#Opinión: El ingreso a Mercosur Por: Juan Páez Avila

El ingreso a Mercosur, solicitado insistentemente por Hugo Chávez y aprobado después de la suspensión de Paraguay, en circunstancias totalmente desfavorables para  Venezuela, porque nuestras exportaciones no petroleras han caído en un 55% en los últimos 7 años, según cifras oficiales del Banco Central, tiene para el Presidente saliente los mismos intereses políticos que los que lo condujeron a la salida de la Comunidad Andina, sin consultar la opinión de expertos en la materia ni con sectores interesados en el comercio entre los países integrantes de ese acuerdo regional, que lo conducirá inexorablemente al fracaso.
El comercio con Colombia había alcanzado unos 7.000 millones de dólares anuales y con los países de la CAN en general a más de 8.000 millones, sólo pudo ser expuesto a graves contingencias negativas, por una política disparatada, que  apoyada por una mil millonaria  chequera de petrodólares, ha provocado en el Presidente de la República un delirio de grandeza, de liderazgo, incompatible con el modesto tamaño de nuestra economía. Abandonar nuestro segundo mercado, después del norteamericano al cual le sigue vendiendo 1 millón de barriles de petróleo diarios, para ingresar al MERCOSUR  dominado por las dos más grandes economías capitalistas del subcontinente, es un claro indicador de que el Presidente Chávez conduce el país a una mayor dependencia del petróleo.
Apelar a las glorias de Simón Bolívar y de  otros jefes libertadores, dos siglos después de producida la gesta de la  independencia, cuando el progreso de las naciones depende del dominio que tengan sus hombres y  mujeres del avance de la ciencia y la tecnología de punta, es otra demostración no sólo del desfase histórico del proyecto chavista, sino también de su incapacidad para competir con economías apoyadas en el imperio del conocimiento.
Y aunque los excedentes producidos por los altos precios del petróleo le permiten al Presidente ayudar e impresionar con sus bondades financieras a países en la ruina económica, como Cuba y Bolivia, y ahora Uruguay, no han sido ni serán suficientes para provocar solidaridades de naciones como Brasil y Argentina cuyas economías los inclinan a ser  líderes en la conducción de la política suramericana. Con el agravante de que cualquiera de ellos, sobre todo Brasil, puede sustituir a Estados Unidos como fuente de nuestras importaciones, pero no para nuestras exportaciones de petróleo.
Para poder competir con los países miembros de Mercosur, la agroindustria venezolana tendría que ser sometida a un proceso de reconversión, dotándola de una tecnología de punta que permita alcanzar una mayor producción y productividad. Para lograr una agroindustria competitiva con Brasil y Argentina, se requiere por parte del Estado  una política de protección y ayuda al productor, todo lo contrario a lo hecho del gobierno de Hugo Chávez, que se ha dedicado a expropiar, confiscar, invadir fincas de alta producción y industrias que comenzaban a generar importantes riquezas para sus dueños y para la nación.
Después de que el gobierno de Chávez no sólo ha provocado invasiones arbitrarias  a más de 3 millones de hectáreas de tierras productivas, sino también a destruir su producción y convertirlas en verdaderos desiertos, de los que huyen los campesinos a engrosar los llamados cinturones de miseria de las principales ciudades del país. En estas últimas tampoco pueden incorporarse a la producción, porque en los casi 14 años de la administración del Presidente saliente ha desaparecido casi la mitad de las industrias que existían el 1998 cuando llega al poder la revolución Castro-Chavista
Arruinada la agricultura y el Parque Industrial por las políticas trasnochadas de Hugo Chávez, sólo nos queda el petróleo, que ni Brasil ni Argentina lo necesitan porque se autoabastecen e invierten para exportar en los próximos años, el ingreso a Mercosur en esas condiciones nos convierte en un cliente y no en su socio de las grandes economías del sur.