla discutir mas adelante con el pescadero, y para no entrar más en líos le pase por un lado y me fui a comprar tomates y berenjenas. [email protected]