A primeras horas del domingo 1º de julio arrancó formalmente la campaña electoral presidencial en Venezuela, bajo la obvia rectoría del Consejo Nacional Electoral (CNE), organismo sobre cuya imparcialidad en su mayoría institucional ha habido muchos cuestionamientos, dudas y hasta acusaciones. En realidad la campaña electoral venezolana, por encima de lo que dicen las disposiciones legales, había comenzado desde antes: en el caso de Henrique Capriles Radonsky, candidato de la Unidad Democrática, desde inmediatamente después de las elecciones primarias abiertas del 12 de febrero de 2012; y en el del Presidente-candidato, el mismísimo de hace ya dos períodos constitucionales largos, desde que se impuso la reelección indefinida; quien siempre ha andado en campaña, hasta con su enfermedad.
Nadie, ni en Venezuela ni en el exterior, tiene ninguna duda sobre el enorme y abusivo ventajismo con el cual arranca el candidato del oficialismo, mucho más cuando, según el modelo político impositivamente establecido, no hay poderes públicos autónomos e independientes, como debiera ser, sino que todos son “un solo gobierno”, bajo la jefatura única, personalista y autoritaria del Presidente Chávez. Se trata, entonces, de un ventajismo auspiciado por todo el Gobierno, todo el Estado a nivel nacional y todas las instituciones que están bajo su dependencia. A pesar de toda esta carga inconstitucional e ilegal, seguramente podrá más la evidente potencialidad, de suyo amenazante, de Henrique Capriles Radonski en la prueba definitiva del 7 de octubre próximo.
Pareciera, a la luz de una serie de indicadores, que en el orden del inmediato futuro, más allá del obvio peso del señalado ventajismo, hay un candidato que seguramente tiene ya su techo de crecimiento (caso del Presidente) y otro (caso Capriles) con reales y mayores ascensos en su crecimiento, por lo cual hasta pudiera resultar para el sano, enérgico e inteligente joven aspirante una ocasión de holgado triunfo, estando hoy los dos en un claro empate, como ya se sabe, según fuentes confiables por su seriedad. De ahí ciertos signos de nerviosismo que se observan en el ámbito del oficialismo.
Desde el inicio de la campaña se vislumbran dos modelos de proselitismo: el mágico-religioso-emocional, con toda la instrumentación de un multi-ventajismo por la parte oficialista; y el activo-propositivo, de relación directa y emocional con la gente de cada población, también con la agenda social en la mano. Apenas estamos en el comienzo de la campaña. En su desarrollo podrá haber mejores elementos para una percepción de mayor objetividad.
¡Mantengamos la racional esperanza del triunfo!
#Opinión: Arrancó la campaña Por: Adelso González Urdaneta
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