Si ese es el “corazón de mi patria”, entonces la cosa está mal, muy mal. Se trata de un corazón necrosado por el odio con unas manos de pintura tricolor encima para hacerlo presentable. El órgano vital de quien gobierna desde Miraflores, está gangrenado de tanto resentimiento endógeno.
Su torrente circulatorio sólo transporta toxinas que envenenan la sístole y la diástole de aquel miocardio agotado que ama sin medidas a Fidel y a todo bicho de uña proveniente del extranjero, mientras odia hasta la saciedad a los nacidos en este territorio.
Luego, los latidos de ese corazón no son por Venezuela. Son por el tirano de Cuba, quien días atrás arribó a los 86 años.
En su pecho también está tatuado un sujeto como Daniel Ortega, a quien le regala nuestro petróleo y otro tanto, nada despreciable, en efectivo. Dinero que le sustrae a los venezolanos, a quienes no se les garantiza ni siquiera tratamiento oncológico oportuno, en los destartalados hospitales a los que están obligados a acudir.
Pero, cómo latirá ese corazón por Castro que hasta le da el poder para maquilar las medicinas que hace escasear en nuestro país, para justificar su importación desde presuntos laboratorios farmacéuticos cubanos. Sin fecha de elaboración y menos de vencimiento llegan esos medicamentos, que nos vemos obligados a
consumir pues es lo único que se consigue en las farmacias. Cero control de calidad y no se piden garantías si vienen del imperio castrista. Eso, más que amor es frenesí.
Definitivamente, su corazón del no late por los de aquí. Una de sus franjas late en Ecuador, país donde un dictadorzuelo sin personalidad imita lo peor de su mentor. En estos días lo hemos visto ensañarse contra los medios ecuatorianos con los mismos argumentos esgrimidos por el militarismo despótico chavista. Su histrionismo lo ha llevado a exponer el pecho, cuando simuló una conspiración en su contra, para poner presos a algunos policías. Ni Harvard lo salvó de ser un vulgar clon de un comediante llanero, en mala hora elegido presidente de Venezuela.
Los petrodólares también han sido razón para que algunos buitres se ceben en la ambición de un sujeto, que se siente ungido por la divinidad y se cree destinado a salvar el planeta de las injusticias del capitalismo. Entre esos zamuros que cuidan carne, tenemos en primer lugar al pana Lula, quien sucumbe al pecado capital de la gula por los billetes verdes. Ha llegado al delirio de ensalzar sin pudor al mayor contratista de las empresas privadas brasileñas. Le organizó un foro de Sao Paulo, para que la chulería de la izquierda jurásica viniera a Venezuela, a adular y a jalarle sin medida al paganini de todos estos aquelarres.
Dígame usted lo que ha hecho la Kirchner – la que más dólares acumula en su cuenta personal – para halagar al presidente saliente. Por sus servicios ha recibido todo tipo de prebendas y prerrogativas de parte de nuestro adolescente tardío. Son las lisonjas que más nos cuestan, pues los fajos de las
divisas gringas van en valijas y en vuelos especiales. Sin contar todos los negociados que tiene la mandataria argentina en Venezuela.
Pepe Mujica, el de la República Oriental del Uruguay, forma parte de esa corte de alabanceros junto a Dilma Russeff, a quienes los venezolanos debemos agradecerle el engranaje de la tramoya que lo montó en una carroza directo a Mercosur. Solo para satisfacer el capricho de quien dilapida los recursos que no le pertenecen, como cualquier heredero irresponsable y manirroto.
Ese corazón – tricolor y odiador – late también por otras patrias. Lejanas como Irán, Siria o Zimbabwe. Pero otras más cercanas, como Colombia, reciben lo suyo en dólares. Es la manera de regalar a manos llenas, que los altos precios del petróleo le han permitido a este jeque llanero. Otros amores patrios son las organizaciones subversivas del mundo, que reciben enormes cantidades de billetes verdes, para que en nombre de la “revolución bolivariana” pongan bombas y maten gente. Para todos ellos late solicita y generosamente “el corazón de mi patria”.
