Remembranzas y soliloquios
Hoy en día la política y la economía van últimamente ligadas y notamos en muchas ocasiones que la llamada clase burguesa poseedora de bienes de producción y, por lo tanto, de capital y la que podíamos denominar clase intelectual aun unidad en lo profundo de su sentimiento y en órbita de sus intereses particulares, cada una se considera muy distinta de la otra y, a veces, incluso opuesta una de las otra.
Pareciera que burgueses e intelectuales ejercieran los unos el poder y los otros la inteligencia directora. Ambas partes mantienen viva la conciencia de la irreductible antinomia entre el espíritu y la sociedad, muy especialmente entre el espíritu y una sociedad fundada en el dinero, ente el “proceso de cultura” y el “proceso de civilización”, entre lo “qualital” y lo “quantital”, los valores de utilidad y los valores, en cualquier modo, superiores.
A pesar de que puede establecerse una equivalencia entre el sentido del dinero y el de la inteligencia, sigue viva en muchos la tendencia del dinero a despreciar al espíritu, tanto como la tendencia del espíritu a despreciar el dinero. La precepción de propietarios burgueses como individuos a quienes solo interesa lo material es muy frecuente entre humanistas y, en general, en intelectuales. También es cierto que el pretendido desprecio que expresan estos hacia el dinero como valor económico debe ser mas bien interpretado como una ideología de que las uvas están verdes.
Del otro lado a muchos comerciantes, sencillo y laboriosos, a muchos industriales y burgueses en general deben parecerles ridículas las pomposas ideas de los intelectuales y miran en general con cierta ironía su postura de estar al final de la calle en cuanto se formula una idea.
Pero en esto hay algo mas hondo. El intelectual ve con facilidad en los representantes de la riqueza un peligro para la cultura espiritual mientras que el burgués cree que en todo intelectual late un late un peligro para la sociedad civilizada.
En las clases dominantes se manifiesta siempre una cierta desconfianza frente al poder de la crítica social inherente (acaso inconsciente) al puro intelecto. Por su parte, la “inteligencia” se cree invertida de una misión espiritual y que quiere ser reconocida como una “elite” especial dentro de la sociedad.
Es muy difícil que el burgués, sin mas, reconozca al intelectual como su representante espiritual por muy superior que los considere o por mucho que lo admire. A su vez, los representantes de la inteligencia nunca consideran lo bastante estimados por una burguesía que según ellos solo aspira a la ganancia. Quizás no tengan en cuenta que el hombre que solo dispone de su capital mental y que de él aspire a vivir solo puede existir dentro de una burguesía que los apoye y que lo arrope. Debe incluirse en el sistema y aceptar que en la sociedad todos debemos interpretar un papel dentro de una pluralidad que la enriquece.
No obstante algunos, de tendencias mas o menos radicales, pretenden que lo que falla en el sistema, son los que se sienten en inferioridad, los que reaccionan con resentimiento frente a un pretendido menosprecio por parte de una clase poseedora de riqueza, poseedora económica y políticamente.
Son los que quieren arreglarlo todo destrozando las estructuras sociales y embarcándonos en aventuras trasnochadas que, al final, solo tienen un propósito: Acaparar el poder.