Se entiende por impacto ambiental la alteración, positiva o negativa, que produce una determinada acción humana sobre el medio ambiente e incluso sobre la propia salud humana. La alteración se refiere al conjunto de cambios cualitativos, y de las propiedades cuantitativas y funcionales del medio ambiente, que genera un proyecto, o un proceso, y sus productos asociados, sobre éste.
El agua, el suelo, el aire son recursos que están siendo afectados por medidas o acciones, sin previos estudios, que permitan mitigar estos impactos. La minimización del impacto ambiental es un factor preponderante en cualquier estudio que se quiera hacer en un proyecto o acción a ejecutar, pues con esto se logrará que los efectos secundarios pueden ser positivos y, menos negativos.
El impacto de los desechos electrónicos
Cada día, surgen nuevos dispositivos tecnológicos que facilitan el día a día y ofrecen un mayor número de servicios, pero seguro que nadie piensa en lo que sucede con los artefactos tecnológicos que ya no se utilizan, que han quedado en desuso y se han convertido en chatarra. Todos los equipos, así sean los más simples, producen un gran impacto en el medio ambiente. Celulares, GPS, tabletas, computadores portátiles, grabadores, iPods, entre otros, han facilitado las funciones diarias, pero una vez que se dejan de utilizar, se convierten en parte de la contaminación tecnológica. Cada uno de estos accesorios ha sido construido con placas que contienen pequeñas cantidades de plomo, que arrojadas al suelo y no dándoles un tratamiento adecuado, pueden llegar a causar contaminaciones de grandes consecuencias ecológicas.
Por desgracia, los desechos de productos electrónicos componen el grupo de desperdicios de mayor crecimiento en el mundo. Además, algunos investigadores calculan que cerca del 75 por ciento de los aparatos electrónicos de desecho se encuentran almacenados, en parte debido a la incertidumbre de cómo manejarlos.
La mayoría de los aparatos electrónicos contiene una cantidad de materiales, incluyendo metales, que se pueden reciclar. El reciclaje de los viejos aparatos electrónicos ahorra recursos y protege la Tierra porque no es necesario extraer metales nuevos. Además, algunos productos electrónicos contienen altos niveles de ciertos materiales, como plomo, que los convierte en residuos peligrosos cuando son desechados.
Se estima que una computadora personal, o PC, contiene en promedio nueve sustancias químicas tóxicas, desde plomo y arsénico hasta cobalto y mercurio, y que en Estados Unidos, cada año se desechan 30 millones de estos equipos.
Para tener una idea de la contaminación que la tecnología aporta, se realizaron varios estudios llevados a cabo por expertos en el área informática, los cuales establecieron que la industria de la información y las comunicaciones contaminaban igual que la aviación comercial. Esto significa que los niveles emitidos de dióxido de carbono son iguales entre ambas industrias, de lo que se deduce que la industria de la información es responsable del 2% del dióxido de carbono emitido en el planeta. Si no se pone un rápido remedio a esto, las consecuencias pueden ser incalculables.
Un problema que crece día a día
La organización Greenpeace estima que en los últimos años, ha habido un aumento significativo de las transacciones internacionales de refrigeradores, computadores personales y equipos asociados como teléfonos celulares y otros equipos eléctricos y electrónicos usados o término de su vida útil. Esto se hace con miras a retirar las partes aún utilizables para reacondicionarlas y reutilizarlas, y para recuperar las materias primas. Se prevé que los movimientos internacionales de estos bienes sigan creciendo sustancialmente a medida que más y más países produzcan o utilicen equipos eléctricos y electrónicos. El rápido aumento de las exportaciones de desechos electrónicos se refleja en la contaminación ambiental, la pérdida de recursos valiosos, así como el tráfico ilícito e inescrupuloso de equipos con final de vida útil, con las consiguientes consecuencias negativas en la salud y el medio ambiente.
Muchos países en desarrollo y países con economías en transición, en particular, hacen frente a la cuestión de manejar correctamente un mayor volumen de desechos. La creciente demanda de equipos eléctricos y electrónicos por parte de la población local, unido a la falta de una infraestructura adecuada para manejar de forma segura esos desechos, puede dar como resultado que se quemen esos desechos en espacio abierto o se los elimine en alcantarillas, en ríos o en la tierra, sin utilizar prácticas seguras para tratar los componentes peligrosos (por ejemplo, cadmio, plomo, berilo, clorofluorocarbonos, retardantes de llama bromados, mercurio, níquel y algunos compuestos orgánicos.) Es más, se puede perder la posibilidad de recuperar componentes valiosos.
Huella ecológica
La huella ecológica es un indicador del impacto ambiental generado por la demanda humana que se hace de los recursos existentes en los ecosistemas del planeta relacionándola con la capacidad ecológica de la Tierra de regenerar sus recursos. Representa el área de tierra o agua ecológicamente productivos (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos e idealmente también el volumen de aire), indispensables para generar los recursos necesarios y además para asimilar los residuos producidos por cada población determinada de acuerdo a su modo de vida. La medida puede realizarse a muy diferentes escalas: individuo (la huella ecológica de una persona), poblaciones (la huella ecológica de una ciudad, de una región o de un país), comunidades (la huella ecológica de las sociedades agrícolas, de las sociedades industrializadas, entre otros).
El objetivo fundamental de calcular las huellas ecológicas consiste en evaluar el impacto sobre el planeta de un determinado modo o forma de vida y, compararlo con la biocapacidad del planeta. Consecuentemente es un indicador clave para la sostenibilidad.
A través de la huella ecológica se ha llegado a la conclusión de que serían necesarios otros dos planetas como éste para que los 6.000 millones de seres humanos actuales pudieran vivir de la manera en que, por ejemplo, vive un ciudadano francés medio, es decir, en una sociedad industrial basada en la disponibilidad de combustibles fósiles.
Fotos: Archivo