Los escenarios alternativos consisten en las posibilidades representadas por la presencia de recursos reales y/o potenciales de toda índole, susceptibles a ser manipulados con el objeto de crear riqueza y bienestar mediante la generación de bienes y/o servicios; los cuales aún no han sido logrados por resistencias o restricciones políticas, económicas, tecnológicas o culturales, o por simple falta de imaginación, iniciativa o creatividad.
En este sentido, Torres, como entidad político-administrativa, esta lleno de posibilidades de diversa índole –desde lo agrícola a lo industrial, pasando por minería, agroquímica, etc. En virtud de ello nos preguntamos ¿Por qué razones aún Torres no ha logrado un desarrollo coherente y en proporción con tal potencial? Las actuales condiciones de Torres en lo social, cultural y económico son mezquinas, pobres, insuficientes para garantizar el bienestar y la calidad de la vida de sus habitantes.
Lo que observamos en agricultura –vegetal y animal- si bien de grandes proporciones, son en realidad monocultivos –caña de azúcar y pastos- ni siquiera comparables con aquellas ubérrimas “huertas” del pasado, que producían de todo; algo se ha mejorado en cuanto a viticultura y horticultura y la genética bovina, pero ello es marcadamente insuficiente.
Esta situación no siempre fue así; hace alrededor de cien años, nuestro campo no solamente era autosuficiente, sino que producía excedentes para su comercialización y todo con un valor local agregado por las mentes y manos de nuestros pobladores; no se trataba de producir materias primas, sino de productos terminados o semiterminados.
Los comienzos del siglo antepasado, fueron tiempos aciagos para otros lares, era la época de la “paño blanco” una terrible sequía que asoló al Estado Falcón en 1912 y por tal razón muchos campesinos falconianos migraron hacia Torres trayendo consigo sus culturas y experiencias hacia esta, que es y lo sigue siéndolo una “Tierra Prometida” a la cual se integraron y la enriquecieron con sus costumbres y vivencias, por lo que Torres y el oeste de Falcón han llegado a formar una unidad que comparte sus ventajas y restricciones.
Aquí se producían en grandes cantidades: cereales –maíz y millo- legumbres –caraotas, chivatas, tapiramas, quinchonchos, etc.- quesos, mantequilla, natillas, carnes en “salazón“ cueros, huevos, gallinas, etc., es decir, satisfacíamos con creces nuestra dieta familiar, la misma que fue sustituida por la escasamente nutritiva -espagueti, enlatados, margarina, hecha de “quiensabeque“; la rica manteca de marrano fue reemplazada por grasa hidrogenada de coco –importada- Era poco lo que expatriábamos como materia prima a ser procesada en otros lares, como es el caso del Dividive, exportado hacia Alemania.
Las “factorías” locales como, lo eran los “pilones” de maíz –hoy extintos o casi- eran industrias integrales que nada perdían, donde no solamente se producía maíz pilado, sino, además “nepe” el cual, mezclado con el “suero verde” con altas proteínas, subproducto de la fabricación del queso, con el cual se engordaban puercos, así mismo se obtenían “picos” para alimentar las abundantes aves de corral existentes en cada casa. Con el Millo, no solo se hacía arepas, sino tambien escobas –industria local- Había en cada casa una “troja” o especie de barbacoa elevada para cultivar hierbas –culinarias o medicinales- ajíes y hortalizas, cuyo valor era más que todo para el trueque familiar.
Se tejían “chinchorros” para dormir, elaborados con fibras de “dispopo” producida a partir de las hojas de la planta “cocuy” después del procesamiento de la “cabeza” para la fabricación del cocuy, bebida espirituosa muy apreciada localmente y en los campos petroleros del Zulia, el cual se destilaba en alambiques rústicos –aunque muy eficientes- ya que no existían las modernas destilerías.
Sentimos que en aquella época abundaban las tres grandes virtudes necesarias para alimentar y alentar el desarrollo, que no son otras que: imaginación, creatividad e iniciativa –la pereza mental y física eran casi inexistentes– A comienzos de ese siglo –entre 1912 y 2012- se estaban concibiendo y poniendo en práctica los ánimos de crear y desarrollar nuevas cosas positivas, de trascender –como diría Kant- la gente era capaz de relacionar causas con efectos, sabían razonar. Conocí un interesante caso en Pajarito, cerca de Carora, cuando trabajaba para Fudeco. Se trata de un campesino que coleccionaba esas fuentes de miel conocidas como “abejales” o “abejas” que se forman en los troncos de los árboles secos y los zanjones, las acomodó en su casa y, a partir de ellas producía la costosa “miel de aricas” con que se acompaña a los buñuelos durante la cuaresma.