Cuando llegué a Nueva York, en octubre 1964, fue una gran alegría descubrir esta gran ciudad. Aunque ustedes no lo crean, me invitó mi padrino Emilio Castillo ya que le había diseñado una máquina para trabajar el chimó y se iba a construir en Nueva York. Apenas llegué al hotel, salí inmediatamente a visitar el Museo de Arte Moderno, conocido como el MOMA.
Llegar a este museo fue un gran descubrimiento entrar en ésta catedral del arte moderno. Visitaba las salas redescubriendo lo que había visto en los libros, esos artistas que estaban allí, expuestos, eran para mi, algo que ya conocía. Un joven de 24 años de un barrio de Barquisimeto, parado frente a grandes obras de arte. Cada paso, era un descubrir y de repente tengo a la obra Guernica, ¡Qué gran emoción!, ver ésta obra y después, La mona y su bebe, observé Las señoritas de Aviñón y tantas creaciones que enriquecerían mis conocimientos. Eran pinturas y esculturas de Picasso, y de otros artistas, viendo y admirando esas grandes obras del arte universal. Las galerías mostraban el Pop-Art, los collages de Rauschemberg, las botellas de CocaCola y de jabón de Andy Warhol, y de otros creadores, que reflejan el consumismo de la vida moderna.
Estoy en Nueva York,¡Qué gran alegría! Visitar galerías. Miraba con asombro los edificios y mi mirada se paseaba por esas grandes construcciones verticales. Nueva York, ciudad de espectáculos, urbe cosmopolita, de grandes exposiciones, lugar de muchos idiomas y culturas, de barrios pobres como Harlem y de barrios ricos, como Upper East Side.
Camino por las avenidas observando todo el ambiente. Andaba buscando nuevas influencias y estudiando el arte, mi obra, tímidamente, se alejaba de las pinturas figurativas, con influencias del pintor francés Paul Cezanne; obras de grandes formas y colores.
Me quería quedar, llamé al pintor nicaragüense Armando Morales. Tenía una carta para él, que me había dado el Doctor Raúl Nass, gran conocedor del arte latinoamericano, total, lo llamé, pero, me comentó que la ayuda que me mandarían de Venezuela era muy poco para quedarme, quería vivir en Nueva York, lugar donde había arte y artistas, museos y galerías. Me sorprendí al ver todos esos avisos luminosos de Broadway, al final, decidí regresarme a mi país. Me dediqué a desarrollar Las Máquinas, producto de ese viaje; pero con mucha nostalgia por esa ciudad.
Pasaron los años, y, en agosto 1978, fui otra vez a Nueva York, recorrí sus calles y visité los museos y galerías, fue un gran “baño” con formas y colores, en un ambiente pleno de artes. Mi mirada había cambiado, mis conocimientos eran otros; tenía 37 años, mi obra era geométrica, el tiempo había enriquecido mi visión de las cosas. La vanguardia era el Minimal Art, simples líneas y planos de colores en mayor espacio, y otras nuevas tendencias llenaban los lugares expositivos. Visité algunos amigos pintores venezolanos como Bogarin Mago, quien me explicó y me dio muchos secretos sobre el arte de trabajar las serigrafías, como también, el taller de Marius Sznajderman.
Subí al World Trade Center, quería ver a Nueva York desde las alturas, esos edificios terminan en la parte superior con formas geométricas de gran belleza, como el Edificio de la Chrysler. Visité el Empire State, y otros conocidos edificios. Fui a oír jazz en SoHo en pequeños y simpáticos lugares, donde uno llega a disfrutar esa gran música. Caminé en la parte baja de Manhattan, visité Geenwith Village y un paseo por el rio Hudson. Fui al Museo Guggenhein, quedé sorprendido por ésta gran obra de arquitectura de Frank Lloyd Wright. El maestro Jesús Rafael Soto, realizó una gran retrospectiva en éste gran museo en el año 1974. Siempre soñé con vivir en Nueva York, pero, sólo he podido estar de visita. Después hice la solicitud de una beca a una institución de Nueva York, pero no dio resultado.
Para algunos, Nueva York, esa gran ciudad, es la perdición del mundo, es como toda metrópoli tiene de todo y para todos, eres tú que escoges. Hay arte, hay grandes espectáculos, lugares de una gran belleza e intimismo. Hay jazz, música clásica, hay calles de tiendas de pornografía, de sitios curiosos, espectáculos callejeros, buenos restaurantes de todos los países, también, encuentras en esa ciudad cosas para soñar y sentirte espiritualmente elevado en un gran espacio en medio de grandes vallas publicitarias.
Hoy, le canto a Nueva York, y, si le canto, es porque estoy motivado, actualmente, mi hija camina por sus calles. Ha querido realizar un sueño, vivir tres meses en Nueva York. Visitar sus museos, pasearse por la gran urbe, vivir en la Gran Manzana, como también, se le conoce. Tener la vivencia de trabajar y de pasear, de estar unos meses y después, regresará a París, donde vive y trabaja. Hoy, éste texto es dedicado a ella, que desea descubrir esa ciudad, con sus gentes, costumbres, su arte y sus espectáculos. Creo que ese sueño, es la búsqueda ligada a su profesión, al mundo del espectáculo, al periodismo cultural y de la televisión. Y como muy bien dice un refrán: “Hijo de gato caza ratones”… he estado dos veces, pero siempre, he durado dos semanas y, ella, pasara más tiempo y tendrá oportunidad de descubrir a Nueva York. Hoy, recuerdo esos viajes a la Gran Manzana, y lo revivo a través de mi hija Bárbara, y, me comunico con ella a través de Internet y paseo por sus calles con Google Earth.
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Nueva York y mi hija
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