Es obvio que existe un creciente proceso de deshumanización que se hace más evidente cada día. El crecimiento de las ciudades, el urbanismo horizontal, las exigencias laborales, los requerimientos para atender las necesidades de capacitarnos técnica y científicamente, las limitaciones impuestas por la delincuencia y los desencuentros por razones políticas, han influido en esa merma de interacción humana.
Somos críticos de este fenómeno de la época, pero es poco lo que se logra en la dirección correcta de la solidaridad. Hasta quienes cuestionamos el hecho, sin percatarnos lo suficiente, caemos en las redes de la insociabilización. De pronto sentimos que han pasado meses sin comunicarnos con un amigo. Y, sin embargo, los obstáculos de moda impiden que los contactemos aunque sea por vía telefónica. En la medida que la costumbre adquiere categoría de patrón, se va tornando incurable.
Por lo que hemos comentado, que es una realidad en vías de hacerse irreversible, es que le asignamos especial importancia a las muestras de aprecio entre personas. Particularmente acabamos de sentir ese calor de la solidaridad; ese que aún solemos expresarnos, incluso más en circunstancias de dolor que de alegría o peligro.
Ana Aguirre de Urdaneta, nuestra madre, acaba de fallecer. Fue sepultada el 12 de este mes. Cuán satisfechos estamos de los familiares, amigos y gente afectiva que acudió a consolarnos con el calor de su solidaridad. ¡Gracias por tan humano gesto!
Capsule CRM
#Opinión: El calor de la solidaridad Por: Antonio Urdaneta Aguirre
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