El país nacional unánimemente celebra el bizarro triunfo deportivo de Rubén Limardo, nativo de Guayana, por haberse hecho acreedor, de una Medalla de Oro, como Campeón Olímpico de Esgrima, en las memorables Olimpiadas de Londres 2012.
Ante tan resonante e histórico triunfo, el Ejecutivo Federal, en condigno homenaje, lo ha designado Héroe Nacional, mediante decreto alusivo y acordó otorgarle la réplica de la Espada del Libertador, que le asignó la honorable Municipalidad de Lima engastada en oro bruñido y salpicada en diamantes biselados.
Llama la atención por su significación, la declaración de héroe civil nacional. De ahora en adelante, por esa declaración ejecutiva, junta a lo que tanto abunda, los héroes militares, advertidos por el Libertador en el Mensaje al Congreso de Angostura, se repara legalmente esta notoria connotación del héroe civil.
Hacía falta esta necesaria precisión. Siempre hemos observado esa visión deformadora y mutilada de los manuales donde se hace la enseñanza de la Historia, en Escuelas y Liceos. Recibe el alumno la visión de la gloria militar de su pasado, le exalta el entusiasmo por los guerreros y por los hechos de armas y le silencia el recuerdo y la labor por los héroes civiles, que es como hurtar una de las más preciosas entidades al sentimiento de la nacionalidad. Ese interesante problema de nuestra historia nacional, lo planteamos en nuestro libro Vida y Hazaña de Iribarren, pagina 98, editado en abril de 1994.
En la perspectiva concebida por Carlyle, héroe es todo hombre, que desempeña para nosotros, la función que es siempre la más honrosa y la más alta. Su misión consiste en hacer pública, del modo, como le es dado hacerlo, la inspiración del alma, poniendo en todo ello un esfuerzo vital. El héroe es quien vive en la esfera intima de las cosas, en la verdad divina y eterna que existe siempre, invisible para la mayoría, no sometida a lo trivial. Su ser reside en esto. Su vida es una porción del propio, eterno corazón de la naturaleza.
Carlyle, muy influido por la filosofía realista alemana y por la poesía del Romanticismo, combatió las tendencias materialistas, que se manifestaban, sobre todo, en el utilitarismo británico, estilo Jeremias Benthan. Representante muy caracterizado de una concepción individualista de la historia, atribuyó su proceso y su progreso, a la influencia y a la acción de las personalidades geniales, dotadas de recio carácter.
Estas personalidades de que nos habla Carlyle, son los héroes, con cuyo tejido se forma la historia. Mas que una interpretación filosófica de la Historia, pretendía sin embargo, con su individualismo idealista, apoyar su oposición al utilitarismo y proporcionar a la juventud inglesa de su tiempo un ejemplario moral. Sin olvidar, que el Libertador, en el periodo de la dictadura, para frenar la desestabilizadora anarquía santanderista, impidió la penetración de las ideas utilitarias, con esta detestable medida de represión a la libertad del pensamiento.
En el Diario EL IMPULSO, edición de diciembre de 2004, publicamos una columna titulada otro héroe civil, asignamos esta distinción a Johan Santana, acreedor unánime del Premio Cy Young de la Liga Americana, que le dio la categoría como mejor pitcher de la temporada 2004. Al respecto para la fundamentación del análisis utilizamos, el concepto héroe civil, el juicio sostenido por el filósofo Carlyle.
Para Venezuela, para sus instituciones, por dignidad de la democracia, Rubén Limardo, no coronó su excelsa proeza recibiendo la réplica de la Espada de oro del Libertador, porque también como Limardo, el Presidente Chávez, sin tomar en cuenta el gravamen irreparable inferido, donó complacientemente al reo de lesa humanidad, terrorista y narco traficante Muamar Gadafi. Sintiéndome profundamente ofendido, protesté por la prensa esa decisión. La repetí en EL IMPULSO 11 de marzo de 2011 y la repito hoy. Fue Gadafi personaje completamente mancillado para recibir los honores de la Patria y de un pueblo de esclarecida conciencia democrática como es el pueblo venezolano y de lo cual hay múltiple y diáfano testimonio.
La espada del Libertador que no merecía Gadafi, debe retornar al país. El gobierno debe cumplir esa deuda moral inaplazable y el pueblo venezolano de extracción democrática, recibirá ese símbolo sagrado, para limpiarlo de las escorias de la dictadura.
Puede tener razones inconfesables el Comandante Chávez, que lo impulsen a tomar esta resolución inopinada, pero ofender la dignidad de la nación y la memoria inultrajable del Libertador, no es actitud aceptable en un mandatario que se tilda de democrático.