Editorial: Las obras de Lara

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Desde este mismo espacio se ha repetido hasta la saciedad: la división del poder y las luchas de uno y otro bando, no pueden ni deben trasladarse a esa expresión que se dice de un modo genérico (pueblo) pero resume al ciudadano que en su cotidianidad, sólo espera ver resueltos cada

uno de sus problemas, más allá de la confrontación política.

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En los últimos días el debate se ha centrado en las 42 obras prioritarias para el estado Lara, aprobadas por el gobernador Henri Falcón, a través del Consejo Estadal de Planificación y Coordinación de Políticas Públicas, pero «trancadas» por los diputados oficialistas del Consejo Legislativo de la entidad, quienes alegan que el acto del mandatario regional fue ilegal, por cuanto,

según decisión del Tribunal Contencioso Administrativo, la sesión ordinaria con apenas siete de los más de cincuenta integrantes del Consejo Estadal no puede tener lugar, ya que la Ley vigente

que rige el funcionamiento del organismo establece que cualquier decisión se considera legal sólo si cuenta con el apoyo de la mitad más uno de sus miembros, argumento rebatido por la

autoridad regional, al apelar a la disposición del artículo 8 y la posibilidad de lograr la aprobación con mayoría simple.

En todo caso el argumento político deja por fuera lo trascendente y vital para cualquier país, ciudad o estado: ¿Son importantes estas 42 obras? ¿Amerita la entidad la rehabilitación del Hcamp, las mejoras viales, la reconstrucción de drenajes o la matriz norte? ¿Estas obras responden

al interés de la comunidad? Son estas interrogantes, y no otras, las que deberían tener respuesta.

Cuando inició la ejecución del Sistema de Transporte Masivo (Transbarca) no existía proyecto (al contrario de estas 42 obras) y, sin embargo, los recursos fluyeron con generosa prontitud. Sólo

un «algo» marcaba la diferencia entre el ayer y el ahora: el mandatario exhibía roja vestimenta y no militaba en las filas opositoras. Bastó un cambio de posición para execrar al gobernador

y pasarle factura a ese mismo pueblo al cual se condena por salir a tomar la sede del CLEL, de Corpolara, de calles y avenidas en demanda de sus obras. «Los mandaron; son gente de la Gobernación», exclaman, con cansona insistencia, los voceros oficialistas, cuando lo importante es el reclamo justo del pueblo y propiciar un debate sobre la pertinencia o no de la solicitud y el

manejo óptimo de los recursos. Lo demás es accesorio y sólo ha generado zozobra y angustia en miles de familias que demandan un mejor futuro.

 

Este pase de factura desde el poder central, demora, por igual, otra obra que para los larenses es emblemática: El Sistema Hidráulico Yacambú Quíbor. La Mesa de la Unidad Democrática, en no

pocas ocasiones y ahora con copias de depósitos en mano, ha denunciado los manejos irregulares

y cómo el dinero destinado en sus inicios a la obra, vive el sueño de la abundancia en cuentas abiertas en el exterior. Nombres y apellidos figuran en esos documentos, lo cual, en la época de la cuarta República (con sus defectos pero también con grandes virtudes), habría generado alarma

pública e investigación inmediata.

«Estamos hablando de 11.439.625,00 dólares, que fueron depositados en el extranjero para ganar intereses y no fueron invertidos para avanzar con el proyecto», alertó Guillermo Palacios, diputado suplente de la Asamblea Nacional, en rueda

de prensa.

Nada se ha dicho desde el Gobierno nacional pero la oposición ha cumplido los canales regulares a objeto de lograr se conozca la verdad y evitar la sucesión de demoras que impiden a

Lara cumplir el sueño grande de ver en marcha este sistema, el cual prometía  agua y prosperidad.

Ante este panorama demoledor, el mensaje es claro y contundente: Lara no puede ni debe dejarse arrebatar ni una sola de sus obras esenciales. No es llamado en defensa de una posición política; es el exhorto en respaldo de nuestro estado, con méritos y orgullo suficiente para exigir

sin riesgo a sufrir el costo de la alcabala política. Lara es la causa de todos, sin distingos de ideologías o posiciones. Lara debe ser, en definitiva, la gran obra.

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