Lejos de lo que Chávez trata de vender secuestrando la historia y manoseando la memoria de Bolívar, nuestro eterno Libertador parece más bien estar advirtiéndonos desde el pasado sobre la tragedia que significa esta revolución. Más allá de las nefastas consecuencias del continuismo que deriva en tiranía, expresadas en el famoso Congreso de Angostura, hay una frase lapidaria de Bolívar que tiene más vigencia que nunca ahora que nos toca evaluar la gestión del actual Gobierno. Nos referimos a este pensamiento del Libertador: “Llamarse jefe para no serlo es el colmo de la miseria”.
Chávez es el perfecto prototipo del caudillo militar que se cree dueño y señor del país, concentrando todo el poder. La camisa de fuerza de la democracia heredada por necesidad luego de fallar en su intento de golpe, no ha permitido que se concrete el absolutismo, sin embargo, es evidente ya sus intenciones y espíritu. Chávez ha recurrido a todas las artimañas posibles para moldear la legalidad e imponer un modelo autoritario donde su voluntad caprichosa se encuentra por encima de cualquier institución y del Estado mismo. Se trata ya no del “señor presidente” sino del “Comandante Presidente” y “líder de la revolución” que está predeterminado para continuar la obra de Bolívar y hasta de Cristo. Es el jefe, y así le gusta recordarlo cada vez que dice “yo soy el Jefe del Estado” para justificar cualquier arbitrariedad o usurpación de competencia propia de su visión militar y centralista.
En virtud de lo anterior hemos visto en estos años como se han concentrado todos los poderes públicos en torno al tutelaje de Chávez, al tiempo que se ha revertido el proceso de descentralización quitándole competencias y autonomías a las regiones. Actualmente más de la mitad de los ingresos petroleros caen en un fondo que solo maneja a su discreción el “Jefe”, cual partida secreta. Igualmente ha usurpado las funciones legislativas del Parlamento para mandar por decreto sin participación ciudadana ni debate plural. En el plano económico es el expropiador, el constructor de casas, el panadero, el que hace las arepas, el hotelero y hasta el publicista. Todo lo hace, todo lo interviene, todo lo controla. Es el dueño de la plata, del poder, de los dólares, del país. ¿Qué no domina Chávez actualmente?
Pero cuando se trata de asumir responsabilidades se le acaba el protagonismo, no aparece, se hace el loco. Hace cuatro años le quitó a las regiones sus competencias en materia de vialidad, autopistas, puentes, puertos y aeropuerto, centralizando nuevamente todo eso. Firmó la ley y el decreto en cadena nacional ante el aplauso de los presentes que creyeron seguramente que el caudillo “socialista” iba a dejar pequeña la referencia de Pérez Jiménez en materia de infraestructura. Hoy, el caos es total, luego de haber administrado la riqueza petrolera más grande de nuestra historia solo nos queda un puente sobre el Orinoco. Las autopistas están destruidas, los puentes se están cayendo, los puertos y aeropuertos están colapsados. La movilidad se ha perdido, aumentando los tiempos de desplazamiento de todas las rutas y encareciendo los fletes de todos los productos. Pero ¿Dónde estaba Chávez cuando se cayó el puente de Cúpira? Ahí sí no dijo nada y mandó a Jaua a tratar de culpar a la gobernación, a la misma que le arrebataron la plata y la competencia hace cuatro años. Igual pasó con el caso de la narco avioneta, tampoco asumieron su responsabilidad a pesar de administrar el aeropuerto del cual despegó la nave.
Lo mismo sucede con las cárceles y la crisis penitenciaria. A más de un año de los sucesos de El Rodeo, lo único que ha hecho el Gobierno para resolver la problemática ha sido multar a Globovisión por cubrir la noticia. La nueva ministra que designaron exclusivamente para atender el tema lo que ha hecho es agravar la situación, lo cual paradójicamente la atornilla al cargo. No quieren descentralizar las cárceles, pero tampoco asumen la responsabilidad de lo que allí sucede. Hoy los centros penitenciarios siguen siendo un infierno, lo que se evidenció ahora con la masacre en Yare y el secuestro masivo en Uribana. Pero nadie pide perdón, nadie renuncia, nadie se compromete a mejorar la situación. Mientras Chávez, el jefe, hace cadenas para seguir prometiendo cosas sin siquiera dignarse a pronunciarse sobre estos temas que golpean a la sociedad y que son los verdaderos problemas de la gente. Simplemente calla, olvidando que toda autoridad viene acompañada de responsabilidad.
Es como si Bolívar lo hubiera conocido cuando dijo “Llamarse jefe para no serlo es el colmo de la miseria”. Retrató a Chávez hace doscientos años, un caudillo que maneja toda la plata, que manda indefinidamente y que concentra todo el poder; pero que no resuelve nada y no asume la responsabilidad sobre el fracaso de su gestión. Aunque eso para el Libertador es ser miserable, yo prefiero llamarlo, por respeto, irresponsable. Rescatemos la democracia y la descentralización, y démosle la oportunidad a un gobierno que solucione los verdaderos problemas de la gente y le rinda cuentas al pueblo sobre su gestión, respetando la descentralización. No queremos a un jefe autoritario e irresponsable, sino a un gobernante capaz y trabajador. Para eso, hay un camino que arranca el 7 de octubre con tu voto.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
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