Oda al hueco

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Capitalismo Lunar
Oscuro y escabroso agujero que pueblas nuestros días, y vigilas nuestras noches, ¡Cuántas obscenas creaciones han empañado tu presencia! ¡Cuántas pasiones desatadas generas en hombres y mujeres! ¡Cuántos gritos salvajes con afincados recuerdos maternos caen sobre tu ser en crecimiento, olvidando que tu también tienes sentimientos, y que has llegado a nuestros urbanos suelos para alegrarnos la existencia, para llenar de emoción y estrés nuestro aburrimiento! Sin ti, no habríamos aprendido a maniobrar y esquivarte mejor que Meteoro, Alonso y Maldonado juntos en la pista más difícil de la Fórmula 1. Sin ti, las colas serían más insoportables de lo que ya son, sin ese urgente apremio que nos impones al evitar dormirnos para avistar tu cercanía.
Hueco estimado y apreciado, no hagas caso a todo lo que dicen sobre ti. No temas, ese plan de asfaltado nunca llegará a ocultar tu rostro, a tapar tus facciones que ya forman parte de nuestra rutina. Por más que prometan que vendrán con sus máquinas a tapar tu irregular figura, tú y yo sabemos, en lo más profundo de mi alma intranquila y de la tuya de asfalto barato, que nunca vendrán, que nunca llegarán.
Eres, cráter sublime y lunar en este terrenal recodo, evidencia orgullosa de la salud de nuestra industria petrolera, si, saludable para enviar petróleo y asfalto a otros países más necesitados y avispados que el nuestro, mientras tu y tus hermanos se reproducen tranquilamente a lo largo y ancho de nuestra geografía patria hecha una soberana tronera.
Sabemos que eres considerado y generoso en aparecerte donde menos te esperan, pero he allí la verdadera magia que encierras. Sin ti, hueco bonito y profundo, grieta creciente y sublime, los mecánicos quebrarían al no tener que reparar trenes delanteros ni amortiguadores. Sin tu encharcada existencia, ¿Qué sería de los pobres contratistas y comisionistas chanchulleros, que te crean y procrean al usar materiales chimbos y ejercen una ingeniería vial pirata que contribuye a tu momentánea desaparición, pero recurrente y feliz regreso?
Si ti, hueco excelso y secular, nos olvidaríamos que por más satélites chinos con bandera tricolor que floten en la galaxia, por más carros iraníes que intenten saciar nuestra capitalista ansia vehicular, por más tanques y fusiles rusos descartados como chatarra y comprados como nueva tecnología patria, por más celulares de software asiático pero con nombres vernáculos y de mal gusto, somos y seguimos siendo un país subdesarrolladamente rentista, populista y con un aspirante a Vitalicio que pretende trastocar su fracaso en imposición de futuro.
Gracias a ti, cráter urbano y coqueto, agujero simpático e irreverente, caminamos con más cuidado para no fracturarnos un pie. Gracias a ti, hermano profundo, nuestros reflejos al manejar son cada día mejores. Sin ti, miles de pajaritos no tendrían donde bañarse y tomar agua, y muchos sapos, renacuajos y demás batracios padecerían la grave escasez de vivienda que ya golpea a muchos compatriotas, y se quedarían sin un hueco, sin su charquito digno para vivir.
El reciente Censo poblacional incurrió en un error imperdonable, estimado hueco. Lo sabemos. Si te hubiesen contado a ti y a tus hermanos, regados por toda Venezuela, de seguro no seriamos, 27, o 28, o 30 millones de habitantes. De seguro seríamos el doble o triple de esa cifra, pero así es el mundo de injusto, apreciado hueco, ciego ante tu valía y aporte a nuestra (in)humanidad, porque vamos a estar claros, ¡Tu también eres hijo de esta patria! ¡Tú también mereces ser tomado en cuenta!
Aunque digan por ahí que eres hijo de la corrupción, la indolencia y la ineficiencia variopinta y multicolor que nos gobierna a todo nivel, ya hace tanto tiempo que pueblas nuestras vías, que adornas nuestras calles, que engalanas nuestras avenidas, que hemos aprendido a convivir contigo. Si, tronera eterna y fulgurante, hemos aprendido a quererte y a respetarte. Tu familia y tu han crecido, y crecen cada día más, gracias a la lluvia y a la pillería institucionalizada que te ignora y mal remienda.
No cráter amigo. No llores, no te pongas triste. Si, yo se que sospechas que las cosas van a cambiar. Yo se que cerca de ti están pasando, caminando, marchando, corriendo, millones de compatriotas enarbolando la bandera del cambio, construyendo la certeza de una esperanza. Si, lo sé, deja de llorar. Quizá nos volvamos a ver, o quizá sea esta nuestra despedida. Lo veo en tu oscuridad. Tú también lo sabes, y es casi inevitable. Que hay un camino…y que en él, esperamos, no habrá más huecos.
@alexeiguerra
[email protected]

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